Más de medio millón de personas, entre tropas militares, milicias civiles y estudiantes, continuaron las prácticas de defensa con las que el Gobierno venezolano pretende prepararse para afrontar escenarios como una supuesta invasión extrajera o un golpe de Estado.
Rodeado de hombres uniformados, con las armas apuntando al cielo, el primer mandatario venezolano, Nicolás Maduro, señaló que su país «no se mete con nadie» y que su búsqueda es «la paz» pero, agregó, «los fusiles están donde tienen que estar, que nadie se meta con Venezuela».
Las prácticas en siete estados, que incluyeron el desempeño en el terreno de unidades de defensa antiaérea, acciones ante el desembarco de tropas enemigas y ataques a instalaciones del sistema eléctrico, fueron difundidas en una transmisión obligatoria de radio y televisión.
Hay que «prepararse para una invasión, creo que estamos lo más preparados que jamás estuvimos y la evitaremos», también estamos preparados «para procesos internos de conmoción y desestabilización», dijo Maduro durante las maniobras militares en el céntrico estado Vargas.
Sus comentarios, en tono de advertencia, se dan en medio de los intentos de su oposición por adelantar su salida del poder, prevista para 2019, mediante la activación de un referendo revocatorio, proceso por el que pueden ser destituidos todos los cargos de elección popular.
Por su parte, la Organización de Estados Americanos (OEA) y, particularmente su secretario general, Luis Almagro, deberán, tras el pedido de un grupo de diputados opositores venezolanos, someter a examen de los 34 países miembros el estado de la democracia en la nación.
Maduro ve en el revocatorio una excusa para generar las condiciones para «calentar las calles» y justificar acciones en su contra, al tiempo que ha rechazado rotundamente que Almagro active la Carta Democrática Interamericana por considerar que no existe ninguna «alteración del orden democrático» que lo justifique y porque ve al secretario como «un agente de la CIA» que conspira con Estados Unidos para una intervención en el país.
Este sábado el jefe de Estado solicitó al ministro de Defensa, Vladimir Padrino, una estrategia de derrota a la supuesta «guerra no convencional» de la que, una vez más, dice ser víctima.
Comparó la «guerra económica», supuestamente propiciada por la oposición nacional y la derecha internacional, con un «bombardeo de ablandamiento», un proceso para lograr «una confrontación interna» que no ha sucedido porque «el gobierno protege al pueblo» y su derecho a la alimentación, la vivienda y el salario, indicó.
Mientras los ciudadanos padecen una crítica escasez de alimentos y medicinas, sufren por los altos índices de criminalidad y parecen cada vez más descontentos con la gestión del sucesor y heredero político de Hugo Chávez (1999-2013), este acusa a terceros de la inseguridad.
«El tema de la inseguridad en Venezuela pasó el límite, forma parte de la guerra no convencional», dijo.
El asesinato del diputado Robert Serra en 2014 «cometido por una banda de criminales paramilitarizados financiados y dirigidos por una banda paramilitar de Álvaro Uribe Velez desde Colombia» es un ejemplo de que el problema de la criminalidad es inducido, afirmó.
El gobernante aseguró tener pruebas y «testigos convictos y confesos».
Sin embargo, manifestó tener «un país en paz, estable, amenazado, eso sí, pero estable, integrado, unido y en batalla, con una democracia sólida, vigente, de plenas libertades con un pueblo soñando y forjando su futuro».
Los ejercicios militares se llevaron a cabo tan solo días después de que Maduro decretara un estado de excepción y emergencia económica que le otorga «el poder suficiente» para, entre otros asuntos, afrontar lo que considere sus amenazas.
Esta es la segunda vez que la Fuerza Armada venezolana hace unos ejercicios militares desde que Maduro asumió el Gobierno en 2013.
Uno similar ya tuvo lugar hace un año después de que el Gobierno de EE.UU. emitiera una orden ejecutiva que declaraba a Venezuela como una «amenaza inusual y extraordinaria» para la seguridad estadounidense.