Adrian Beltré se encamina a una de sus mejores campañas.
SANTO DOMINGO. A finales de 2009, con 30 años, al término de un decepcionante contrato (en cuanto a rendimiento) de cinco campañas y US$64 millones con Seattle, lesiones incluidas, la carrera de Adrian Beltré parecía al doblar de la esquina para concluir y pasar al olvido con algunas glorias y muchas penas.
Pero al día de hoy, casi tres temporadas después, a la hora de mencionar el nombre de Beltré en los círculos beisboleros por lo general es en referencia al premio Jugador Más Valioso o para ponderar su carrera como un Hall of Famer (miembro del Salón de la Fama).
Sin superar los 40 jonrones, sin ganar un título de bateo o empujar más de 105 vueltas, Beltré ha agregado desde 2010 unos números con el bate que, sumado a su condición de antesalista impecable, hoy es comparado con los mejores de todos los tiempos.
Con 32 años y 15 temporadas, Beltré es apenas uno de 10 defensores de la esquina caliente con más de dos mil incogibles y más de 300 jonrones en la historia de las Grandes Ligas. Su promedio de bateo (.278 de por vida) es un punto que juega en su contra.
Con 335 cuadrangulares, tiene más que el inmortal George Brett (317) y con sus 2,185 imparables le hace sombra a tres colegas de su posición con nichos en Cooperstown como Eddie Mathews (2,315), Ron Santo (2,254) y Mike Schmidt (2,234).
Con cuatro campañas pendientes de contrato (lo termina a los 36), el umbral de los 3,000 hits y los 450 batazos de cuatro bases figuran como cifras alcanzables, siempre y cuando la salud esté presente.
Cuando los Dodgers firmaron a Beltré, en julio de 1994 con 15 años por un bono de US$23 mil, fueron sancionados por un año en el país con el cierre de su academia en Guerra por haberlo reclutado antes de cumplir los 16.
El jugador de 5’11 debutó en las Mayores en 1998 con 19 años y en su última estación con la novena californiana (2004) logró su mejor campaña ofensiva al batear .334, con 200 hits, 48 de ellos jonrones, y 121 remolques.
Con esos números logró su enorme contrato con Seattle, pero en cinco años con el equipo del Estado de Washington nunca bateó sobre .300 (.276 en 2007 fue su máximo), ni los 30 jonrones, ni tampoco el centenar de empujadas (le faltó una en 2007).
En su último año con el equipo que tiene como sede el Safeco Field, un parque favorable a los lanzadores, se perdió 50 partidos por lesiones en el pie y hombro izquierdo, además de la rodilla derecha. Sus dos Guantes de Oro (2007 y 2008) fueron su bálsamo en su paso por el Estado que acoge las sedes de Microsoft y Starbucks.
En la agencia libre tuvo que tomar un contrato de un año con Boston de US$4,5 millones menos que los US$13,4 millones que devengó el año anterior. Había tocado fondo.
En 2010, con los Medias Rojas, fue líder en dobles de la liga (49), volvió a impulsar más de cien vueltas (102), conectó 28 vuelacercas y jugó su primer Partido de las Estrellas.
Con sus bonos de vuelta a las nubes como en 2004, a finales de 2010 probó suerte en la agencia libre con Scott Boras y consiguió un contrato de US$96 millones y seis campañas. Desde entonces no ha parado de impresionar.
Diario Libre