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Opinión

De la violencia a la esperanza…

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Por Isaías Ramos

En los últimos años, El Salvador se vio atormentado por altas tasas de homicidios y una creciente sensación de inseguridad que afectaba profundamente a sus ciudadanos. Sin embargo, un nuevo capítulo comenzó a escribirse desde la toma de posesión del presidente Bukele. Un hombre que llegó con un plan de acción, voluntad y determinación para enfrentar la delincuencia y la violencia en este país centroamericano.

El presidente Nayib Bukele presentó un proyecto audaz y ambicioso que buscaba transformar la seguridad nacional, brindando esperanza a una población anhelante de paz y tranquilidad. El «Proyecto Control Territorial» se convirtió en el pilar central de esta estrategia. En lugar de seguir las políticas tradicionales de «mano dura», Bukele optó por cambiar el enfoque hacia soluciones integrales que abordaran las raíces socioeconómicas del crimen, lo que podríamos llamar “mano justa”.

El plan se basó en tres pilares fundamentales:

Ataque a las finanzas de las pandillas: Bukele comprendió que para desmantelar eficazmente las pandillas, era crucial interrumpir su flujo de ingresos. El plan se centró en identificar y perseguir a quienes financiaban las actividades criminales de las pandillas. Esta medida apuntaba a cortar la fuente de financiación que les permitía mantener sus operaciones, incluyendo las empresas involucradas en el blanqueo de dinero proveniente de extorsiones y el crimen organizado.

Recuperación de los centros urbanos: En lugar de enfocarse únicamente en áreas rurales o pequeñas comunidades, el plan se propuso recuperar el control de los centros urbanos, donde las pandillas ejercían una influencia significativa. Bukele aumentó la presencia policial e implementó cámaras de seguridad para disuadir la delincuencia en estas zonas críticas.

Cortar la comunicación en las cárceles: Una parte esencial de su plan estratégico fue cortar la comunicación desde las cárceles, donde se orquestaba gran parte de los crímenes.

El cambio de paradigma que Bukele introdujo representó un enfoque novedoso en comparación con las estrategias anteriores. Abordó las causas fundamentales de la delincuencia en lugar de limitarse a medidas represivas. Esta aproximación integral incluyó la idea de que las pandillas eran una consecuencia de la pobreza, la falta de educación, la capacitación y la igualdad de oportunidades.

La transformación de El Salvador, desde un país azotado por la violencia hasta un lugar más seguro y pacífico, fue un proceso desafiante pero exitoso. Tan exitoso que liberó a más de seis millones de habitantes que vivían como presos en sus hogares y simplemente sometió a no más de setenta mil delincuentes bajo el régimen de la ley y el orden. Esta estrategia de Bukele puede servir como fuente de inspiración para países como el nuestro, naciones que luchan contra niveles de criminalidad nunca antes vistos.

Debemos extraer valiosas lecciones de esta experiencia en curso. Adoptar un enfoque equilibrado que combine medidas de prevención, intervenciones sociales y acciones contundentes contra la delincuencia podría señalar el camino a seguir. El caso de El Salvador nos enseña que el cambio es posible. Al abordar las causas fundamentales de la delincuencia e implementar estrategias que promuevan oportunidades y disuadan la actividad criminal, un país puede transformarse de ser uno de los más violentos e inseguros a uno de los más seguros y prósperos, tal como sucedió con Singapur.

Esta lección debería resonar en el corazón de cada dominicano que hoy se siente derrotado y desesperanzado. Necesitamos un rayo de luz que nos guíe hacia un futuro más seguro y esperanzador. En el Frente Cívico y Social, creemos firmemente que, además de educar, concientizar y disciplinar de manera coherente y persistente, se debe aplicar un régimen de consecuencias que refleje la responsabilidad social de cada individuo. De esta manera, las instituciones pueden mantener la ley y el orden en conjunto con ciudadanos conscientes que están listos para asumir su responsabilidad.

Esta es la única forma en que en el FCS entendemos que los buenos dominicanos podremos recuperar nuestro territorio y volver a transitar nuestras calles, caminos y carreteras sin sobresaltos, miedo o incertidumbre.

 ¡Despierta, RD!

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Opinión

La verdad se comprueba con los hechos.

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Por Elba García Hernández

En los últimos días del presente año 2024 he tenido la obligación y el deber de defender derechos fundamentales ante el Tribunal Superior Administrativo y he podido comprobar lo mal que está el país en materia de justicia.

Los abusos de poder se observan en esta jurisdicción de Derecho Administrativo en cualquiera de las salas que conocen las litis que se presentan entre la administración y los administrados.

Es penoso ver como los abogados repiten como papagayos los mismos argumentos en los diferentes casos que en esta instancia se conocen. Pero peor aún el nivel de los jueces que manejan los casos.

En esta jurisdicción hay un nivel de razonabilidad que sonroja a cualquier profesional del derecho, pero las cosas se complican cuando se examinan las sentencias que emiten los juzgadores de una jurisdicción que está estrechamente vinculada con el Derecho Constitucional.

Es tanto así, que muchos de los jueces están más interesados en penalizar a las partes sobre la base de disposiciones arbitrarias e ilegales de comisionar un alguacil de estrado para que haga nuevas notificaciones y cobrarles a los litigantes por ese concepto hasta 20 mil pesos cuando se trata de conflictos legales que provienen del interior del país.

Cualquiera se forja la impresión de que existe una sociedad para hacer dinero mediante las notificaciones entre los alguaciles de estrados y los magistrados que presiden salas en el Tribunal Superior Administrativo.

Lo preocupante de este asunto es que cuando no se satisface el deseo del juez o del alguacil de estrado, ese disgusto se refleja en la sentencia que emite el tribunal.

Otro detalle importante de lo mal que se manejan algunas salas del Tribunal Superior Administrativo es que se agarran de cualquier detalle insignificante para justificar una sentencia en contra del que no se acoge a la comisión de un alguacil para fines de nueva notificación.

Impresiona, además, el poco nivel de razonabilidad de los que participan de las audiencias que se celebraran en el Tribunal Superior Administrativo.

En realidad, parece un juego de niños, lo cual desmiente los supuestos avances en Derecho Administrativo, porque la verdad es que lo ocurre en esta jurisdicción de la justicia  deja mucho que desear.

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Opinión

No es resentimiento ni frustración.

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Por José Cabral

El panorama que se observa en el país lleva a cualquier persona, por optimista que sea, a sentir que todo se derrumba y que nada tiene solución. No hay un solo estamento estatal que indique que el país transita por un buen camino.

Esto así, porque si al azar se escoge cualquier instancia, pública o privada, fácilmente se llega a la conclusión de que prácticamente todo está perdido. Son prácticamente nulos los referentes que indican que en el futuro se alcanzaría una mejor nación.

El principal fracaso de la sociedad dominicana tiene que ver con el fiasco que representa el Ministerio Público y la judicatura nacional, donde uno apoya la ilegalidad del otro. Es un asunto para mantenerse seriamente preocupado.

En realidad, no se sabe cuál si el fiscal o juez anda peor, pero de lo que sí se puede estar seguro es de que ambos transitan por un camino que solo garantiza el abismo de la nación.

En el país no hay proceso penal que termine de buena manera, pero tanto el Ministerio Público como los jueces recurren permanentemente a decisiones al margen de las leyes que les sirven de sustento.

El Ministerio Público sólo parece ser bueno para manejar casos de importancia mediática, mientras que los jueces se han especialistas en emitir sentencias al margen de las normas y de los derechos, deberes y principios fundamentales.

Es una verdadera vergüenza lo que ocurre en el país, ya que tribunales como el Superior Administrativo, donde el administrado busca liberarse de los abusos de la administración, tiene un nivel similar al de un juzgado de paz. Sus jueces carecen de razonabilidad y muchas veces hasta de sentido común.

En el sistema de justicia nacional se produce una verdadera negación de derechos, pero el hecho de que los jueces no puedan ser procesados por muchos de los casos que fallan, ya que hasta las acciones de amparo no pueden ser interpuestas en contra de los tribunales nacionales, habla claro de la trampa en que está envuelto el ciudadano.

Es decir, que, aunque existe la querella disciplinaria, la recusación e incluso la prevaricación, es una batalla como aquella siempre citada entre el huevo y la piedra, porque la complicidad se extiende de un lado a otro sin excluir a prácticamente la totalidad de los actores del sistema de justicia.

Adentrarse en el comportamiento de la justicia y del Ministerio Público es una razón determinante para frustrarse o resentirse, aunque, naturalmente, este mal debe combatirse con herramientas que tal vez algún día surtan efecto.

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Opinión

El impresionante resbalón del Escogido

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Por Nelson Encarnación

Algunas personas han llegado a afirmar que el juego de béisbol no es un deporte, sino un pasatiempo que sirve de entretenimiento a toda la familia, la que puede tener un importante consumo mientras transcurre un partido de nueve entradas, por lo general lento.

Sin embargo, somos más los que sostenemos lo contrario, no porque seamos fanáticos o seguidores, sino porque una contienda en la que medie la aplicación de estrategias no puede ser un simple pasatiempo.

Las estrategias son fundamentales en el juego de pelota, sin las cuales el resultado no puede ser el esperado, aunque no siempre estas funcionen. Como en toda actividad humana, inclusive en la guerra.

Hechas estas disquisiciones, pasamos a no entender qué ha provocado el impresionante descalabro, el resbalón sin final que ha abatido a los Leones del Escogido.

No se explica que un equipo que en los primeros 20 juegos del presente campeonato obtuvo quince victorias, haya caído a un abismo, tan profundo que, al día de hoy, está en la peligrosa ruta de quedar fuera de la siguiente ronda.

Es como estar con respiración asistida, mantenerse vivo gracias a la buena fortaleza física que se acumuló—15 victorias contra 5 derrotas—, pero no suficiente como para rebasar de manera exitosa un estado comatoso.

¿Qué hará la gerencia del equipo capitalino para tratar de revertir la ruta hacia el fondo? No preveo una opción, sobre todo, al recordar lo declarado hace un par de años por uno de los dueños del “Duro de matar”.

¿Qué dijo ese ejecutivo? Que al equipo le es económicamente más rentable quedar fuera en la serie regular que pasar a las siguientes. Algo así o algo peor, según recuerdo.

Cuando leí aquello tuve que remontarme a los pleitos con mi difunto padre—liceísta furibundo—que no asimilaba derrota frente al “eterno rival”, y yo, como escogidista, le daba la cuerda, corriendo riesgo de unos correazos por irreverente. De este tamaño ha sido mi escogidismo.

¿Hay escasez de cartera en la gerencia del equipo rojo? No lo creo. ¿Falta estrategia para la ofensiva? Lo creo un poco. ¿Cayó por un barranco irrecuperable el pitcheo de los Leones? Me quedo con esta.

Frente al despeñadero actual, los rojos no tenemos muchas esperanzas. Y por favor, no echemos la culpa al mánager Pujols.

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