La marginación del estratega jefe de la Casa Blanca, Stephen Bannon, deja un vacío político en torno al presidente.
Bueno, eso fue un alivio. Le llevó menos de cien días a Donald Trump poner a los generales a cargo. Stephen Bannon, el gran arquitecto del inminente choque de civilizaciones, ya ha sido marginado. Los aliados de EEUU en Europa exhalan perceptiblemente. Vladimir Putin, el presidente ruso, ya no es el mejor amigo del Sr. Trump. Los halcones demócratas y republicanos por igual siguen colmando al Sr. Trump de elogios. Otra salva de misiles Tomahawk debería afianzar el trato. Ahora todo está perdonado. Adiós, Sr. Bannon. Bienvenido Trump 2.0.
Por desgracia, hay un defecto en esta opinión casi universal. El Sr. Bannon todavía está presente. De hecho, el estratega jefe de la Casa Blanca es la única persona en la administración Trump que se acerca a tener un cerebro estratégico. Jared Kushner, al igual que su suegro, es un corredor de bienes raíces de Manhattan con un talento para las conexiones. Pero no tiene ninguna visión del mundo. James Mattis, secretario de defensa, es un astuto cerebro militar. Pero la inteligencia en el campo de batalla no debe confundirse con la estrategia. Lo mismo se aplica para HR McMaster, asesor de seguridad nacional, quien unió fuerzas con el Sr. Kushner para marginar al Sr. Bannon. Rex Tillerson, secretario de estado, sigue siendo un gran desconocido. También se le atribuye un titubeo. Después del ataque de la semana pasada contra Siria, el Sr. Tillerson dijo que el objetivo de la administración de Trump era destituir a Bashar al-Assad. La semana anterior, había dicho exactamente lo contrario. Es difícil mantenerse al día con el Sr. Trump.
Ya sea que nos caiga bien o sintamos antipatía hacia él, la perspectiva del Sr. Bannon es coherente. También es la más cercana a la del Sr. Trump. Además, el Sr. Trump aún lo necesita. La cosmovisión de Bannon es clara. EEUU ha perdido demasiado tiempo siguiendo las restricciones de la clase dirigente de la política exterior de Washington, la cual raras veces oye hablar sobre un ataque con misiles que no sea de su agrado. Presuntamente el Sr. Bannon se opuso al ataque de la semana pasada. Tenía sus razones. La primera es que EEUU no puede permitirse el lujo de ser arrastrado hacia otro lodazal en el Medio Oriente.
Es muy posible — incluso probable — que las acciones del Sr. Trump tuvieran lugar en un vacío estratégico. Vio la matanza en Siria en la televisión y buscó su control remoto. Esos 59 Tomahawks podrían haber sido el equivalente en municiones a un mensaje de Twitter. El siguiente podría ser diferente.
Por otro lado, podría ser la primera parte de una nueva etapa en la cual el Sr. Trump toma posesión del futuro de Siria. Buena suerte con eso. Se necesitaría la astucia de Henry Kissinger y la suerte de Ronald Reagan para arreglar Siria. Al Sr. Trump le iría mejor si escuchara al Sr. Bannon la próxima vez que sienta ese afán. Sin duda, es igualmente capaz de dar asesoramiento incendiario en diversas circunstancias; por ejemplo, un enfrentamiento con China. Pero en el Medio Oriente, los instintos del Sr. Bannon son racionales.
El Sr. Trump también está marginando el asesoramiento económico del Sr. Bannon. En las próximas semanas la administración Trump lanzará planes para su reforma tributaria. La pieza que más les importa a los votantes del Sr. Trump es la promesa de gastar US$1 billón para la modernización de la infraestructura. Es el núcleo de su promesa a los llamados estadounidenses olvidados. Prometió que traería empleos a los estados del Medio Oeste y restauraría el orgullo de los trabajadores industriales. Aquí también, las voces de la clase dirigente han prevalecido en las discusiones. El Sr. Trump está rodeado por los asesores convencionales de recortes fiscales de Wall Street y el partido republicano.
Si el Sr. Trump se enfocara en cambio en un paquete fiscal para la clase media, él tendría que hacer causa común con el partido demócrata. Todos los indicios apuntan a que está yendo en la dirección opuesta. Washington se está moviendo rápidamente de regreso a las políticas que fueron tan airadamente rechazadas por los votantes el año pasado. Al igual que los generales están desplazando la política exterior de “EEUU primero” del Sr. Trump, Wall Street está ganando el debate económico.
En ambos casos, el Sr. Bannon es el perdedor. Por supuesto, en muchos casos se lo merece. El muro con México fue siempre una costosa irrelevancia. La prohibición de viajes contra ciudadanos procedentes de seis países del Medio Oriente es una provocación innecesaria que merece ser derogada por los tribunales. El apoyo tácito a los rufianes de la derecha alternativa es imperdonable.
Pero no debemos confundir a quienes votaron por el Sr. Trump con fascistas, o incluso una “cesta de deplorables”. Millones de estadounidenses que votaron por Trump también votaron por Barack Obama. Como dice el refrán, los votantes del Sr. Trump lo tomaron en serio, pero no literalmente. Lo que oyeron fue una promesa de poner el foco de atención en la clase media estadounidense de nuevo. Eso significa no más guerras imprudentes. El ataque del Sr. Trump contra la guerra de Irak de George W. Bush fue un momento decisivo en su campaña.
También significaba que ya no se complacería más a los extremadamente ricos. La campaña de Trump fue el primer discurso exitoso entre los votantes de la clase obrera en la historia republicana. El Sr. Bannon fue uno de sus arquitectos.
Es imposible derramar lágrimas por el Sr. Bannon. También sería prematuro. Él todavía está cercano a la Oficina Oval. Además, no todos sus consejos son escandalosos. Un político debería al menos intentar cumplir algo de lo que prometió a los votantes. Si algo demostró la elección del Sr. Trump es que la clase dirigente de Washington había fracasado. La política estadounidense merecía ser trastocada. Aún lo merece. El destino del Sr. Bannon es el mejor indicador que tenemos para determinar si el Sr. Trump recuerda por qué fue elegido.
Por Edward Luce (c) 2017 The Financial Times Ltd. All rights reserved.