Santo Domingo, (PL).- La reciente muerte de una joven dominicana enferma de leucemia y embarazada hasta poco antes de su fallecimiento revive opiniones discrepantes sobre el aborto en este país caribeño.
El caso de Rosalba Almonte, de 16 años de edad, se convirtió en un símbolo de la lucha entre concepciones opuestas en la sociedad sobre este tema y la vida.
Durante varios días, los médicos enfrentaron la presión para realizar una interrupción del embarazo de la paciente, necesitada de un tratamiento de quimioterapia con el objetivo de prolongar su existencia.
Según el Código Penal dominicano, está prohibida toda acción que atente contra la vida desde la concepción del feto hasta el final de la existencia de la persona.
Desde el punto de vista científico en las circunstancias de Almonte era necesario el aborto, sin embargo, disímiles voces se opusieron a tal proceder y con ello a las sesiones de quimioterapia.
Sin embargo, las autoridades médicas indicaron que hicieron lo que clínicamente era necesario, con independencia de tantas presiones a su alrededor y en los medios de comunicación masiva.
Hoy es día de luto y vergüenza para el país, había conciencia de que el embarazo la ponía en alto riesgo, pero prefirieron arriesgar su vida a realizarle el aborto terapéutico, puntualizó Colectivo Mujer y Salud al comentar la muerte de la joven. A falta de la divulgación completa y transparente de resultados de autopsia, cosa poco probable en esta nación de jerarcas todopoderosos y autoridades miedosas, quizás nunca sepamos a ciencia cierta lo que ocurrió, agregó el grupo.
La doctora Liliam Fondeur, ginecóloga y feminista que llevó el caso a la opinión pública, apuntó que los médicos forenses le confirmaron que no se hizo la autopsia de ley.
Frente a tales hechos muchos se preguntan si era preciso terminar con una vida en los intentos de conservar otra que estaba por venir, mientras que la familia de Almonte se sumerge en el dolor.