Bancas de apuestas de RD ganan $70 mil millones al año

Por Elba García

La pobreza en la República Dominicana se profundiza por los altos niveles de ignorancia que afecta a los sectores más pobres de la población.

Este fenómeno hace que la gente, que generalmente no entiende la causa de su sufrimiento, se refugio en el juego para buscarle salida a sus precariedades económicas.

El juego ha impulsado a la gente, siempre avalado y estimulado por el Estado, a que vea como vía de mejorar sus condiciones de vida en la apuesta a sacarse en las loterías, cuyas bancas se han multiplicado como reguero de pólvora en la República Dominicana.

La conversión de la República Dominicana en un escenario de jugadores, lo cual también está asociado a la multiplicidad de creencias mágico- religiosos, perpetua la miseria y el hambre de la mayoría de los barrios y poblaciones del territorio nacional.

En este contexto es que el país está hoy inundado de bancas de loterías, prácticamente en cada esquina hay una, motorizando el morbo y la seguidilla que provoca el juego, pero al propio tiempo profundizando la pobreza y el sufrimiento de la gente, que mas que apostar a una loto política, prefiere hacerlo con los números de su preferencia en los centros de juegos del país.

Para tener una idea del alcance de los juegos de loterías en la República Dominicana, sólo hay que analizar los números que proporcionan las autoridades en el sentido de que estas obtienen ganancias de 70 mil millones de pesos anuales.

Esta astronómica suma se maneja al margen de los impuestos correspondientes, ya que sus propietarios sólo pagan al Estado unos mil setecientos millones de pesos, cuya evasión es definitivamente alarmante.

En la actualidad cursa un proyecto de ley en el Congreso Nacional que persigue regular las bancas de apuestas, pero falta ver hasta donde se impone como siempre el dinero frente a la salud social y moral del país.

Las bancas de loterías se han constituido también en un mecanismo de lavado de dinero procedente del narcotráfico y de cualquier otro negocio del bajo mundo, lo cual explica los alcances de las desviaciones que sufre la sociedad como consecuencia de una política pública que sólo persigue la promoción de anti-valores, como el juego.