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Son pocos los que dudan la participación de Macarrulla en red de corrupción de Jean Alain Rodríguez.

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Desde que salió a la luz pública el involucramiento del hijo del ministro de la Presidencia, Lisandro Macarrulla Tavarez, en la red de corrupcion del caso Medusa, este medio propuso la renuncia momentánea del jefe del gabinete del Gobierno de Luis Abinader y del Partido Revolucionario Moderno (PRM).

Este tipo de renuncia nunca ocurre en algunos países latinoamericanos, sobre todo en los que tienen un bajo nivel de institucionalidad, ya que el tema que provoca la renuncia transitoria es un escándalo de corrupción administrativa.

Esto así, porque este tipo de fenómeno no ocurre todos los días en las naciones en desarrollo, donde la búsqueda de  acumulación originaria de los funcionarios públicos y del sector empresarial privado es mediante  el tráfico de influencia y la corrupción administrativa para acumular o aumentar sus fortunas.

 Richard Nixon, ex-presidente de EE.UU.Esta razón es más que suficiente para que sea muy difícil lograr la renuncia de un funcionario tan importante del Gobierno y con vínculos con el grupo económico más importante de la República Dominicana, pero con la decisión al respecto deja claro que la presión de las redes sociales y de la sociedad en general  gana terrenos en el contexto de las instancias del Estado.

Este tipo de renuncia sólo ha sida vista regularmente en naciones con democracias muy consolidadas y donde la transparencia de la administración pública está ligada a sus avances en su crecimiento y desarrollo.

renuncia al cargo de primer ministro

Boris Johnson, renuncia al cargo de primer ministro del Reino Unido

Que se tenga memoria esta es la primera vez que un ministro dominicano de la jerarquía de Macarrulla toma ese camino, ya que aparentemente no pudo resistir la presión de las redes sociales, no precisamente de los medios de comunicación convencionales como la radio, la televisión y los periódicos impresos del país.

Macarrulla Tavarez está involucrado de forma directa en este escándalo a pesar de lo que se ha querido decir, dado que su desvinculación del negocio familiar  tenía que ver precisamente con su designación en el Gobierno y es la razón por la que su hijo, que tiene prácticamente el mismo nombre, Lisandro Macurrulla Martínez, pasa a ocupar la presidencia de la empresa involucrada en el escándalo de corrupción.

No hay forma de negar que Macarrulla padre no era consultado por su hijo por  un negocio que tenía tantas aristas que analizar y en el que había involucrada una cantidad de dinero nada común y corriente, por lo que cualquier versión distinta sólo la digerirían los ingenios e inocentes.

Hay muchas opiniones al respecto, incluidas aquellas del vicepresidente de la Fundación de Institucionalidad y Justicia, Servio Tulio Guzmán, de que Macarrulla no estaba  obligado a pedir al presidente Abinader  que lo sustituya del cargo porque no lo involucra directamente en el caso Medusa y  hasta tanto el caso no esté con  la autoridad de lo irrevocablemente juzgado, lo cual deja muchas dudas de la real misión de la referida organización sin fines de lucro.

El señor Macarrulla Martínez ya había dicho que cualquier error cometido en el seno de su empresa familiar él la asumía como propia, lo cual quita legitimidad a lo dicho por una serie de empresarios e instituciones de que el funcionario no estaba obligado a pedir que fuera apartado de la administración pública, lo cual deja mucho que desear.

Este tipo de medida sólo es propia de naciones con altos niveles de institucionalidad, pero hay en este caso un detalle de mucho valor para medir el procedimiento  del presidente de la República, el cual consiste en  que todavía no ha dicho nada sobre lo que ocurre en el país y que involucra al principal miembro de su gabinete.

Incluso el mandatario todavía no ha dicho si acepta el pedido de Macarrulla, ya que éste todavía permanece en el cargo hasta tanto Abinader acepte su pedido, lo cual tampoco deja claro cuál es la postura del jefe de Estado en torno al escándalo.

Sin embargo, debe decirse que la decisión al respecto crea de cualquier modo un ambiente positivo para el Gobierno, porque proyecta la idea de que la democracia dominicana es más fuerte, madura e institucional que lo que la realidad indica.

La decisión del importante funcionario deja muy bien parado el país a nivel de la comunidad internacional, ya que se vende la idea de que la  República Dominicana es un país presidencialista y entonces se debe suponer que lo ocurre es parte de la política oficial de la nación, pese a que realmente no es así.

Lo que no está en discusión en el escenario  nacional es que la sociedad se ha empoderado políticamente, lo cual ha permitido que el propio presidente haya tenido que rectificar errores cometidos o medidas tomadas que lesionan los intereses de los sectores más vulnerables de la sociedad.

Tanto es así, que la propia llegada al poder  del Partido Revolucionario Moderno (PRM) está explicada en el despertar de la gente y del uso de las redes sociales para evitar que los casos bochornosos pasen desapercibidos en el país.

El caso Macarrulla es un capítulo nuevo en la vida pública y en el escenario político de una nación donde las cosas sólo ocurren en función de los intereses de los grupos económicos, los partidos políticos tradicionales y otros sectores de poder, principales promotores de la corrupción pública y privada.

Lo bueno que tiene lo ocurrido con este importante funcionario es que sienta un precedente que sirve de mucho a la lucha por la transparencia y el adecentamiento de la vida nacional, aunque debe entenderse que la corrupción en todas sus vertientes tiene una explicación y una causa profundamente cultural y que en consecuencia la lucha para, sino eliminarla, por lo menos  disminuirla,  resulta altamente dificultosa y pesada para el ciudadano que quiere un mejor país.

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A sólo 15 días de campaña electoral el candidato del PLD aun parece un aspirante de “juego” y a quien nadie le cree

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La contienda electoral avanza hacia su culminación y el país se ve frente a una lluvia de propuestas, la mayoría de ellas incluibles, porque salen de la boca de aquellos que siempre han hecho lo contrario y que en algunos de los casos ellos son un invento de la propia crisis de valores que impacta a los dominicanos.

En ese contexto se encuentra el candidato del PLD, quien no logra obtener ninguna credibilidad, sobre todo cuando intenta atacar la corrupción con un discurso que es una especie de auto-retrato para aplicárselo sólo a otros.

Su paso por la administración pública si de algo sirve es para simbolizar un anti valor, el cual se refleja en la acumulación de fortunas sobre la base del patrimonio público y la exhibición de cero condiciones para pretender llegar a la presidencia de la República.

Abel luce ridículo no sólo porque nadie le cree lo que dice, sino también porque su figura en sentido general no le ayuda, amén de que sus propuestas se ven meramente como una forma de querer ponerse a la moda en términos de presentar soluciones al electorado, pero las mismas se revierten y lo proyectan como el que juega a ser presidente, ya que ni sus ademanes lo ayudan.

El país está frente a un verdadero fiasco y tal vez a la expresión más contundente de un antivalor, cuya crisis de valores que afecta a la sociedad dominicana le dio paso para convertirse en candidato presidencial del que fuera uno de los partidos más grande y fuerte de la República Dominicana.

Hay una propuesta del candidato Abel Martínez que no sólo se ve como una burla y se parece mucho a una que enarboló Danilo Medina en su primer intento de ocupar la silla presidencial y se trata de la expresión y eslogan de campaña «Te Llevo en el Corazón», la cual representó la mayor expresión de ridiculez política  y ahora en boca de Abel Martínez se escucha el plan “Chichí Seguro”, el cual consiste en crear guarderías infantiles, que si bien suena raro, también se oye peor al salir de una persona que nadie le cree lo que dice.

Pero las propuestas de Abel no se circunscriben a ese plan, sino que se extienden al tránsito, la seguridad fronteriza y corrupción administrativa, entre otros temas, que cuando se mencionan se ven que son ideas ajenas, que no pertenecen a él, que alguien se las inventó, pero que no encajan y no calan.

El candidato del PLD es quizás y sin quizás el aspirante presidencial en quien se concreta de forma clara y sin ninguna duda lo poco creíble que se ha vuelto el escenario electoral en el país.

Pero el asunto alcanza a prácticamente todos los demás candidatos, unos nueve en total, de los cuales no hay uno que pueda representar un verdadero cambio para un país que sus niveles de degradación cada día se profundizan, lo cual erosiona aceleradamente la democracia.

Abel Martínez parece ser parte de un “juego” donde las opciones que pretenden ser creíbles de la llamada democracia representativa tal vez no es más que un intento por renovarse con propuestas electorales caricaturescas que envían el mensaje de que este modelo ya no da más.

Este panorama electoral sugiere que la democracia dominicana va a entrar a su trance más difícil, ya que de acuerdo a lo que se ve el país parece estar en la antesala de la pérdida total o por lo menos significativamente de la legitimidad que tiene que acompañar cualquier intento por mantener la llamada gobernabilidad.

En estos momentos la falta de credibilidad de los llamados líderes nacionales y en consecuencia de la democracia, debe constituirse en la principal causa de alarma de un sistema político que si no está colapsado, está punto de llegar a su fin.

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Inédito Debate presidencial no disminuye ni soluciona la falta de credibilidad de la democracia dominicana.

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Por Elba García

Los tres protagonistas del debate presidencial que se produjo este miércoles por una cadena de radio y televisión, el cual representa un instrumento para repetir el mismo discurso de los partidos que ya están agotados en el escenario político nacional, aportan muy poco al cumplimiento que debe provenir de los que buscan dirigir el Estado.

Tanto Luis Abinader, Leonel Fernández y Abel Martínez repitieron las mismas frases y promesas que se quedan en ese marco que ha caracterizado por décadas la actividad política nacional, sobre todo en épocas electorales, lo cual indica que no son tantos los dominicanos que comprarán sus manoseados discursos  de que enfrentarán problemas como el de la educación, la salud, la economía, el medioambiente y el haitiano, entre otros.

Estos discursos o intervenciones ensayados y repetidos para proyectar la idea de lo que nunca va a ocurrir es parte de una demagogia y engaño al votante que no evitan la erosión de la democracia nacional, ya que esas realidades se combaten con acciones y no con palabras, lo cual no han hecho los personajes en cuestión.

No hay que estar muy cerca del entorno de los tres candidatos que compitieron en el debate para entender que se trata de palabras que no representan una verdadera intención de buscarles salida a los problemas nacionales.

El asunto estriba en el hecho de que las promesas y posibles soluciones a los temas más preocupantes para la sociedad dominicana están sobre la mesa desde hace décadas y todavía los titulares de los periódicos de los años 70 parecen ser sobre cuestiones que todavía hoy tienen toda la vigencia imaginable como si el tiempo no hubiera pasado, todo como resultado del engaño y la demagogia de los actores políticos.

Los mismos apagones, el alto costo de la vida, la falta de una cultura de exportación, la vulnerable seguridad pública y ciudadana y el agobiante fenómeno de la corrupción administrativa y de la independencia de la justicia, entre otros, son la razón por lo que lo dicho en el debate no tiene ningún impacto, porque los tres participantes han demostrado que han prometido mucho y es muy poco lo que han solucionado.

Los tres aspirantes presidenciales han logrado, sin ninguna duda, resolver sus problemas personales y particulares porque sin excepción han acumulado fortunas que antes de entrar a la política no tenían y desde esa posición es cómodo plantear la solución de problemas de los que ellos han logrado salir y ahora poseer bienes materiales  que hubiera sido prácticamente imposible adquirir al margen de la politiquería.

De manera, que hablar de solucionar cuestiones tan delicadas como la corrupción administrativa desde una narrativa que sólo abarca a los otros, pero no a ellos, crea una total falta de credibilidad de la gente o del votante de unos discursos de muchas palabras sin realizaciones para corregir los problemas.

El debate presidencial es como un escenario para presentar discursos desgastados y poco creíbles, no importa que coherentes se escuchen, porque todo el mundo sabe que se trata de más de lo mismo, ya que incluso son hasta elaborados por otros que cobran por ese trabajo.

La democracia, principalmente en los países latinoamericanos, como la República Dominicana, requiere del cambio de sus actores que actúan a través de unos partidos políticos sin ninguna credibilidad porque el escenario se ha convertido en un instrumento de resolver problemas muy personales en detrimento del interés nacional.

Tal vez lo más interesante fuera que el ciudadano diera un ejemplo a estos actores de la vida política nacional con una precaria asistencia a las urnas para que quede profundamente cuestionada la democracia y pierda su legitimidad y de ese modo provenga una renovación que tenga la suficiente fiscalización que culmine con el castigo del que va a la política sólo con el interés de utilizar su protagonismo para llevarse entre sus garras una parte del patrimonio nacional.

El debate más que generar el fortalecimiento de la democracia lo que hace vender al votante unos aspirantes que tienen mucho que explicarle a la sociedad dominicana, donde a través de ellos también están presentes otros bandidos de la tan desacreditada política partidista nacional.

Si la gente no se propone reinventarse como país y echar en el zafacón los políticos que cimentan su carrera sobre la base de la mentira y la demagogia, muy difícilmente la República Dominicana podrá superar los problemas que la agobian, sobre todo en lo referente a la corrupción administrativa, que ya acumula cantidades impresionantes robadas a las arcas nacionales sin la menor de la dolencia y sin régimen de consecuencia.

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Desaparición de la mística y la ética en cuerpos armados permite medir el deterioro que sufre la sociedad y el Estado.

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Por Elba García

Aunque todo se atribuye al cambio de los tiempos y a la modernidad, pero los mismos han experimentado una metamorfosis en la conducta de los policías y militares dominicanos, cuya transformación merece un estudio de la mentalidad de estos importantes actores de la vida nacional.

 Cualquier fenómeno social siempre se va expresar de forma diferente en cualquier sociedad históricamente determinada, pero el asunto hay que tomarlo con mucha seriedad y preocupación cuando el problema se convierte de aislado y particular en general.

Ello así porque en todas las sociedades del mundo, aun en las más civilizadas y desarrolladas, hay conductas que riñen con la ética y con un comportamiento sano, pero la cuestión toma otro perfil cuando la mayoría de los ciudadanos tiene un caminar que daña a los demás o a prácticamente todo el tejido social.

A pesar de que el fenómeno del policía y el militar dominicano no se puede analizar de manera aislada, sino como parte de un todo, de la sociedad completa, por el hecho de que la distorsión de lo que se conoce como ética militar acompañada de la falta de mística hace que cualquier sociedad no cuente con una muralla espiritual que resulte muy difícil de derribar.

Sin embargo, hace décadas que, aunque un policía y un militar eran contaminados con la politiquería, pero la presión social era tan fuerte que ayudaba a deputar y mejorar la conducta de estos actores de la vida nacional.

Ahora el asunto ha variado tanto que en los cuarteles policiales y militares un cabo, muchas veces, manda más que un general, cuya circunstancia va a depender de varios factores, como son cual tenga más dinero y más vínculos con el sector enquistado en el poder.

La verdad es que la condición y el rango de general abre muchas más puertas para que este obtenga mayor poder que el cabo o el sargento, pero luego de la profundización de la crisis de valores no es difícil encontrarse con el fenómeno, ya que el bajo mundo es mucho más expedito para el oficial de bajo rango que para el que tiene altas responsabilidades, aunque naturalmente esa en el país no es la regla del juego.

De lo que sí se puede estar seguro es que la ética y más que ésta la mística ya es algo del pasado y los cuarteles hoy son azotados por un comportamiento que ponen en peligro la seguridad de todos los ciudadanos, aun de los extranjeros que tal vez no son blanco permanente de policías y militares.

En los últimos días han salido a la superficie una serie de acciones de policías y militares que mantienen en permanente preocupación a todo dominicano que todavía conserva un poquito de sensibilidad humana y de amor patrio.

Esta situación es el resultado de una realidad que nadie puede negar y es que el impacto negativo y muy peligroso de la llegada de ilegales, la penetración del bajo mundo en los órganos y entes del Estado y la participación innegable de policías y militares en  estos negocios constituye una bomba de tiempo en contra de la estabilidad institucional y de toda  la vida nacional.

El problema ya no sólo se observa en la frontera entre las dos naciones que ocupan la isla, sino que los haitianos pagan para entrar al país y luego son perseguidos en el territorio nacional y en ese proceso son despojados de sus pertenencias y también deben pagar sumas muy altas para ser dejados en libertad.

En esa virtud, la República Dominicana se desgarra casi igual que la sociedad haitiana, tal vez con la única diferencia de que las bandas haitianas actúan con violencia y en el país los policías y militares dominicanos lo hacen de manera pacífica, pero con los mismos resultados.

Las bandas haitianas roban, violan, matan y secuestran a sus conciudadanos y extranjeros para exigir dinero, pero lo propio ocurre en el país cuando se trata de reprimir a los ilegales de la vecina nación, muchas de cuyas niñas y mujeres son violadas bajo el amparo de la legalidad con que operan órganos como la Dirección General de Migración.

Las denuncias sobre el mal proceder de los policías y militares dominicanos llueven, no sólo en lo referente a que les roban las pertenencias a los haitianos, sino que también cobran peajes en los centros de venta y distribución de drogas y el problema no parece que pueda tener solución, ya que el mismo es sólo un reflejo de una anormalidad con perfiles generales.

Esa realidad hace aventurarse a cualquier a afirmar que ambas naciones atraviesan por crisis que implica una desaparición de los referentes éticos, pero además por el hecho de que la Policía Nacional, la Armada, la Fuerza Aérea Dominicana y el Ejército Nacional ya no están adornados con una mística que permitiría como antes de que actores tan importantes para la seguridad pública y ciudadana sean un dique de contención en contra de las distorsiones en esta materia y que podrían derrumbar el Estado, exactamente como ha ocurrido en Haití.

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