Los hechos que se producen cotidianamente, sobretodo en el entorno oficial, nos lleva a pensar que la República Dominicana vive y se alimenta de lo inexistente, de lo abstracto, de lo intangible, de lo irreal.
La fortaleza institucional es un mito, no es mas que un capricho, pura politiquería y que no supera un falso anhelo y una simulada meta lograda de la clase política.
Lo ocurrido en Villa Vásquez refleja una realidad muy triste, porque proyecta además la verdad nacional.
La situación ocurrida en ese pueblo de la Línea Noroeste evidencia como el lodo salpica la vida nacional.
No es un fenómeno que sólo existe en las instancias del Ministerio Público y de la Policía Nacional, en este caso de la Dirección Nacional de Control de Drogas (DNCD), sino que su alcance llega de manera integral a todo el Estado y la sociedad dominicana.
Es un cáncer que abarca todo el tejido social dominicano.
Hablar de treinta y dos puntos de drogas en un pueblo con veintisiete mil habitantes, constituye una gran desgracia nacional, principalmente para nuestros jóvenes.
Se impone determinar cuántas personas son consumidores en ese pueblo, cuántos enfermos, porque ese es el calificativo más atinado.
Habrá algún ingenuo que piense que ese drama es exclusivo de Villa Vásquez, pues mire que no.
Es un problema general resultado de las secuelas de la exclusión social y de las asimetrías sociales.
La clase política, mucho más el PLD, debe abandonar sus pregonados avances institucionales y de desarrollo humano.
Los dominicanos tienen en la actualidad a narcotraficantes que se pasean por las calles de sus barrios en lujosos vehículos comprados con dineros provenientes del bajo mundo.
Es un monstruo de mil cabezas que es muy difícil de combatir desde instancias públicas que alimentan y estimulan este flagelo que constituye una verdadera tragedia universal.
Lo ocurrido en Villa Vásquez es un fenómeno nacional que se agiganta en el tiempo, porque en realidad la sociedad dominicana no cuenta con las herramientas para detenerlo, pero mucho menos para disminuirlo o eliminarlo. Cada uno de nuestros pueblos es otro Villa Vasquez, carcomido por el cancer de las drogas, tanto a nivel de consumo y de comercializacion.
El que quiere ver que vea o en su defecto que se haga el ciego, el sordo o sencillamente que pase por la vida sin saber que pasó por ella.
Es un drama que nos llena de terror a todos.