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La televisión pública herramienta útil para promover dominicanidad y renglones más importantes de la economía nacional.

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Por Elba García

Desde hace muchos años, pero sin los esfuerzos que este tipo de propuesta requiere, Blue National Group Foundation (Bluenagroup), la cual tiene su sede en Santiago, segundad ciudad en importancia de la República Dominicana, ha planteado la necesidad de que en el país se desarrolle la televisión pública.

El proyecto en este sentido ha sido presentado a algunos niveles de la sociedad dominicana, pero, realmente, el mismo requiere de una mayor creación de conciencia al respecto.

En una gran cantidad de países del mundo, sobre todo en aquellos con un gran desarrollo de sus economías, se invierte mucho para promover y crear este tipo de televisión, que a diferencia de los que mucha gente cree no se trata, porque no es lo mismo, aunque se parezca, que hablar de aquella definida como gubernamental.

Hay muchos ejemplos de lo que es una buena televisión pública, como por ejemplo los canales PBS de los Estados Unidos, entre los que se encuentran el 13, el 16 y el 25, entre otros, los cuales están dotados de una programación envidiable, pero además se encuentran muy buenos ejemplos en Inglaterra, Francia y Alemania.

BBC de Londres

Quizás la mejor muestra de la televisión pública puede ser considerada la BBC de Londres, la cual es, sin lugar a dudas, un prototipo de cualquier proyecto en esta materia que se quiera desarrollar en el mundo.

En el caso de la República Dominicana nunca ha existido la televisión pública a partir del concepto que mejor la define y proyecta, el cual deja claro que no es lo mismo que la gubernamental, en cuyo contexto, por ejemplo, se encuentra Radio Televisión Dominicana (RVTD).

Uno de los grandes obstáculos para que un país disfrute de una verdadera televisión pública es el impacto que tiene la política partidista en este tipo de proyecto, ya que una serie de vicios son llevados a las estaciones que son manejadas por el sector oficial o el Poder Ejecutivo.

La televisión pública tiene que ser una gran aliada del respeto del derecho a disentir y no convertirse en un instrumento para promover, principalmente, la obra que desarrolla el gobierno de turno, lo cual se inscribe en el contexto de la gubernamental.

En lo que respecta a Radio Televisión Dominicana (RTVD) nadie puede negar y caer en la mezquindad de no reconocer que luego de la designación de Iván Ruiz al frente de la misma las cosas han cambiado en por lo menos su línea gráfica, lo cual representa un gran crecimiento, pero se puede asegurar que resulta casi imposible encausar este canal en lo que sería una auténtica televisión pública por los escollos que aparecen en el camino.

Podría decirse que es prácticamente imposible erradicar la politiquería de una estación como RTVD, porque mientras los partidos tengan la incidencia que siempre conservan en este tipo de instancia, muy difícilmente se pueda alcanzar el propósito de que el país pueda disfrutar de una verdadera televisión pública.

La televisión pública significa promover y vender de la mejor manera los valores nacionales y los renglones de la economía como el turismo y las remesas que provienen de los dominicanos que viven en el exterior.

Lo que habría que preguntarse si ello es posible lograrse a mediano o largo plazo cuando hasta para la escogencia de quienes dirigirán ese proceso interviene generalmente la politiquería, lo cual quiere decir que un buen técnico puede durar en la dirección de Radio Televisión Dominicana lo que dura una cucaracha en un gallinero.

No obstante, nadie puede negar que en los actuales momentos RTVD es lo que más se puede parecer a la televisión pública por lo menos en la calidad de su línea gráfica, aunque ese es un elemento que no determina que el país esté frente a una verdadera televisión pública en función del concepto con que se maneja este tipo de televisión donde existen los mejores ejemplos al respecto.

En esa virtud, se impone que en el país se continúe el trabajo para tener una verdadera televisión pública que sirva para promover las artes, el espectáculo y la cultura en general y de igual modo la democracia y los valores que la caracterizan.

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La ilegitimidad arropa democracia dominicana en virtud de alta abstención ante la elección de nuevas autoridades.

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Este domingo 19 del 2024 se celebraron las elecciones generales para escoger al presidente, vicepresidente y los senadores y diputados de la República Dominicana, cuyos resultados no dejan dudas de que la ilegitimidad ha llegado a la democracia nacional.

Igual situación se produjo durante las elecciones municipales del pasado mes de febrero en las que fueron escogidos los gobiernos locales o municipales y cuya mayoría de los alcaldes y regidores, aunque son legales, pero carecen de la legitimidad que exige cualquier democracia del mundo a fin de garantizar la gobernanza y la gobernabilidad.

La Junta Central Electoral (JCE) con casi todas las mesas escrutadas contabiliza a favor del Partido Revolucionario Moderno (PRM) y su candidato a la reelección Luis Abinader dos millones 484 mil 38 votos para un 57.46 por ciento, Leonel Fernández con 1,247.887 para un 28.85 por ciento y Abel Martínez 449 mil ciento ochenta y ocho votos para un 10.39, cuya proyección indica que es posible que la abstención sea de casi un 50 por ciento a partir de que la cantidad de registrados era 8,105, mil 151 sufragantes.

De hecho, en las comunidades en el exterior la abstención ronda los 70,80 y 90 por ciento, cuyo descontento de los dominicanos que viven fuera del país ha dejado claro el disgusto que sienten con la forma en que se manejan los gobiernos nacionales.

Otro elemento a resaltar es el voto en blanco, cuya expresión electoral apoyó y promovió este periódico y hasta el momento alcanza alrededor del uno por ciento, constituyéndose en una reacción interesante del votante.

Todavía faltan por contabilizar algunas mesas electorales, pero las provenientes de los lugares con mayor cantidad de votantes ya han sido contadas, lo cual parece producir un mensaje de advertencia en contra de los partidos políticos que se han convertido en el “negocio” más antiético y rentable de la sociedad dominicana.

Los observadores internacionales han vuelto a denunciar que en las elecciones de ayer domingo se produjeron una serie de irregularidades que detallarán en el momento correspondiente, pese a que destacaron el civismo mostrado por los dominicanos.

   Igual denuncia hizo Participación Ciudadana que reveló que nueva vez se produjeron la compra de votos y la instalación de lugares para estos fines y para hacer proselitismo durante el proceso de votación, cuyo principal responsable ha sido el Partido Revolucionario Moderno (PRM), pero sin quitarle  responsabilidad, aunque no del mismo nivel,  a la Fuerza del Pueblo y el Partido de la Liberación Dominicana.

Cada proceso electoral envía un mensaje de que el sistema de partido ha entrado en crisis y como se ve el que sale más beneficiado y que a veces da la impresión de que no es impactado por la crisis es el oficial, el cual cuenta con los recursos del Estado para vender una percepción diferente y que no tiene nada que ver con la realidad.

Una muestra de la desesperación de la gente es que el votante se agarra de cualquier discurso sin sentido y ligado a un pasado tenebroso, como el esgrimido por Roque Espaillat, candidato presidente del Partido Esperanza Dominicana (PED), propiedad de Ranfis Domínguez Trujillo, nieto del sanguinario dictador Rafael Leonidas Trujillo Molina, quien se apoya en un discurso supuestamente nacionalista y ético.

Roque Espaillat, quien proclama que no le interesa el pasado, sino el presente, posiblemente para no tener que abordar los horrendos crímenes cometidos por la dictadura y de ese modo borrar una historia que tiene que ver con los más grandes sufrimientos de los dominicanos, obtuvo un 1.34 por ciento, algo más de cincuenta mil votos y con cuya votación ha desplazado en esta materia a los partidos de la llamada izquierda y otros como el Revolucionario Dominicano que ahora pasa a convertirse en  minoritario en manos de Miguel Vargas Maldonado.

De entrada, se puede asegurar que la baja votación de las comunidades del exterior, donde las elecciones han sido un verdadero fracaso y lo ocurrido en el territorio nacional, donde han surgido figuras electorales desconocidas en el país hasta el momento, como el voto en blanco, envían un mensaje a los partidos políticos, que son los responsables de la gran tragedia nacional, de que las cosas van en camino de cambiar.

Ahora mismo los partidos, sobre todo los que ganaron las elecciones como el PRM, sólo hablan del por ciento sacado en unas elecciones que no representan necesariamente la voluntad de la mayoría de los dominicanos, sino de una minoría que ha sido incorporada al sistema corrompido de la política vernácula.

Sin embargo, falta esperar que se difundan todos los resultados para entonces valorar la gravedad del fenómeno de la falta de legitimidad y lo que ello podría significar para la democracia dominicana, la cual se promueve más con una falsa percepción que con la realidad.

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Este domingo 19 la democracia tiene una prueba de fuego ante su falta de credibilidad y confianza frente al ciudadano.

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La República Dominicana entra en la culminación de las elecciones generales para escoger las autoridades nacionales en un panorama que desdice mucho de los partidos políticos.

A partir de este jueves el país llega a la etapa culminante de un proceso electoral en el que se escogerán el presidente y el vicepresidente de la Republica, así como de los senadores y diputados en medio de un ambiente que genera serios y profundos cuestionamientos a los partidos políticos en sentido general.

Aunque no luce que pueda haber alguna sorpresa en los comicios, pero los mismos dejan una gran estela de duda en lo que respecta a la permanencia con la fuerza de siempre de unas organizaciones que nadie pone en duda de que se trata de los principales responsables del desastre que hoy representa la democracia.

Es una realidad que hace ver con mucho pesimismo el futuro de la democracia nacional, la cual adolece de una serie de debilidades, sobre todo en lo referente a la institucionalidad del país, que no parece existir alguna fórmula que pueda renovar la credibilidad de estas organizaciones.

En la contienda que termina el domingo con el depósito del voto ciudadano, no hay una sola de las propuestas que merezca la confianza de los amplios sectores de la vida nacional, pero ante la carencia de un liderazgo nuevo, lo que se espera que se renueve la dirección del Estado en favor del actual presidente y aspirante a la reelección Luis Abinader.

Pero si se diera una mirada un poco más larga, es decir, hasta el 2028, muy probablemente en la política dominicana se hable un nuevo lenguaje y aparezcan nuevas caras, porque los que se  ven en el escenario en los actuales momentos no representan ninguna garantía de la solución de los problemas del país.

De los tres principales aspirantes, Luis, Leonel y Abel, no se puede colegir ni la más remota posibilidad de enfrentar la gran problemática nacional de seguridad pública y ciudadana, de salud, educación y desempleo, entre otros problemas, una salida que enderece los destinos nacionales, ya que la capacidad de éstos de hacer algo nuevo está completamente agotada.

La decepción de la gente no se sólo se puede medir con la baja participación en las pasadas elecciones municipales, sino con la actitud del votante frente a la campaña proselitista de los diferentes partidos que buscan tener o continuar con el control del Estado.

El asunto luce tan preocupante que las contiendas electorales eran consideradas verdaderos carnavales en el país, pero ahora es poco el entusiasmo que se observa en la mayoría de la población, cuya explicación está en que se trata de más de lo mismo.

La cuestión es que pasan los años y las décadas y las precariedades de la gente es mayor, cuya deficiencia de las dificultades nacionales en vez de disminuir aumentan sin ninguna posibilidad de mejoría.

Es como si el tiempo no pasara y en virtud de esa realidad la gente siente que no tiene escapatoria, ya que cuando se invierte en lo que aparenta ser una obra interesante, sus deficiencias la delatan y como vía de consecuencia se profundiza la falta de credibilidad de la gestión pública.

Ahora mismo el reto más grande de los políticos del patio es recuperar parte de su credibilidad a través de la transparencia y la capacidad para manejar los problemas nacionales, pero ello no parece que pueda llegar tan lejos que fortalezca la democracia nacional, porque la principal dificultad descansa en que se trata de una conducta que tiene implicaciones profundamente culturales.

Todo parece indicar que las elecciones no constituyen un episodio que ni remotamente pueda ser un mecanismo para cambiar el rumbo nacional y convertir a la sociedad dominicana en una con la fortaleza y la capacidad para transformar totalmente la nación.

Todo el mundo puede estar seguro de que después de contado los votos la nación retorna a la misma rutina de siempre, en la que ganadores y perdedores retoman su principal arma para hacer política, como son la demagogia y la falta de transparencia, dotada de un alto perfil de fanatismo en favor de aquellos que se niegan a dejar que llegue, aunque sea una migaja, a los que no tienen nada, absolutamente nada.

Sin lugar a dudas, que el dilema que plantean las elecciones de este domingo 19 de mayo consiste en retornar la confianza con acciones eficientes y creíbles  en el votante o en su defecto continuar el camino del descredito de la democracia y que como consecuencia predomine más la falta de legitimidad de los elegidos, lo cual constituye un grave obstáculo para la gobernanza.

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El sistema político-electoral dominicano ha entrado en crisis y las elecciones municipales fueron un espejo de ello..

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Ya algunos articulistas nacionales han calificado el fenómeno como un eco silencioso en el escenario político nacional o como un grito de cambio en silencio, que más bien es una respuesta de los ciudadanos inconformes.

Uno de esos articulistas es Pavel De Camps Vargas, especialistas en tecnología de la comunicación y la información y quien en un escrito aparecido en algunos diarios nacionales, impresos y digitales, planteaba que en un mundo donde la política a menudo parece estar en un callejón sin salida, el voto en blanco emerge como una poderosa herramienta de expresión democrática, cuya visión comparte La República.

Lo cierto es que en una diversidad de democracias de diferentes lugares del mundo, el voto en blanco es la clave para revitalizar el sistema electoral y en consecuencia en la República Dominicana podría pasar lo mismo, sobre todo frente a la creciente desafección política y la alta abstención electoral.

Exactamente como lo ve el articulista citado, en las recientes concluidas elecciones municipales del mes de febrero un número significativo de dominicanos eligió no votar, cuya abstención no se traduce en una apatía, sino más bien en un espejo de la desilusión que se nos viene encima, que hoy es una realidad innegable, lo cual parece presentarse también en las presidenciales y congresionales, siempre de acuerdo a lo que se observa en las encuestas y sondeos que los  medios de comunicaciones tradicionales y digitales realizan en las calles de las diferentes ciudades del país.

La realidad es que en las actuales circunstancias el ciudadano no se siente representado por las opciones en la boleta electoral, en cuyo escenario el voto en blanco cobra relevancia, como un medio para expresar una desaprobación constructiva.

En el contexto de los países latinoamericanos, el voto en blanco ha sido una herramienta de cambio, ya que incluso si obtiene la mayoría tienen que repetirse las elecciones con nuevos candidatos, si es que surgen.

Colombia es un referente importante en esta materia, dado que constituye una declaración potente de que ninguno de los candidatos merece el voto, pero igual ocurre en Francia, donde éste se cuenta separadamente, como una forma de reconocer la inconformidad política.

Canadá es, máxime en algunas zonas de ese país de norteamérica, donde es posible votar efectivamente en contra de todas las opciones presentadas.

Dice el articulista citado en este trabajo por considerado de una gran importancia política en la circunstancia que vive la República Dominicana, que en Kazajistán la opción del voto en blanco está incorporada en las papeletas de votación.

Según el trabajo citado, esta opción fue utilizada originalmente en la elección presidencial de 1991 y fue oficialmente introducida en la ley electoral en 1995.

Mongolia aprobó una ley electoral de 2015 que dispone que si el voto en blanco supera el 10% y ningún candidato obtiene una mayoría absoluta, se pueden convocar nuevas elecciones.

Estos ejemplos sirven de base para que se vea como diferentes países del mundo manejan el voto en blanco o la opción de «ninguno de los anteriores», y cómo, en algunos casos, pueden tener implicaciones significativas en los resultados electorales, hasta el punto de poder requerir la repetición de elecciones

Al ser una realidad esta opción en el marco de la democracia, el voto en blanco es un instrumento que permite a los ciudadanos expresar su descontento con las opciones presentadas, lo cual implica exigirle una mayor responsabilidad y transparencia a los partidos políticos, los cuales en el país son un verdadero desastre.

 No hay que ser un experto para entender que la República Dominicana es un país donde una parte significativa de la población se siente marginada por el sistema político actual y en tal virtud el voto en blanco podría ser la llave para una democracia más inclusiva, participativa y representativa.

El ciudadano dominicano tiene que buscar una forma, que muy bien puede ser a través del voto en blanco para el cambio, el cual podría ser un catalizador, como muy bien lo plantea el articulista citado,  a fin de motivar a los partidos políticos a presentar candidatos y propuestas que realmente resuenen y conecten con el electorado.

De manera, que el voto en blanco, el cual debía ser incorporado a las leyes del régimen electoral,  podría ser el despertar de un nuevo capítulo democrático, donde cada voto cuente y cada silencio tenga un eco.

El periódico La República considera que el voto en blanco no es un signo de derrota, sino de esperanza y de fe en la posibilidad de una mejor representación política.

Este planteamiento es un llamado de un articulista, quien evidentemente no parece tener ningún compromiso con la vieja política, a los líderes y partidos para que se alinean más estrechamente con las aspiraciones y necesidades de su pueblo.

 El voto en blanco podría significar en la República Dominicana, el principio de una nueva era democrática, donde el silencio se convierta en una voz potente para el cambio y la renovación política.

Esta opción del voto en blanco es más que un simple espacio en una papeleta electoral como bien lo plantea Decamps Vargas, porque en verdad se trata de un llamado y un desafío a la complacencia y un recordatorio de que la democracia es un proceso en constante evolución.

Esta práctica electoral de asumirse en el país desde la perspectiva que se ha acogido en otras naciones, permite abrir un nuevo capítulo en una nación como la República Dominicana, donde el sistema de partidos ha colapsado y parece que se acerca su fin, lo cual permitiría reescribir la historia política nacional.

 La República comparte el criterio de que el voto en blanco podría ser, efectivamente, la nueva alternativa democrática que redefina el futuro político del país.

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