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Editorial

Unos tres meses de incertidumbres más que de certezas.

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El presidente Luis Abinader celebró antenoche por una cadena de radio y televisión sus primeros tres meses de Gobierno  con un buen montado programa de televisión que se caracterizó por una serie de recursos escénicos muy bien logrados.

En el curso de esa intervención innovadora del mandatario se debe destacar el espíritu populista de estas intervenciones, las cuales tienen mucho de las visitas sorpresas del pasado presidente Danilo Medina en lo que respecta en venderle a la gente algo como fortuito cuando es el resultado de lo planificado, lo cual más que nada es parte de una  politiquería que del interés sincero de trabajar en bien del país.

Esto así, porque en el curso de la intervención del presidente se permitieron una serie de preguntas de invitados que se quiso proyectar la idea de que llegaron allí al azar sin saber que pregunta formular.

Todo es parte de un montaje propagandístico que sin lugar a dudas surte sus efectos, sobre todo en aquellos que son la mayoría de los dominicanos que creen que se trata de un evento con unos invitados que no fueron influenciados para hacer sus preguntas.

De cualquier modo, la transmisión pareció innovadora y con explicaciones que satisfacen el interés del pueblo dominicano de saber lo que ha hecho el gobierno en los pasados 90 días.

Lo que se puede observar del presidente Abinader es que su protagonismo y sus apariciones de una forma tan constante en los medios de comunicación lleva a una suerte de saturación que al final en vez de ser bueno va a ser malo.

Naturalmente, se debe admitir que la imagen del presidente ha mejorado con relación a los primeros días de su gestión, porque en principio todo parecía muy desastroso, lo cual podría ser atribuible a la inexperiencia, pero no es del todo así

Porque la designación de tanta gente de una misma familia en los cargos públicos no necesariamente tiene que ver con la inexperiencia, sino con una visión equivocada de manejar el Estado.

De todos los errores en el manejo del Estado por parte de Abinader, la designación de una gran cantidad de personas de una misma familia es lo único que no ha sido corregido, ya que todos los nombrados sobre la base de esa visión equivocada se mantienen en sus puestos.

Otra contradicción del Gobierno de Abinader es pedir sanciones para Odebrecht y al propio tiempo ir a cortejar a uno de los principales protagonista de ese desastre que tanto daño le ha hecho al país y nos referimos a Manuel Estrella, presidente de Consorcio Estrella, parte muy importante del entramado de corrupción que se robó muchos millones de pesos del patrimonio público.

Sin embargo, tendrá que llegar el momento que se explique muy bien al pueblo dominicano cuál son los vínculos del Gobierno de Abinader con un empresario con ese prontuario, porque esa cena que se hizo en la casa de Manuel Estrella no es sólamente eso, sino que esa relación trasciende una serie de instituciones del sector público que en algún momento se podría constituir en un  aumento de  la carga del lastre que implica la forma de hacer negocios con el Estado de este personaje.

Así vemos los primeros 90 días del Gobierno de Luis Abinader Corona, quien todavía tiene la oportunidad de desatarse y romper con el criterio de entregar su gobierno a una serie de cuadros del sector empresarial que sólo saben trabajar para beneficio propio.

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Editorial

La solemnidad de una justicia con pies de barro.

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La promoción de la vía de hecho por la ineficacia de la justicia nacional, son muy pocos los quieren verla, unos por su baja formación y su pensamiento no profundo y otros porque son parte del mal.

Pero lo cierto es que el fenómeno constituye un problema de una magnitud insospechada y de una peligrosidad que amenaza las propias entrañas de la fallida democracia nacional.

El asunto no parece tener una solución fácil en razón de que tiene un componente profundamente político y cultural.

Los debilidad y la vocación de violar la ley suprema y las adjetivas de la noción puede echarlo todo a perder, sobre todo porque no se trata de un mal a nivel de una sola instancia publica, sino de todo el tejido social e institucional.

El nivel de la problemática del sistema de justicia nacional se podría convertir en una falta que también comprometa la responsabilidad civil y penal del Estado porque se trata de la violación de derechos humanos fundamentales protegidos por el derecho internacional,

Son múltiples y variadas las violaciones de los derechos fundamentales en que incurren los tribunales nacionales a través del no respeto de los plazos razonables y en consecuencia de la tutela judicial efectiva, el debido proceso y el derecho a la defensa.

Otros principios constitucionales violados por los actores del sistema de justicia son el de celeridad, economía procesal y el de analogía, así como el del juez natural y el de estatuir ante pruebas aportadas por las partes,

En realidad se trata de un asunto de una dimensión inmedible, cuya solución no parece tan simple y sencilla.

Ahora mismo puede decirse  con toda seguridad que la ineficacia y contaminación politiquera del sistema de justicia produce en la nación un efecto que lo daña todo, absolutamente todo.

Es un verdadero cáncer que impacta todo el cuerpo social de la Republica Dominicana

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Editorial

Un problema que no se ve a simple vista.

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La educación superior dominicana, que como bien se establece en el reportaje que aparece en la sección “De Portada” de este diario, implica un problema que debe motivar profundas reflexiones para que el país se avoque a pasar de la deficiencia a la calidad de la enseñanza universitaria.

Pero este es un asunto que sólo puede solucionarlo el Estado, el cual no está en capacidad de dar los pasos para que al cabo de algunos años el cuadro pueda dar un giro positivo.

La tendencia entre los dominicanos es sólo ver lo que está frente a ellos, sobre todo en materia de educación universitaria, pero no hay forma de llevar su mirada crítica a lo que requiere de un esfuerzo más profundo y exhaustivo.

El gran problema de la educación superior del país es que no sólo la situación depende de la negligencia y la deficiencia del Estado, sino que además que no se cuenta con una cultura para crear un cuerpo profesoral preparado para impartir docencia a nivel universitario, aunque, naturalmente, una cosa depende de la otra.

De manera, que los resultados no pueden ser peores, cuyos egresados, penosamente, terminan su carrera con una formación tan precaria que en la práctica son analfabetos funcionales.

Lo peligroso del fenómeno es que la sociedad está frente a médicos que puedan matar al paciente, ingeniero civil que construya una obra que puede caerle en la cabeza en cualquier momento a sus propietarios y un abogado que no puede asesorar idóneamente a su clientes y en consecuencia poner en peligro, por su poca formación, la tutela judicial efectivo, el debido proceso y el derecho a la defensa.

De manera, que el asunto no es como se puede ver a simple vista, sino que se trata de una deficiencia que aparte de hablar muy mal de toda la sociedad, amenaza la seguridad nacional, todo como resultado de un problema integral que impacta a todo el Estado.

Lo grave del problema es que no se ven soluciones fáciles en el camino, porque además la explicación de una educación superior fundamentada más en el negocio vulgar que en un plan nacional para lograr los índices de desarrollo del mundo competitivo de hoy, es parte de una cultura nacional y de un neoliberalismo salvaje que se lleva de paso todo lo bueno.

La realidad es que no es posible poner en orden las universidades nacionales, ya que en el país todo está contaminado con la politiquería, de arriba hacia abajo y lo contrario, de abajo hacia arriba.

Se impone entonces la siguiente pregunta: ¿Quién nos sacará del tremendo tollo de la educación superior nacional, aunque la respuesta más realista es que no hay una respuesta convincente y que satisfaga.

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Editorial

El Oncológico es un espejo de un problema de un gran alcance.

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No son pocos los conflictos originados en sindicatos, clubes culturales y deportivos, cooperativas de ahorros y préstamos y los propios partidos políticos, que son asaltados por grupos de personas que los usan con fines muy particulares.

Puede decirse que se trata de un cáncer que resulta complicado erradicar, con el agravante que esa mala práctica es reproducida cuando personas con la misma filosofía de vida llegan a la administración pública, lo que explica la gran cantidad de casos de sustracciñn de fondos del patrimonio público.

Realmente el país está copado por los que piensan que deben llegar a este tipo de instituciones, las cuales no tienen fines de lucro, para manipular sus recursos y creerse incluso que es algo que legítimamente les pertenece.

Un ejemplo muy elocuente al respecto son los partidos políticos, los cuales son manejados como empresas privadas y propiedad de particulares, pese a que en  realidad se trata de una figura que está legalmente regulada y que no puede ser jamás un patrimonio personal.

Pero el mismo problema es encontrado por doquier, cuyos propiciadores de este tipo de conducta sumergen a la sociedad en un gran dolor de cabeza.

El asunto ahora se puede ver con lo que ocurre en el Patronato Cibao contra el Cáncer, cuya institución juega un papel de primer orden para combatir una enfermedad tan severa y mortal como esa.

El problema del Oncológico del Cibao ha entrado ya a los tribunales competentes y sólo se espera un desenlace que tal vez no sea la panacea al problema, porque se van unos con un criterio equivocado en el manejo de este tipo de organizaciones, pero llegan otros que no difieren, absolutamente en nada, en la forma de ver el asunto.

Independiente de cual sea la decisión del tribunal que conoce el caso, debe admitirse que la sociedad dominicana está frente a una cuestión que lesiona lo más profundo de la sensibilidad humana, sobre todo porque no hay ningún tipo de arrepentimiento.

Hoy ha salido a la superficie el conflicto en el Patronato Cibao contra el Cáncer, pero la raíz del conflicto, con una explicacion profundamente cultural,  es que una gran cantidad de instituciones sin fines de lucro hoy permanecen asaltados por grupos de «vividores» que  ponen en tela de juicio las  bases de la dominicanidad.

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