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Editorial

¿Qué va a pasar con la corrupción del Gobierno de Leonel Fernández ?

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La corrupción es uno de los eventos deportivos dominicanos que simplemente no se ha oficializado. No se sabe por qué no participó en las pasadas olimpíadas del Reino Unido.

Ahí hubiéramos tenido múltiples preseas a nivel mundial.

(No menos risible es la encuesta que otorgó  la agencia de muestreos Asisa  con un 70 por ciento de popularidad a un Leonel  Fernández que de haberse lanzado a la reelección no hubiera ganado ni en Villa Juana, su barrio natal, en la capital).

Se sabe asimismo que fue Vincho Castillo quien lo persuadió de que no intentara reelegirse o permitir que ganara Hipólito Mejía, como era su intención, dado que le iban a preparar un expediente tipo Jorge Blanco.

Aunque no se han recreado en la opinión pública dado el hábito presidencial por la discreción, se sabe que hay escandalosos actos de corrupción de la administración saliente  en muchas dependencias del Estado.

Para mencionar un solo caso por ahora, se cree que el ministerio de Cultura es uno de los más infectados por actos reñidos con la ética y con la ley.

A nivel de Santiago es un grito a voces que hay irregularidades a montones. Estas deben ser investigadas y sancionados sus posibles autores

No se sabe cómo será enfrentado ese complejo problema al que no se refieren los grandes medios nacionales que aparentan sedados a esos efectos.

No reclaman informaciones confiables, no censuran nada, no parece importarles la suerte de los recursos del pueblo dominicano, como es su deber moral y periodístico.

En uno de sus discursos de campaña el ahora presidente Danilo Medina dijo que si alguien cometía actos de corrupción en su gobierno sería enviado a los tribunales.

Pero no dijo nada de aquellos actos  cometidos antes de su toma de posesión.

Todo esto huele a borrón y cuenta nueva en vista de que,

a)     El ex presidente Leonel Fernández, de quien el rumor público dice que tiene hasta

cinco testaferros o más, es y no por casualidad, el presidente y líder principal del partido de gobierno.

b)    Resulta complejo en este momento marcharle a la realidad hiriente de la corrupción

en las circunstancias en que el PLD está cubierto por figuras muy influyentes

a las que el mismo rumor señala como gente enriquecida con los dineros del pueblo.

El presidente Danilo Medina tendría que empoderarse de un valor personal fuera de lo común para trazar una raya fiable y vigorosa en torno a ese problema que es un reclamo nacional.

c)     El actual presidente no va a darse el lujo de distraer su atención con un show político que a lo mejor no concluirá en su favor  pues Leonel Fernández tiene en sus manos los resortes de la Justicia y por demás, lo que resulta siniestro, a su esposa como vicepresidenta.

d)    Se sabe que hay gente capaz de producir violencia en el PLD a una señal de su líder para impedir cualquier sanción en contra de los sacrosantos peledeístas hoy multimillonarios y con poder todavía.

e)    Y lo que es aún más comprometedor: Medina todavía  va a necesitar de Fernández, no tal vez ahora sino más adelante.

 

 

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Editorial

Hasta su pose lo delata.

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Son miles los dominicanos que hoy sienten vergüenza del comportamiento de los partidos políticos, porque aparte de traerles mucho sufrimiento han servido para proyectarlos de la peor manera.

Naturalmente, algunos casos son peores que otros, pero si hay una expresión que no deja duda de que hemos pasado de la ridiculez a la vergüenza, que hasta su pose lo delatan, y es la candidatura presidencial de Abel Martínez.

Todos se preguntan si hay forma de explicar la audacia de este muchacho que vendió una administración municipal fundamentada en la mentira y el engaño para saltar y asaltar la cima de una organización que en algún momento se le vio como un patrimonio nacional.

Abel representa el nivel más alto de la degradación política, no sólo porque carece de formación, sino también porque simboliza uno de los mejores ejemplos de la corrupción administrativa en el país, lo cual es el denominador común en el mundo de la politiquería.

Pero en ese mismo escenario están la mayoría de los que hoy se quieren proyectar como líderes nacionales, cuyo nivel de descredito no motiva al ciudadano a creer todo lo que se le dice en tiempo de campana electoral.

La presencia de Abel Martínez en el escenario electoral es el más preocupante llamado para que el país se fije en el camino que lleva el instrumento vital de la política para que la nación pueda lograr la transformación necesaria y transitar de un país que raya en lo salvaje y entrar al mundo de la civilización.

Pero candidatos como Abel Martínez es un mal ejemplo para nuestros jóvenes y viejos, porque representa lo peor del nauseabundo mundo político, cuyo único logro a exhibir es haberse apropiado de lo que no es suyo para entonces buscar dirigir a todos sus demás compatriotas sobre la base de las peores de las distorsiones.

Abel Martínez es el candidato que simboliza el antivalor de aquel que quiere lograr lo que busca a cualquier precio, sin importar las consecuencias.

Los dominicanos estamos en un escenario de grandes preocupaciones en el que nadie le cree a nadie, porque el lenguaje de moda es donde está lo mío.

Abel es un candidato de “juego” que testimonia hasta dónde estamos degradados y sin credibilidad.

Punto.

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Editorial

Un debate que se queda en las buenas intenciones de sus organizadores.

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El debate presidencial entre los tres principales candidatos en las elecciones del próximo 19 de mayo del 2024 representa un escenario que por sí solo no constituye ni genera ningún tipo de esperanza en una democracia con niveles muy alto de descredito.

No importa que hermosos sean los discursos de figura como Leonel Fernández, Abel Martínez y del presidente Luis Abinader, porque hay una expresión que dice por sus hechos los conoceréis.

Habrá alguien que se atreva a decir que aparte de lo que ellos puedan prometer estos tres personajes tienen algo tangible en favor de la democracia dominicana, máxime en el tema más delicado de la vida nacional que es el que tiene que ver con un comportamiento ético.

Este periódico entiende que ello sería vender una mentira que tarde o temprano se confirma una vez más, ya que son tantas sus falencias que no hay forma de que lo dicho por ellos pueda servir para mejorar los niveles de credibilidad de la democracia.

En realidad, es como si se tratara de un circo, donde sus protagonistas no es verdad que motivan una reacción saludable para que se puedan vender muchas boletas y aumentar la asistencia a ese entretenimiento.

Y el problema no radica en la edad, para específicamente hablar de Leonel Fernández, sino con lo que ha sido su conducta, ya que es muy poco lo que se puede creer de lo que dice, aunque lo propio se puede decir de los relativamente jóvenes que están en el mismo entorno como Abel Martínez o Luis Abinader, lo cual lo hace viejos de pensamientos y en consecuencia representantes de la misma cosa.

Es decir, que la juventud de Abel Martínez significa lo mismo, dado que su comportamiento en el escenario político nacional y su vida pública son más contundentes que cualquier otra cosa y que de todo lo que se pueda decir.

El presidente Abinader tampoco tiene la credibilidad suficiente para mejorar  la democracia nacional, entonces siendo así el debate es una herramienta que en este caso sirve de poco.

Y no es que el mismo no sea idóneo siempre y cuando cambien los referentes de los personajes que intervienen en él, sino que su efecto sólo será posible si quienes exponen sus ideas avalan éstas con una conducta que haga creíble lo que dicen.

De otro modo, es como nadar en el mar, dado que el color de la pluma del pájaro no descansa en pintarlo del color que más puede gustar en el escenario donde vuela, sino de aquella que es la natural y que sin importar lo fea que sea no distorsiona  el mensaje fundamentado en la verdad, la originalidad, la transparencia y la formalidad que reclaman las circunstancias.

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Editorial

Policías y militares dominicanos no difieren mucho de los haitianos.

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Si una cosa debe preocupar a la sociedad dominicana tiene que ser el comportamiento de sus policías y militares, porque la gran mayoría no exhibe una buena conducta.

Si se revisa la participación policial y militar en los atracos y robos a mano armada que ocurren en el territorio nacional,  siempre se encontrará la sombre de miembros de los cuerpos armados.

Y si se analizara el problema a partir de lo que ocurre en la frontera, las cosas se complican, porque aparte de que son los militares destacados allí los que permiten la entrada de los haitianos, también fácilmente va a quedar al descubierto que por ahí entra mas que seres humanos, sino  droga,  trata de blanca y miles de actividades ilegales.

Lo complicado del asunto es que el lenguaje que se habla en esa parte del pais es el del dinero dinero, cuyo involucramiento de los militares destacados allí  proviene de los partidos políticos, en los que todo tiene un precio y sólo las cosas caminan cuando cada uno recibe los suyos.

Es decir, que pedir un comportamiento ético y mística en las Fuerzas Armadas y la Policía Nacional es una quimera que no parece tan fácil de lograr.

El país está inmerso en la fiesta de los cuartos y el que no tiene la audacia para buscarlo y repartir se queda fuera de la misma, porque nadie lo quiera a su lado y precisamente así están los cuerpos armados de la nación.

Ahí está la explicación del comportamiento de los miembros de la Dirección Nacional de Migración, quienes están más atentos de las propiedades de los haitianos que de su documentación y si son o no ilegales.

Lo grave del problema es que, aunque muchos superiores hablan todo lo que les viene a la boca cuando se produce un escándalo, lo cierto es que nadie está fuera del botín, cuyos beneficiarios no les importa otra cosa que acumular dinero sin importar las consecuencias e incluso aunque tengan que poner en peligro los intereses de la patria.

Si este comportamiento no es detenido al precio que sea, la República Dominicana va a sufrir un deterioro en su imagen que llegará un momento que el mal va ser muy difícil revertir.

El problema toma cuerpo, porque se profundiza la crisis de valores, pero no parece que el mal pueda ser detenido porque es la mayoría de la gente que anda en la misma onda.

Solo queda observar.

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