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Editorial

La democracia dominicana entre la espada y la pared.

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Los avances institucionales y democráticos de la sociedad dominicana constituyen una mentira, como se puede observar en una serie de detalles, principalmente en el campo electoral.

Regularmente se dice una cosa, pero cuando cualquier persona escudriña se da cuenta de inmediato de que se trata de vender una imagen falsa hacia fuera, pero que la misma evidencia de que no se corresponde con la verdad.

Se trata de una verdadera falsa, la cual obedece a un asunto con profundas raíces culturales y que viene desde el mismo nacimiento de la nación en el año 1844, cuyo modelo de gobierno impuesto en el país fue la democracia representativa a pesar de que de que éste no guarda ninguna relación con un país subdesarrollado.

Esa mentira impuesta desde hace muchas décadas ha representado una verdadera desgracia nacional, lo cual puede ser comprobado con el desastre que hoy representa la Junta Central Electoral (JCE), la cual actúa al margen de las normas jurídicas sobre la materia, cuya función tiene tantas deficiencias que en vez de ayudar a la democracia lo que hace es que la degrada y la atropella.

Para muestra de esta realidad sólo basta un botón, ya que la JCE acaba de admitir que no conoce lo decidido en términos de precampañas electorales por el Tribunal Constitucional.

Es una vergüenza escuchar decir al presidente de la JCE, Román Jáquez, que el Pleno del referido órgano va a proceder a estudiar las sentencias del T.C., lo cual se parece mucho al joven que cruza en un aula de clases por delante del profesor y después le pide disculpa y también aquella muy famosa de que el dominicano le pone candidato a la casa después que le roban.

En realidad, la JCE constituye un gran fiasco de la democracia nacional, cuyos incumbentes no bien llegan a la posición dejan lo suficientemente claro de que no tienen la responsabilidad que demanda el cargo, pero además de que carecen de la formación necesaria para dirigir un órgano tan importante para consolidar la democracia.

Lo más hermoso sería que luego de la resolución de la JCE que amenaza con sanciones en contra de los partidos, el TC le dé la razón a la partidocracia, porque entonces esa circunstancia la legitima para que siga, ya no sólo sustrayendo los fondos que entrega el Estado, sino para que continúe en el camino de acabar con el país.

Este periódico no ha querido entrar en el análisis de las sentencias del Tribunal Constitucional en términos preelectorales, porque en realidad hay que darle la oportunidad a que la JCE consolide su tollo, ya sea dándoles la razón a los partidos políticos o que se desdiga como una forma de reconocer que es un verdadero fiasco nacional.

Y eso que todavía falta mucho por conocer de los errores y los malos pasos de la Junta Central Electoral (JCE), cuyos funcionarios vomitan sus pecados sin que se les pregunte sobre ellos.

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Editorial

El mismo problema de siempre

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Desde hace años en el país ha habido un debate sobre las debilidades más perjudiciales de la sociedad dominicana y entre ellas está la improvisación, la falta de planificación estratégica.

La consecuencia de ese mal es lo que deja como resultado lo ocurrido este martes en la discoteca Jet Set, donde han fallecido unas 124  personas y hay docenas de heridos.

La razón de ser de esta tragedia tiene que ver con el hecho de que en el país no se fiscaliza nada y producto de esa irresponsabilidad del Estado podrían producirse muchas más desgracias como la ocurrida.

En todo el territorio nacional los techos de los edificios, ya sean residenciales o comerciales, están llenos de plantas eléctricas de alto cilindraje y tinacos con un peso que muchas veces no soporta la edificación.

Pero el Estado no reacciona frente esa irregularidad y se verá como en pocos días todo vuelve a lo que es normal dentro del desorden y es que nadie ni mencione lo ocurrido.

Son incontables los edificios que están amenazados de colapsar por esta causa, pero quienes tienen la misión de darle seguimiento a ese peligro sencillamente no lo hacen.

Ahora lo que viene es enterrar a los muertos y que todo lo anormal siga su curso y la gente prepararse para derramar lágrimas en el próximo evento de igual o peor magnitud.

Entonces, siendo así las cosas, la recomendación de este periódico es que este asunto se maneje desde una perspectiva política y  no hay otra opción que el ciudadano se empodere para ver si son posibles los cambios que impidan que estas tragedias ocurran.

Pudiera parecer descabellado el planteamiento al respecto, pero para que por lo menos los riesgos sean menores, porque nunca se estará libre de acontecimientos desagradables como éstos, pero si se promueve una cultura de prevención, los resultados podrían ser totalmente diferentes.

Luchemos por una sociedad donde prevalezca la planificación estratégica, la regulación, la fiscalización y la prevención para evitar todo lo que puede ocurrir por una visión contraria por parte de los que manejan el Estado.

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Editorial

Un tema para pensarlo.

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Sin pretender quitarle importancia al derecho, valor y principio de igualdad, porque se supone que todos somos iguales ante la ley, pero la transferencia de los liderazgos políticos en el país es motivo de una gran preocupación.

En los actuales momentos la democracia nacional está en crisis y cualquiera sin un ápice de buenas intenciones puede convertirse en un líder nacional, porque esas son de las cosas que ocurren cuando un país llega al fondo en lo que respecta a los valores.

La República Dominicana atraviesa por ese trance, ya que hay una famosa expresión que dice que una gota de agua cae tanto en el mismo lugar hasta que hace un hoyo.

Exactamente eso ha ocurrido en el país, dado que ha sido tanta la corrupción y las acciones antijurídicas y anti morales, así como anti éticas que ya la gente parece haberse cansado.

Es de tal magnitud el problema que los funcionarios públicos que provienen de la partidocracia no se conforman con sustraer (50) cincuenta ó (100,000,000.00) cien millones de pesos, sino miles, cuyos mejores ejemplos son encontrados en los casos que están a punto de caer en prescripción extintiva porque ya van a cumplir 4 años de haberse iniciado.

Pero no es solo ese el problema, sino que la partidocracia ahora quiere perpetuar ese mal con dejar como herencia la administración del patrimonio público a sus esposas, hijos y nietos, principales beneficiarios de la sustracción del dinero del Estado.

Los herederos de la partidocracia ya están muy activos en la vida nacional y sólo esperan que sus padres y madres envejezcan para entonces ellos tomar las riendas del Estado para que continúe la fiesta de la que no participa el pueblo dominicano.

El fin de esa interminable parranda solo se llegará si la ciudadanía toma el toro por los cuernos e incluso impide que en el campo de la política partidista las cosas se manejen como si se tratara de una herencia proveniente de la determinación de herederos establecida para cuando el de cujus ha dejado bienes que sus legítimos herederos son sus hijos y nietos.

La partidocracia busca prolongar sus ilegales acciones hasta los más lejanos de sus herederos, mientras el pueblo dominicano no tiene derecho a la salud, la educación y una vivienda digna.

El momento parece haber llegado para decir basta ya y plantear una nueva regla del juego con la entrada de una forma diferente la figura de las candidaturas independientes, la cual parece representar una amenaza para que sobreviva el Estado Social Democrático y de Derecho, dado que algunos de los representantes de la partidocracia ya pretenden atentar hasta en contra de la Constitución de la República, ley suprema de la nación.

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Editorial

Sentencia del Tribunal Constitucional crea clima importante en democracia dominicana.

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Lo primero que debe establecerse es que la sentencia del Tribunal Constitucional sobre las candidaturas independientes representa un paso vital para convertir la democracia nacional en más participativa.

Esta decisión del TC, quiérase o no, permite que el ciudadano se empodere y si lo hace correctamente podría detener la debacle que han impuesto en la sociedad dominicana los partidos políticos, cuya principal misión es promover anti-valores.

 Ante los argumentos de la partidocracia, habría necesariamente que preguntarse y si ellos están tan bien como dicen, por qué tanto miedo con las candidaturas independientes, sobre todo si se entiende que si esta figura jurídica no es aprovechada por ahí podría ser que no venga nada nuevo y que en segundo lugar pueda servir para traer algo peor de lo que tenemos.

Entonces, si es verdad que se trabaja en favor de la sociedad, se impone que no se exhiba tanto miedo, porque si consideran que hacen lo correcto, pues no deben preocuparse.

Es un verdadero contrasentido muchas de las cosas que se dicen, porque si fuera algo que verdaderamente reviste tanto peligro, lo que procede es desmontar su importancia con argumentos con lógicos y despojados de todo mal razonamiento.

En una sociedad cimentada en antivalores no es fácil lograr cambios importantes, pero si la herramienta existe podría venir la reformación integral del Estado dominicano.

Las candidaturas independientes son una tabla de salvación nacional de una sociedad en la que ya no cabe más corrupción, contaminada de los pies hasta la cabeza y lo contrario.

Ahora falta que el ciudadano, vale decir la mayoría de ellos, se despoje de ese fanatismo que tradicionalmente lo ha cegado en favor del partidarismo, a fin de asumir con la toda la responsabilidad posible esta nueva figura que podría cambiar totalmente el escenario político nacional.

 Hace falta que todos nos armemos de coraje y vayamos al Congreso Nacional a defender en las vistas públicas que habrán de anunciarse sobre las candidaturas independientes, ya que no hacerlo sería apostar al fracaso de la sociedad dominicana.

Que se entienda que la pelea está echada y que nadie detendrá las aspiraciones de los amplios sectores de la vida nacional de tener un país mejor,  ya no soportan más corrupción y la negación de derechos, principios y valores constitucionales.

Lo que debe prevalecer en el ánimo nacional es darle vigencia al Estado Social Democrático y de Derecho, a los fines de que prevalezcan los deseos sanos y de verdaderos cambios  del pueblo dominicano por una sociedad mejor.

 

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