Apple anticipa ofrecer una versión “premium” en medio de la tendencia de los usuarios de quedarse con sus teléfonos por más tiempo.
Tal vez a una generación que creció con el iPhone le sea difícil de creer, pero hubo un tiempo cuando la compra de una nueva computadora personal, o PC, era lo máximo de la emoción tecnológica. Armada con la última versión de Windows y con chips más rápidos de Intel, todo parecía posible (siempre y cuando tus deseos más íntimos pudieran satisfacerse con un teclado y un ratón).
Pero, en algún momento, la vieja PC se volvió en algo suficientemente aceptable. El período medio entre la compra de nuevas máquinas pasó de cerca de tres años a seis. Al mismo tiempo, las PC perdieron su posición central en el universo de la informática, haciendo que la compra de una nueva computadora fuera aún menos interesante. Las entregas de PC el año pasado cayeron a cerca de 270 millones, un cuarto menos desde el pico alcanzado en 2012.
Para Apple, las comparaciones con Microsoft siempre han sido desagradables. Pero a medida que se prepara para la ritual inauguración de su más reciente y mejor iPhone la próxima semana, la sombra de un ciclo de reemplazo cada vez más largo es difícil de ignorar.
Existe una enorme anticipación en espera del lanzamiento del nuevo iPhone, y el precio de las acciones de la compañía ha subido un 40 por ciento este año. Incorporado a esto se halla una expectativa de que, después de las decepcionantes características de la versión 7 el año pasado, los actuales propietarios de iPhone se pondrán en fila en mayores cantidades para actualizarse adquiriendo el nuevo modelo.
Anteriormente parecía axiomático que los usuarios quisieran comprar un nuevo teléfono cada dos años, impulsados por el deseo de tener conexiones más rápidas (chips 3G en 2008 y LTE en 2013), nuevos diseños (el icónico iPhone 4) y mejoras constantes en las cámaras, las pantallas y en otras características. Los planes de telefonía móvil, donde el costo de un teléfono se incluía en los cargos mensuales y los usuarios a menudo podían obtener un teléfono “gratis” cada dos años, también garantizaban la demanda de los reemplazos.
El impulso de actualizar el teléfono bien puede que haya alcanzado su apogeo hace tres años, con el iPhone 6. Apple llegó tarde a la modalidad de las pantallas grandes, por lo que los teléfonos de mayor tamaño se aprovecharon de una necesidad reprimida. Desde entonces, ha sido más difícil para los clientes existentes encontrar una buena razón para cambiar a una versión más reciente. El fin de las actualizaciones gratuitas en los planes móviles estadounidenses tampoco ha ayudado.
Pero por lo menos ha habido algunos signos alentadores antes del lanzamiento de este año. Las encuestas acerca de las intenciones de los compradores muestran un significativo interés en un nuevo dispositivo. Y Apple continúa agregando nuevos usuarios a un ritmo constante: su base instalada aumentó más del 10 por ciento durante el último trimestre. Las esperanzas de que haya una recuperación en China después de una caída sorpresa allí también son significativas.
Apple también está recurriendo a una mayor segmentación de productos, tanto como para incentivar la demanda como para maximizar sus ingresos. Se espera que las nuevas mejoras en el iPhone de este año — como una pantalla OLED (de diodo electroluminiscente orgánico) — estén reservadas para un modelo de más alto precio que algunos observadores de Apple anticipan alcance los US$1,000. Eso ha provocado advertencias de una inminente sorpresa ante el precio, pero tiene sentido estirar la banda de precios de un producto que vende más de 200 millones de unidades al año.
Si esto será lo suficientemente fuerte como para impulsar un “superciclo” — cuando la demanda es mucho mayor que la de un año típico — es otro asunto. Y aunque el optimismo actual de Wall Street demuestre estar justificado, es difícil escapar del hecho de que el teléfono inteligente es un producto en vías de maduración y que, para muchos usuarios, las razones para cambiar de teléfono están disminuyendo. El director ejecutivo de Apple, Tim Cook, le ha dado mucha importancia a su entusiasmo por la realidad aumentada (RA) — una tecnología que podría impulsar la necesidad de futuras mejoras de hardware — pero las aplicaciones que convertirían la RA en un producto convencional aún no han sido inventadas.
En este contexto, ya ha quedado claro desde hace un tiempo qué es lo que Apple necesita hacer: encontrar más maneras de ganar dinero de los clientes existentes. La compañía ha acumulado una base global de usuarios envidiablemente pudiente, gracias a una sólida marca y a un poderoso ecosistema monopolizador que les dificulta a los clientes cambiar a otro tipo de dispositivo sin interrumpir las aplicaciones y servicios de los que se han acostumbrado a depender. Ahora necesitan abrir sus carteras más a menudo. La promesa de duplicar los ingresos por concepto de servicios en los próximos cuatro años es una señal que indica dónde reside el nuevo énfasis.
En uno de los votos de confianza en la fuerza de la franquicia de Apple más notable, Warren Buffett — cuyo aprecio por las sólidas compañías de marcas de consumo es tan conocido como su habitual desagrado por las acciones tecnológicas — duplicó su participación en la compañía a alrededor del 2.5 por ciento a principios de este año. Él declaró a continuación las acciones como plenamente valorizadas, después de lo cual las acciones aumentaron otro 25 por ciento.
Es probable que la demanda de su más reciente teléfono pueda terminar recompensando esa confianza. Pero para que el precio de las acciones mantenga su nivel a través de los altibajos de los futuros ciclos del producto, Apple necesita hacer más para convertir su negocio del iPhone en una anualidad previsible.
Por Richard Waters (c) 2017 The Financial Times Ltd. All rights reserved.
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