En los últimos años el país ha dado señales de que no está dispuesto a tolerar los pasos equivocados de los partidos políticos y de las diferentes instancias públicas y privadas y lo que acaba de producirse con el secretario de la presidencia, Lisandro Macarrulla Tavarez, es una muestra de ello, cuyas revelaciones del Ministerio Público no permiten entender por qué este renunciante funcionario no está en el expediente del caso Medusa.
La resistencia a la tradicional bellaquería del funcionario público, el cual casi siempre proviene del partidarismo político, pero que se acrecienta en el seno de la sociedad dominicana, donde la corrupción es un fenómeno que la gente lleva hasta en sus tuétanos.
La realidad es que con este tema hay mucho de simulación, principalmente por muchos de los actores de los medios de comunicación social e incluso de los dirigentes de organizaciones sociales y de familias del país.
Ya dijimos que se trata de un fenómeno con profundas raíces culturales, por lo que su erradicación costará mucho esfuerzo y tal vez hasta sangre, porque son muchos los que perecerán en el camino que da vida a la codicia, la avaricia y al interés de buscar riquezas a cualquier precio para ser valorados en la sociedad.
La renuncia transitoria de Macarrulla deja un mensaje de esperanza, pero también de preocupación en la sociedad dominicana, porque ya no son pocos los que entendían que ese no debió ser el camino, lo cual lesiona el interés de otros que consideran que la República Dominicna sea un país de mejor suerte.
Sólo alguien con un alto nivel de ignorancia o de ceguera puede soslayar lo que implica que Macarrulla siga al frente del gabinete del presidente Luis Abinader, ya que ello implicaría el desmonte del incipiente proceso de adecentamiento nacional que parece promover el Ministerio Público, el cual también es el resultado de la lucha de miles de dominicanos que quieren una nación más transparente y con un régimen de consecuencia.
Pero la pregunta de si es un aparente avance institucional o una medida fruto de la circunstancia es una respuesta que sólo podrá responderse con el tiempo y en consecuencia no se sabe con exactitud cuándo quedará totalmente despejada.
Los dominicanos decentes deben estar orgullosos de que las cosas hayan ocurrido de esa manera, porque dejan una huella de que se producen esfuerzos para exigirles a los funcionarios que respeten el patrimonio público y que hay recursos que jamás deben ser tocados.
La corrupción en sus diferentes vertientes han dejado una secuela de sufrimientos al pueblo dominicano que se impone que se diga y se trabaje para que exista el convencimiento de que llegó el momento del ya basta.
Por esta razón no importa cuál ha sido la causa de la decisión del ministro de la Presidencia del Gobierno de Luis Abinader, Lisando Macarrulla Tavarez, pero no queda duda de que el hecho tiene un impacto positivo en la lucha para promover una cultura de respeto a los dineros de las arcas nacionales.
Naturalmente, será el propio proceso judicial el que se encargará de decir si la empresa de Macurrulla es culpable o inocente del delito que se le imputa, cuyo juicio no tendrá resultados definitivos hasta que no recurra todos los grados que establece el sistema de justicia nacional para que se llegue a lo irrevocablemente juzgado, lo cual conllevará algunos años.
Sólo queda esperar sin contaminar el proceso.