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REDACCIÓN INTERNACIONAL.- “Estoy aquí para luchar por la verdad y la justicia”. El Superman de 1978 surcaba los cielos esgrimiendo esa y otras frases que han hecho historia. Pero su protagonista, Christopher Reeve, no pudo luchar contra unos últimos años de vida en los que la desgracia se cebó con él. Murió un 10 de octubre de 2004, hace ahora 25 años, a causa de un ataque cardiaco. Aquel era el final de un camino complicado, el golpe final después de una serie de contratiempos de salud que lo llevaron a estar durante nueve años en una silla de ruedas tras caerse de un caballo.
El accidente tuvo lugar un 27 de mayo de 1995. Reeve participaba en un concurso de salto de obstáculos en Culpeper (Virginia). Al superar uno de ellos, el caballo del actor cayó de cabeza, ocasionándole una caída que le fracturó dos vértebras cervicales. Inmediatamente después, fue operado de urgencia. Tras salvar la vida, los médicos le dijeron que no volvería a moverse nunca más. Con el tiempo, y gracias a un esfuerzo sobrehumano, más propio de un héroe de cómic que de un señor normal, solo pudo recuperar la movilidad en varios dedos de la mano izquierda.
La imagen de Reeve con respiración asistida, postrado en una silla de ruedas, conmovió a todo el mundo durante casi una década. Era habitual verle concediendo entrevistas o asistiendo a galas benéficas. Atrás quedaba su imagen heroica como el ‘Superman’ de Richard Donner, la película que lo lanzó a la fama en todo el mundo en 1978. Por aquel entonces, ya había debutado en el teatro y en el cine con ‘Alerta roja: Neptuno hundido’. A partir de la película de Warner, estrenada en una época en la que los superhéroes no eran nada comunes, se convirtió en un símbolo nacional del ‘proud american’. Y eso sería durante la mayor parte de la década de los 80.
Casado y con dos hijos, siempre fue conocido por su labor solidaria, debiéndose a causas que a veces no tenían nada que ver con su estado de salud. Antes de sufrir el accidente, había sido el fundador de Coalición Creativa, un grupo de ayuda a la gente sin hogar. Una vez se quedó tetrapléjico, multiplicó esfuerzos para crear la Fundación Christopher Reeve para la Parálisis, dedicada a la investigación de tratamientos para curar lesiones medulares. También fue condecorado, ya en 2004, con la Orden Bernardo O’Higgins por su defensa de los actores chilenos durante el régimen militar.
Aunque durante años películas como ‘Lo que queda del día’ (o las innumerables secuelas de ‘Superman’) lo habían convertido en una estrella llena de atractivo, en un superhombre que gustaba tanto a chicos como a chicas, su calidad humana salió a relucir tras el accidente. Fue entonces cuando puso todo su empeño en no dejarse derribar, en volver a la pantalla con una nueva versión de ‘La ventana indiscreta’ o incluso en probar a dirigir con el telefilme ‘La historia de Brooke Ellison’, que contaba la historia de una joven tetrapléjica.
Años después de su muerte y varios supermanes después, Reeve sigue siendo el héroe americano definitivo. También una prueba de que la fantasía de Hollywood siempre prevalece sobre la dura realidad. La imagen de la capa roja y el traje de mallas azul prevalece, hoy por hoy, por encima de aquel hombre que trató de superarse a sí mismo desde una silla de ruedas.