Bogotá, EFE, .-El presidente de Bolivia, Evo Morales, se dispone a dar una vuelta más de tuerca a la ambición reeleccionista que varios gobernantes latinoamericanos han exhibido durante las últimas décadas con diferentes resultados, y a lograr el récord continental de tiempo en el poder.
Los bolivianos están convocados el próximo domingo a las urnas para decidir si un presidente puede ejercer tres mandatos consecutivos, en un referéndum impulsado por Morales para modificar la Constitución que él mismo promulgó en 2009 y poder presentarse a las elecciones de 2019, para lo que sería en realidad su cuarto mandato.
El también líder sindical de los cultivadores de hoja de coca en Bolivia es el presidente americano que más tiempo lleva en el poder -desde enero de 2006-, seguido de los gobernantes de Ecuador, Rafael Correa, y de Nicaragua, Daniel Ortega, quienes también propiciaron la modificación de las Cartas Magnas de sus respectivos países con el fin, entre otros, de posibilitar su reelección presidencial.
Si Morales puede presentar su candidatura presidencial en las elecciones de 2019 y las gana, se convertiría en el gobernante americano contemporáneo con más tiempo en el poder después del que fuera jefe del Estado de Cuba durante más de 40 años, Fidel Castro, tras el triunfo de la revolución cubana.
La mayoría de países latinoamericanos hasta principios del presente siglo restringían o limitaban constitucionalmente de diferentes modos la reelección presidencial, en modelos más próximos al de EEUU, donde está limitado a dos los mandatos presidenciales consecutivos, que a las democracias europeas, en las que no suele regir limitación alguna al respecto.
En la cima del malabarismo constitucional para permanecer en el poder se sitúa el actual presidente nicaragüense, quien se presentó a la reelección en 2011 y resultó electo, en contra de los establecido por la Constitución vigente a la sazón, que se lo impedía taxativamente.
Durante su segundo mandato, en 2014, Ortega consiguió modificar la Constitución, establecer la posibilidad de reelección presidencial indefinida, y ya va a cumplir 10 años consecutivos en el poder bajo un sistema político que difícilmente ofrece posibilidades a la alternancia en el Gobierno.
En Ecuador, donde no se podían ejercer dos mandatos presidenciales consecutivos, Correa ha cambiado dos veces la Carta Magna para introducir cambios que posibilitaron su reelección en 2009 y en 2013, y finalmente ha instituido la posibilidad de reelección presidencial indefinida, aunque esa modificación no le beneficia a él, por ahora.
El fallecido expresidente de Venezuela Hugo Chávez hizo un importante cambio constitucional que le habría permitido perpetuarse indefinidamente en el poder si no hubiese sido porque falleció en 2013, dejando como heredero del régimen bolivariano a Nicolás Maduro.
Danilo Medina, el gobernante de República Dominicana, ha sido más modesto en su afán continuista y consiguió aprobar el pasado año una reforma constitucional que le permitirá presentarse de nuevo a las elecciones del próximo mayo, aunque la reforma proscribe la posibilidad de ser presidente para quien ya lo ha sido antes durante dos mandatos consecutivos.
En Colombia, el presidente Juan Manuel Santos se aprovechó para ser reelegido de la reforma constitucional de su antecesor Alvaro Uribe, quien ejerció un segundo mandato consecutivo, pero le cerró las puertas a sus sucesores con una nueva modificación constitucional en 2105 que restauró la prohibición de la reelección presidencial.
El expresidente Carlos Menem fue quizás el precursor en Latinoamérica de las reformas constitucionales para permitir la reelección presidencial, ya que él impulsó un cambio en 1994 para poder presentarse a las elecciones de 1995, que ganó y le permitieron ejercer un segundo mandato.
El caso más notorio en contra de la reelección presidencial para un segundo mandato consecutivo es Panamá, donde Ernesto Pérez Balladares perdió rotundamente en 1998 un referéndum para conseguir el derecho a ser reelegido.
En la historia de su democracia, además, los panameños jamás han dado el triunfo en unas elecciones al candidato del partido del presidente saliente.