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Pedido de Leonel Luce Poco Razonable, pero legítimo y sirve para evaluar equipos de cara al 2020.

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Los resultados arrojados por las primarias abiertas del Partido de la Liberación Dominicana (PLD) en las que salió derrotado el expresidente Leonel Fernández  han generado un  reclamo de  reconteo manual de los votos que no es razonable, pero si legítimo.

La denuncia de Leonel parece poco razonable a partir de los elementos que se citan para justificar la comisión del fraude y de cuya irregularidad se busca acusar a la Junta Central Electoral (JCE), la cual ha sido  la más elogiada por la eficiencia mostrada en el proceso de votación y conteo de los votos.

Incluso, la JCE quedó tan bien parada que no ha habido quien no haya reconocido que el conteo fue muy rápido, como nunca antes en la historia electoral del país, entre cuyas felicitaciones está  la de la propia Comisión Electoral del PLD, que ha reconocido el trabajo del árbitro comicial y de la tecnología usada para el conteo automatizado

Sin embargo, la reclamación de Leonel se coloca en el marco del tradicional pataleo por razones que tocaremos en este reportaje interpretativo, pero que la misma no deja  de tener un efecto importante para el uso futuro de los equipos que permitieron la implementación del voto automatizado.

Lo primero es que con los equipos cuestionados por Leonel también fueron utilizados para contabilizar la votación del otro partido que participó en las primarias, el Revolucionario Moderno, pero con la diferencia de que eran cerradas, donde el candidato perdedor se ha acogido a los resultados sin quejas, por lo que se podría alegar que si no hubo fraude en un caso tampoco pudo haberlo en el otro.

Es de sentido común que el alegado algoritmo ocurrido en el softtware que sirvió para transmitir los votos del PLD, también debió impactar al PRM,  lo cual no ha sido así, quitándole de esa manera razonalidad al reclamo de Leonel.

Lo segundo es que los votos emitidos eran observados y fiscalizados por los delegados de los precandidatos que participaron en la contienda y ahí había un representante de Leonel en cada mesa de votación, lo cual hubiera generado algún tipo de reclamo frente a cualquier irregularidad y no hubo uno solo en el territorio nacional.

Lo tercero tiene que ver con las publicaciones que se han hecho en el sentido de que en diversos distritos municipales aparecen más votos que votantes, cuya distorsión proviene del sector del expresidente, porque ellos saben muy que por tratarse de una multiplicidad de opciones es normal que así sea.

Por ejemplo, un votante cuando acude a su colegio va seleccionar no solo al aspirante presidencial, sino también a los que buscan una senaduría, una diputación o una regiduría, entonces es normal que haya más votos emitidos que votantes, lo cual no constituye un fraude.

Es decir, que en cualquier colegio donde hayan más de dos opciones habrá una cantidad de votos por encima de los votantes, porque solo no fuera así si el sufragante lo hace por todos los presentados en una boleta electoral, lo que parece difícil a partir de lo que se conoce como el voto preferencial.

Entonces visto de esa manera en cualquier colegio de votación o municipio cuando aparezcan cinco mil votantes habrá una cantidad de votos que pudiera superar tres veces esa cantidad, quitándole razonalidad al reclamo de Leonel, pero habría que reiterar que eso no le quita legitimidad a la solicitud.

Lo otro es que no tiene lógica el hecho de que el algoritmo alegado por Leonel solo funcionara para una parte de los colegios cuando el sistema era uno solo, es decir, que en las primarias intervino un solo software y en consecuencia debió impactar toda la votación.

Sin embargo, en este caso también hay una falta de razonalidad de Leonel porque varios candidatos del que supuestamente hizo el fraude, que es el grupo del Presidente Danilo Medina,  salió perdedor en la contienda con varios de sus aspirantes a senador, por ejemplo, su propia hermana que buscaba ser la candidata en la provincia de San Juan de la Maguana y Sonia Mateo en Dajabón.

De manera, que la denuncia de fraude de Leonel es poco razonable, pero legítima y que además la misma sirve para que se haga un conteo manual de los votos para comprobar si los equipos usados en las primarias son tan idóneos como ha sido percibido por todos los dominicanos y los observadores internacionales.

Tanto es así, que la Junta Central Electoral hizo un conteo manual de un 20 por ciento de los votos como se comprometió con el candidato perdedor y el mismo no tuvo ninguna diferencia, la más mínima, con el conteo y la transmisión automatizada.

Todo esto dice que Leonel ha recurrido a un pataleo que no es razonable, sobre todo porque él cuenta con una serie de personajes que saben perfectamente por qué puede haber  más votos que votantes, como ejemplo Roberto Rosario, entre otros.

Habría que preguntarse y por qué ninguno de los dos grupos no han argumentado fraude sobre la base de la compra de cédulas, aparentemente porque los dos hicieron lo mismo

Empero, a la Junta Central Electoral (JCE) le conviene este pataleo de Leonel porque le permitirá legitimarse en el proceso de primarias, pero además para las elecciones generales de febrero y mayo, lo cual va eliminar cualquier derecho al pataleo como el que ha recurrido ahora con  Leonel, quien hoy ha anunciado una protesta pacífica frente al edificio que aloja el órgano arbitral.

De cualquier modo, es importante auditar los equipos utilizados  para evaluar si son realmente tan útiles para los procesos electorales en la República Dominicana y en otros lugares del mundo, pero además ello también posibilita que la Junta Central Electoral se someta a su propia legalidad, porque se podrán cumplir con aquellas cosas que no se hicieron.

Estas explicaciones ubican como un derecho al pataleo de un candidato que ha perdido en las primarias internas celebradas en todo el país para escoger los candidatos de los partidos que habrán de controlar el Estado a partir del año 2020, guste o no  guste.

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A sólo 15 días de campaña electoral el candidato del PLD aun parece un aspirante de “juego” y a quien nadie le cree

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La contienda electoral avanza hacia su culminación y el país se ve frente a una lluvia de propuestas, la mayoría de ellas incluibles, porque salen de la boca de aquellos que siempre han hecho lo contrario y que en algunos de los casos ellos son un invento de la propia crisis de valores que impacta a los dominicanos.

En ese contexto se encuentra el candidato del PLD, quien no logra obtener ninguna credibilidad, sobre todo cuando intenta atacar la corrupción con un discurso que es una especie de auto-retrato para aplicárselo sólo a otros.

Su paso por la administración pública si de algo sirve es para simbolizar un anti valor, el cual se refleja en la acumulación de fortunas sobre la base del patrimonio público y la exhibición de cero condiciones para pretender llegar a la presidencia de la República.

Abel luce ridículo no sólo porque nadie le cree lo que dice, sino también porque su figura en sentido general no le ayuda, amén de que sus propuestas se ven meramente como una forma de querer ponerse a la moda en términos de presentar soluciones al electorado, pero las mismas se revierten y lo proyectan como el que juega a ser presidente, ya que ni sus ademanes lo ayudan.

El país está frente a un verdadero fiasco y tal vez a la expresión más contundente de un antivalor, cuya crisis de valores que afecta a la sociedad dominicana le dio paso para convertirse en candidato presidencial del que fuera uno de los partidos más grande y fuerte de la República Dominicana.

Hay una propuesta del candidato Abel Martínez que no sólo se ve como una burla y se parece mucho a una que enarboló Danilo Medina en su primer intento de ocupar la silla presidencial y se trata de la expresión y eslogan de campaña «Te Llevo en el Corazón», la cual representó la mayor expresión de ridiculez política  y ahora en boca de Abel Martínez se escucha el plan “Chichí Seguro”, el cual consiste en crear guarderías infantiles, que si bien suena raro, también se oye peor al salir de una persona que nadie le cree lo que dice.

Pero las propuestas de Abel no se circunscriben a ese plan, sino que se extienden al tránsito, la seguridad fronteriza y corrupción administrativa, entre otros temas, que cuando se mencionan se ven que son ideas ajenas, que no pertenecen a él, que alguien se las inventó, pero que no encajan y no calan.

El candidato del PLD es quizás y sin quizás el aspirante presidencial en quien se concreta de forma clara y sin ninguna duda lo poco creíble que se ha vuelto el escenario electoral en el país.

Pero el asunto alcanza a prácticamente todos los demás candidatos, unos nueve en total, de los cuales no hay uno que pueda representar un verdadero cambio para un país que sus niveles de degradación cada día se profundizan, lo cual erosiona aceleradamente la democracia.

Abel Martínez parece ser parte de un “juego” donde las opciones que pretenden ser creíbles de la llamada democracia representativa tal vez no es más que un intento por renovarse con propuestas electorales caricaturescas que envían el mensaje de que este modelo ya no da más.

Este panorama electoral sugiere que la democracia dominicana va a entrar a su trance más difícil, ya que de acuerdo a lo que se ve el país parece estar en la antesala de la pérdida total o por lo menos significativamente de la legitimidad que tiene que acompañar cualquier intento por mantener la llamada gobernabilidad.

En estos momentos la falta de credibilidad de los llamados líderes nacionales y en consecuencia de la democracia, debe constituirse en la principal causa de alarma de un sistema político que si no está colapsado, está punto de llegar a su fin.

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Inédito Debate presidencial no disminuye ni soluciona la falta de credibilidad de la democracia dominicana.

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Por Elba García

Los tres protagonistas del debate presidencial que se produjo este miércoles por una cadena de radio y televisión, el cual representa un instrumento para repetir el mismo discurso de los partidos que ya están agotados en el escenario político nacional, aportan muy poco al cumplimiento que debe provenir de los que buscan dirigir el Estado.

Tanto Luis Abinader, Leonel Fernández y Abel Martínez repitieron las mismas frases y promesas que se quedan en ese marco que ha caracterizado por décadas la actividad política nacional, sobre todo en épocas electorales, lo cual indica que no son tantos los dominicanos que comprarán sus manoseados discursos  de que enfrentarán problemas como el de la educación, la salud, la economía, el medioambiente y el haitiano, entre otros.

Estos discursos o intervenciones ensayados y repetidos para proyectar la idea de lo que nunca va a ocurrir es parte de una demagogia y engaño al votante que no evitan la erosión de la democracia nacional, ya que esas realidades se combaten con acciones y no con palabras, lo cual no han hecho los personajes en cuestión.

No hay que estar muy cerca del entorno de los tres candidatos que compitieron en el debate para entender que se trata de palabras que no representan una verdadera intención de buscarles salida a los problemas nacionales.

El asunto estriba en el hecho de que las promesas y posibles soluciones a los temas más preocupantes para la sociedad dominicana están sobre la mesa desde hace décadas y todavía los titulares de los periódicos de los años 70 parecen ser sobre cuestiones que todavía hoy tienen toda la vigencia imaginable como si el tiempo no hubiera pasado, todo como resultado del engaño y la demagogia de los actores políticos.

Los mismos apagones, el alto costo de la vida, la falta de una cultura de exportación, la vulnerable seguridad pública y ciudadana y el agobiante fenómeno de la corrupción administrativa y de la independencia de la justicia, entre otros, son la razón por lo que lo dicho en el debate no tiene ningún impacto, porque los tres participantes han demostrado que han prometido mucho y es muy poco lo que han solucionado.

Los tres aspirantes presidenciales han logrado, sin ninguna duda, resolver sus problemas personales y particulares porque sin excepción han acumulado fortunas que antes de entrar a la política no tenían y desde esa posición es cómodo plantear la solución de problemas de los que ellos han logrado salir y ahora poseer bienes materiales  que hubiera sido prácticamente imposible adquirir al margen de la politiquería.

De manera, que hablar de solucionar cuestiones tan delicadas como la corrupción administrativa desde una narrativa que sólo abarca a los otros, pero no a ellos, crea una total falta de credibilidad de la gente o del votante de unos discursos de muchas palabras sin realizaciones para corregir los problemas.

El debate presidencial es como un escenario para presentar discursos desgastados y poco creíbles, no importa que coherentes se escuchen, porque todo el mundo sabe que se trata de más de lo mismo, ya que incluso son hasta elaborados por otros que cobran por ese trabajo.

La democracia, principalmente en los países latinoamericanos, como la República Dominicana, requiere del cambio de sus actores que actúan a través de unos partidos políticos sin ninguna credibilidad porque el escenario se ha convertido en un instrumento de resolver problemas muy personales en detrimento del interés nacional.

Tal vez lo más interesante fuera que el ciudadano diera un ejemplo a estos actores de la vida política nacional con una precaria asistencia a las urnas para que quede profundamente cuestionada la democracia y pierda su legitimidad y de ese modo provenga una renovación que tenga la suficiente fiscalización que culmine con el castigo del que va a la política sólo con el interés de utilizar su protagonismo para llevarse entre sus garras una parte del patrimonio nacional.

El debate más que generar el fortalecimiento de la democracia lo que hace vender al votante unos aspirantes que tienen mucho que explicarle a la sociedad dominicana, donde a través de ellos también están presentes otros bandidos de la tan desacreditada política partidista nacional.

Si la gente no se propone reinventarse como país y echar en el zafacón los políticos que cimentan su carrera sobre la base de la mentira y la demagogia, muy difícilmente la República Dominicana podrá superar los problemas que la agobian, sobre todo en lo referente a la corrupción administrativa, que ya acumula cantidades impresionantes robadas a las arcas nacionales sin la menor de la dolencia y sin régimen de consecuencia.

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Desaparición de la mística y la ética en cuerpos armados permite medir el deterioro que sufre la sociedad y el Estado.

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Por Elba García

Aunque todo se atribuye al cambio de los tiempos y a la modernidad, pero los mismos han experimentado una metamorfosis en la conducta de los policías y militares dominicanos, cuya transformación merece un estudio de la mentalidad de estos importantes actores de la vida nacional.

 Cualquier fenómeno social siempre se va expresar de forma diferente en cualquier sociedad históricamente determinada, pero el asunto hay que tomarlo con mucha seriedad y preocupación cuando el problema se convierte de aislado y particular en general.

Ello así porque en todas las sociedades del mundo, aun en las más civilizadas y desarrolladas, hay conductas que riñen con la ética y con un comportamiento sano, pero la cuestión toma otro perfil cuando la mayoría de los ciudadanos tiene un caminar que daña a los demás o a prácticamente todo el tejido social.

A pesar de que el fenómeno del policía y el militar dominicano no se puede analizar de manera aislada, sino como parte de un todo, de la sociedad completa, por el hecho de que la distorsión de lo que se conoce como ética militar acompañada de la falta de mística hace que cualquier sociedad no cuente con una muralla espiritual que resulte muy difícil de derribar.

Sin embargo, hace décadas que, aunque un policía y un militar eran contaminados con la politiquería, pero la presión social era tan fuerte que ayudaba a deputar y mejorar la conducta de estos actores de la vida nacional.

Ahora el asunto ha variado tanto que en los cuarteles policiales y militares un cabo, muchas veces, manda más que un general, cuya circunstancia va a depender de varios factores, como son cual tenga más dinero y más vínculos con el sector enquistado en el poder.

La verdad es que la condición y el rango de general abre muchas más puertas para que este obtenga mayor poder que el cabo o el sargento, pero luego de la profundización de la crisis de valores no es difícil encontrarse con el fenómeno, ya que el bajo mundo es mucho más expedito para el oficial de bajo rango que para el que tiene altas responsabilidades, aunque naturalmente esa en el país no es la regla del juego.

De lo que sí se puede estar seguro es que la ética y más que ésta la mística ya es algo del pasado y los cuarteles hoy son azotados por un comportamiento que ponen en peligro la seguridad de todos los ciudadanos, aun de los extranjeros que tal vez no son blanco permanente de policías y militares.

En los últimos días han salido a la superficie una serie de acciones de policías y militares que mantienen en permanente preocupación a todo dominicano que todavía conserva un poquito de sensibilidad humana y de amor patrio.

Esta situación es el resultado de una realidad que nadie puede negar y es que el impacto negativo y muy peligroso de la llegada de ilegales, la penetración del bajo mundo en los órganos y entes del Estado y la participación innegable de policías y militares en  estos negocios constituye una bomba de tiempo en contra de la estabilidad institucional y de toda  la vida nacional.

El problema ya no sólo se observa en la frontera entre las dos naciones que ocupan la isla, sino que los haitianos pagan para entrar al país y luego son perseguidos en el territorio nacional y en ese proceso son despojados de sus pertenencias y también deben pagar sumas muy altas para ser dejados en libertad.

En esa virtud, la República Dominicana se desgarra casi igual que la sociedad haitiana, tal vez con la única diferencia de que las bandas haitianas actúan con violencia y en el país los policías y militares dominicanos lo hacen de manera pacífica, pero con los mismos resultados.

Las bandas haitianas roban, violan, matan y secuestran a sus conciudadanos y extranjeros para exigir dinero, pero lo propio ocurre en el país cuando se trata de reprimir a los ilegales de la vecina nación, muchas de cuyas niñas y mujeres son violadas bajo el amparo de la legalidad con que operan órganos como la Dirección General de Migración.

Las denuncias sobre el mal proceder de los policías y militares dominicanos llueven, no sólo en lo referente a que les roban las pertenencias a los haitianos, sino que también cobran peajes en los centros de venta y distribución de drogas y el problema no parece que pueda tener solución, ya que el mismo es sólo un reflejo de una anormalidad con perfiles generales.

Esa realidad hace aventurarse a cualquier a afirmar que ambas naciones atraviesan por crisis que implica una desaparición de los referentes éticos, pero además por el hecho de que la Policía Nacional, la Armada, la Fuerza Aérea Dominicana y el Ejército Nacional ya no están adornados con una mística que permitiría como antes de que actores tan importantes para la seguridad pública y ciudadana sean un dique de contención en contra de las distorsiones en esta materia y que podrían derrumbar el Estado, exactamente como ha ocurrido en Haití.

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