Editorial
Un Crecimiento Economico que no se Refleja en el Pueblo.
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12 años agoon
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LA REDACCIÓNEl Banco Central de la República Dominicana tiene acostumbrado al país a unos números, niveles de crecimiento y baja inflación que nadie entiende, porque amplios sectores de la vida nacional no son beneficiarios de esas bondades de la política económica del Gobierno.
El anuncio de que la economía dominicana crecerá un 3 por ciento en el año 2013 es como hablarle en chino a la mayoría de los dominicanos, sobre todo cuando el Banco Central sostiene que en los próximos 12 meses la República Dominicana sólo tendrá una inflación de un cinco por ciento.
Estas afirmaciones del Banco Central hace que cualquier persona, no necesariamente los que permanentemente estudian el comportamiento de la economía, sino el ciudadano que sólo recibe el impacto del déficit público o del superávit que se pueda lograr en el país, a través de la compra de los artículos de la dieta diaria y de los precios que se imponen en el mercado del transporte público, en virtud de que son instrumentos que ellos necesitan para su sobrevivencia y para su movilidad de un lugar a otro, se quede estupefacto.
El Banco Central fundamenta el crecimiento que tendremos en el 2013 en la estabilidad relativa del mercado cambiario, la solvencia de la banca nacional, la rentabilidad, los bajos niveles de morosidad, así como por los adecuados niveles de provisiones de carteras vencidas, la expansión del crédito privado registrado en los últimos años, la recuperación de la economía de los Estados Unidos al cierre del 2012 y por el aumento de las reservas internacionales del país, entre otros factores.
Desde hace muchos años que en el país hay una expresión que dice que el papel lo coge todo, sin que necesariamente se diga la verdad.
Hablar de crecimiento y de baja inflación sobre la base de tecnisismos económicos en el país de la especulación y el agiotismo, es como asegurar que un prostíbulo es un templo o que una mujer estéril y que nunca tuvo hijos es una excelente madre.
Principalmente en un año como el 2013 que comienza la puesta en ejecución del paquetazo o reforma fiscal, el cual es altamente inflacionario.
Los números que ofrece el Banco Central hace pensar que el gobernador del organismo responsable de la política económica, monetario y financiera se ha equivocado y ha ofrecido un diagnóstico que no corresponde a la República Dominicana, sino a cualquier otro país donde las posibilidades de sobrevivir son mucho más viables
Decíamos que las autoridades del país nos tienen acostumbrados a estos números que nadie entiende, porque recordemos cuando el presidente Leonel Fernández ofreció su discurso en el año 2007 en la Asamblea Nacional, en el que reveló que se había producido un extraordinario aumento del Producto Interno Bruto y que el renglón que más había crecido era el de las telecomunicaciones.
De manera, que el presidente de entonces Leonel Fernández les estaba diciendo a los dominicanos que la economía nacional había crecido sobre la base de un fraude en contra de la sociedad dominicana, en razón de que el principal producto de las empresas de las tele-comunicaciones son las llamadas tarjetas pre-pagadas, las cuales son muy utilizadas por nuestra gente para no tener tarifas fijas en sus celulares.
Lo que la mayoría de la gente no sabe o por lo menos no rechaza es que esas tarjetas de llamadas es el principal fraude que cometen las compañías que las ofrecen en contra de las grandes mayorías nacionales, ya que se estima que alrededor de seis millones de dominicanos usan las mismas de una población de diez millones de personas.
Este informe del Banco Central no es más que una repetición de esas informaciones que necesariamente no se corresponden con la verdad, porque hablar de una inflación de un cinco por ciento en la República Dominicana, primero habría que dotarse de una nariz mucho más grande que la de Pinocho.
Recordaremos un anécdota sobre la inflación en la República Dominicana: Un ciudadano panameño que se desempeña como piloto de una línea aérea norteamericana que viaja regularmente al país narraba que él cuando se queda en los hoteles dominicanos se ubicaba en un lugar que pudiera mirar hacia la calle para observar a cada dominicano que pasara por ahí para preguntarse en silencio y cómo sobrevivirá ese señor o señora en un país que es el más caro del mundo, incluyendo a los Estados Unidos y Europa.
Lo que pasa es que en la República Dominicana el crecimiento y la inflación se miden sobre la base de variables que no se corresponden con la realidad, sobre todo porque esos números tienen un trasfondo politiquero, sólo buscan favorecer el posicionamiento del presidente de la República y del partido que está en el poder.
Por esta razón el Banco Central se pasará décadas hablando de un crecimiento económico que no tiene nada que ver con la verdad, porque incluso hasta la propia estabilidad o crecimiento macroeconómicos sólo pueden ser atribuibles al contrabando, el lavado de activos, el narcotráfico y naturalmente a los inversionistas que llegan al país, no por una política de captación de nuevas inversiones de las autoridades nacionales, sino por el interés espontáneo de inversionistas extranjeros que se enamoran de la República Dominicana por sus bellezas naturales y por el don de gente de los criollos, muchos de los cuales terminan chantajeados o frustrados por la falta de ética de los funcionarios públicos y por la debilidad de las normativas legales.
El crecimiento económico que supuestamente tiene el país y los niveles de inflación de la República Dominicana no son más que otro elemento del fraude, el engaño y la manipulación oficial en contra de una sociedad llena de ignorancia y de poca conciencia ciudadana.
Esa es nuestra gran tragedia nacional.
El presidente de la Suprema Corte de Justicia, Luis Henry Molina, ha pronunciado un discurso con motivo del “Día de Poder Judicial” sobre un tema en el que ha sido recurrente, en el sentido del daño que causa la mora judicial.
Y ciertamente es así, porque este periódico ya lo ha planteado de que justicia tardía no es otra cosa que denegación de justicia, lo cual lesiona peligrosamente el Estado de Derecho.
Sin embargo, independientemente de la importancia de este tema, este periódico entiende que el magistrado Molina debió también referirse a otros aspectos que también han erosionado todo el sistema de justicia.
Nos referimos a las sentencias manipuladas de los tribunales ordinarios, las cuales muchas veces obedecen a razones de negligencia, ineptitud e incluso de complicidad de muchos juzgadores que todavía desempeña su función con un trujillito dentro, lo cual no es casual, sino normal por tratarse de una nación que han sido muy marcada por las dictaduras.
Sería bueno preguntarle al magistrado Molina si tiene o no conocimiento de que en lo que respecta a la región del Cibao el Estado de Derecho en el sistema de justicia se muerte a partir del kilómetro 9 de la autopista Duarte, lo que hace presumir que lo mismo ocurre en las zonas del país.
Pero desconoce el magistrado Molina que las violaciones del Estado de Derecho por parte de los tribunales del interior, principalmente del distrito judicial de Santiago, implican hasta la negación de derechos fundamentales que no respetan el derecho constitucional y convencional.
Sabía usted, magistrado, que en Santiago hay tribunales penales y civiles que les niegan a muchos justiciables hasta el derecho a recurrir y los cuales son víctimas de un comportamiento, que no sólo debe examinarse a través de los recursos jurisdiccionales como la casación, sino también mediante de una labor de seguimiento del Consejo del Poder Judicial.
Esta preocupación no le quita legitimidad al tema de la mora judicial, pero este periódico entiende que hay otras aristas que deben ser incluidas por el Consejo del Poder Judicial si de verdad se quiere combatir los motivos que erosionan la credibilidad de todo el sistema de justicia.
Tanto la moral judicial, la ineficiencia y el abuso de poder de muchos jueces son temas que deben ir de las manos para que simultáneamente estas debilidades sean expulsadas de un sector tan vital para la democracia nacional.
En este 2025 se repite lo mismo de los años pasados en lo que respecta a crear falsas expectativas en la gente pobre de la nación, cuyos anhelos y sueños están fundamentados, más que en cualquier otra cosa, en un poder proveniente del más allá que tiene su razón de ser en creencias mágico-religiosas.
La República Dominicana y el mundo occidental se apoyan para proyectar prosperidad y bonanza económica en un paradigma que consiste en una percepción que nunca tiene nada que ver con la realidad.
En este contexto hay que ver el crecimiento económico sostenido del país, el cual no tiene ningún impacto en los niveles de pobreza y de desigualdad social, porque los que se llevan los beneficios del mismo son unos grupos económicos enquistados en la macroeconomía.
En estos momentos ya prácticamente no queda ningún margen para que se pregone que la República Dominicana ocupa niveles importantes de crecimiento y desarrollo.
Por esta razón, el 2025 no pinta nada bueno debido a que los niveles de endeudamiento ya es un tema de gran preocupación nacional, porque por lo que se ve los gobiernos que ha tenido el país, incluido el actual, se han inclinado por la vía más fácil, que no es otra que coger dinero prestado con una calidad de gasto que deja mucho que desear.
Las autoridades nacionales no han priorizado el aumento de la producción nacional para satisfacer el mercado interno y al propio tiempo aumentar las exportaciones para generar las divisas que necesita el país para cumplir con su balanza de pagos.
Todo lo contrario, hay un empeño de coger prestado todo lo que aparezca, sin importar consecuencias, lo cual coloca la nación en tener que utilizar un 25 por ciento de su presupuesto para el pago de intereses de una deuda que ya alcanza más del 60 por ciento del producto interno bruto.
En esas condiciones, no se puede ser optimista en el año que acaba de hacer su entrada, el 2025, cuando el país se encamina hacia un cuadro parecido al sufrido por naciones hermanas como Puerto Rico, Grecia y Argentina.
Quién es tan osado en la República Dominicana para pensar que ante lo que ocurre puedan venir cosas buenas en el 2025, sobre todo porque esa política de endeudamiento no tiene la tendencia a bajar, sino a subir.
De modo, que el 2025 es un año que más que traer cosas buenas, podría representar una mayor profundización de la pobreza y de la delincuencia como consecuencia de la exclusión social y de la mala distribución de las riquezas nacionales.
Pero, además, habría que preguntarse si hay reales esperanzas de que en el país disminuya la corrupción administrativa cuando ese es un mal consustancial con la forma de involucrarse con el Estado, pese, además, que es un flagelo que trasciende del sector público al privado y penetra en todos y cada uno de los ámbitos de la vida nacional.
Es importante recordar que el Producto Interno Bruto del país descansa en dos renglones como son el turismo y las remesas, ambos resultados, primero de las riquezas naturales de que ha dado sido dotada la nación y el segundo, resultado de los dominicanos que han tenido que irse del país por no tener oportunidades para disfrutar de una vida más digna en las tierras que los vio nacer, lo cual indica que esos dos polos de la económica nacional no están asociados necesariamente a una buena gestión de gobierno, sino a razones muy diferentes, cuyas abusivas autoridades los que persiguen hasta en el exterior, donde están asentadas las comunidades de criollos fuera del país, es explotarlos inmisericordemente para llenarle el bolsillo a uno de sus protegidos y un buen ejemplo al respecto es el consulado dominicano en Nueva York, el cual es un botín de los dirigentes del partido en el poder, sin importar su color o cuál sea.
Editorial
Las candidaturas independientes es un riesgo que necesita la democracia nacional.
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2 semanas agoon
diciembre 22, 2024La sentencia del Tribunal Constitucional permite que en el panorama político dominicano tenga vigencia la figura de las candidaturas independientes.
Esta decisión sí que impacta de una forma importante la democracia nacional, la cual está agonizante por la conducta de los actores del sistema de partidos tradicionales.
Quién le puede quitar el carácter de depredadora de la partidocracia, la cual se aprovecha de todo y lleva inexorablemente al país a otra Grecia, Argentina o Puerto Rico.
Los robos del patrimonio público no son moderados, lo que de ninguna manera es aceptable, dado que los políticos tradicionales no se conforman con cien millones de dinero del pueblo dominicano, sino que hacen hasta lo imposible para sustraer miles de millones.
Para ilustración al respecto, los ejemplos están a la orden del día, con el agravante de que los que hacen turno desde la oposición sólo persiguen apoyarse en la expresión muy popular que dice: “quítate tú, pa ponerme yo”.
Ahí están los ejemplos de Danilo que se peleó con Leonel por esa causa y ahora la de Abinader que reproduce en muchos aspectos la misma conducta de los dos primeros.
Si bien es cierto, que la crisis de valores de que adolece el país podría llevar al poder a cualquier degenerado que se proyecte como buena gente, lo cierto es que las candidaturas independientes es un mecanismo más democrático y participativo,
Es decir, que aun en el caso de que la figura de las candidaturas independientes conlleve riesgos, pero lo cierto es que es una vía más acorde con el proceso de democratización de la política, sobre todo en Latinoamérica, donde hay profundos antivalores que ponen en peligro la cultura cívica, moral y ética de estos pueblos.
De manera, que La República promueve un apoyo masivo, abierto y sin reservas a la decisión tomada por el Tribunal Constitucional, porque esa sentencia abre un camino importante hacia la democratización, la participación, el adecentamiento y el mejoramiento de los niveles de institucionalidad del Estado dominicano.
El reto está echado. Manos a la obra.