Se discute en el Congreso Nacional la conveniencia de incorporar a la nueva ley electoral el voto obligatorio, cuya posible aprobación no implicaría una solución de la compra de tan sagrado derecho en las elecciones cada cuatro años en la República Dominicana.
Entendemos muy bien el espíritu de los planteamientos de los que consideran que sería muy conveniente la aprobación en la nueva ley electoral del voto obligatorio, pero el clientelismo va mucho más allá de que la gente sea obligada a sufragar.
La compra del voto puede darse no sólo en el caso de que el votante venda su cédula por una libra de arroz y quinientos pesos, ya que hay muchos que entregan el documento a cambio del pago, pero hay otros que depositan el voto en una urna pero siempre con el temor de irse en contra de aquel que lo compró.
Es vital para la democracia dominicana que la nueva ley sea mucho más profunda que la simple inclusión del voto obligatorio, lo cual también se contrapone con un régimen democrático, en el que el mismo es un deber y un derecho, pero no una obligación, ya que siendo así esta disposición tendría otras implicaciones.
Le nueva ley electoral lo que debe reforzar es la sanción para el partido o el ciudadano que se dedica a comprar votos, llevándolo incluso a la conversión de una conspiración en contra de la democracia.
Es doble el crimen que se comete cuando se compra el voto, ya que no sólo se atenta contra la libre elección, sino también que es una peligrosa agresión en contra del estado de derecho, y además una afrenta a la patria porque la compra del voto siempre se fundamenta en el uso de recursos del erario.
De cualquier modo, se impone una discusión a fondo de los aspectos que podrían constituirse en una afrenta a la sociedad, ya que no sólo la compra del voto constituye una preocupación nacional, sino también asuntos como el financiamiento a los partidos por parte del Estado y la democracia interna en los mismos.
No abrigamos muchas esperanzas con la nueva ley electoral, pero, sin lugar a dudas, que esta herramienta legal podría ser vital para mejorar la democracia dominicana, la cual, más que un orgullo, es una vergüenza nacional.
Son muchos los intereses que convergen en los espacios de discusión, no sólo en el de la Ley Electoral, sino también en el de partidos, los cuales, tanto de la izquierda, del centro como de la derecha, andan “manga por hombro”, como dice una expresión popular.
El pulso está echado.