El presidente de los Estados Unidos, Donald Trump, mantiene un pulso político que podría traducirse en uno bélico con su homologo de Corea del Norte, Kim Jong-Un
Todo el mundo sabe que el presidente Trump por lo que menos está interesado es en tener una confrontación armada con Corea del Norte, no sólo porque este país asiático cuenta con una bomba atómica dos veces más potente que la que lanzó los Estados Unidos en Hiroshima, sino porque una confrontación armada entre estas naciones podría tener implicaciones muy peligrosas para todo el planeta.
Corea del Norte tiene serias diferencias con Japón y Corea del Sur, pero es un aliado importante de China, la cual hoy es, sin dudas, una potencia no sólo económica, sino espacial y nuclear.
Esta realidad crea un equilibrio que prácticamente impide que la confrontación bélica pueda darse, independientemente de la irracionalidad tanto del presidente estadounidense y del de Corea del Norte, un joven de apenas 27 años de edad.
La única razón para que esta guerra o confrontación armada pueda darse es la irracionalidad de Trump y de Kim Jong-Un, ya que ambos primero actúan y luego piensan y sufren del síndrome de la irracionalidad total.
De cualquier modo, el metamensaje del presidente Trump es de que cuando se producen situaciones como la que se ha presentado con Corea del Norte, parece que el mandatario de la potencia del norte es alumbrado por un poco de racionalidad y de lógica.
La multipolaridad del mundo de hoy, donde son varios los países que cuentan con poderosas armas nucleares, crea un equilibro que aleja la posibilidad de una guerra entre países que cuentan, unos con altos niveles de institucionalidad, y otros con el apoyo de potencias militares y nucleares que no tendrían que hacer mucho para que se produzca una tercera guerra mundial.
El pulso está echado, pero ambos juegan con un enfrentamiento sólo en el marco mediático que por el momento no hace otra cosa que generar tensión en todo el planeta.
Sinceramente no creemos que el diferendo tenga mayores consecuencias, pero hay que advertir que la irracionalidad es capaz de cualquier cosa y el presente conflicto está más marcado por este detalle que por cualquier otro.
Es una guerra de palabras entre dos mandatarios que su irracionalidad se nota a leguas, porque ambos no parecen entender que las guerras sólo sirven para promover muerte y dolor, así como derramamiento de sangre y luto por doquier.