RIO DE JANEIRO.- El papa Francisco visitó este jueves frío y lluvioso la empobrecida favela de Varginha de Rio de Janeiro, un fuerte contraste con la emblemática playa de Copacabana donde esta noche dará la bienvenida a cientos de miles de jóvenes peregrinos.
El papa llegó a esta favela gris y plana en papamóvil, caminó por sus calles entre miles de personas exultantes, saludándolos y conversando con ellos, se puso una corona de flores que le regalaron, bendijo el nuevo altar de la humilde iglesia, aún en construcción, y entró en una casa de la favela donde viven siete personas de varias generaciones.
«¡Nuestra Señora! Esto va a cambiar mi vida, voy a cambiar para mejor», dijo a la AFP en el porche de la casita amarilla Carmen Mendoça, una ama de casa de 59 años, poco antes de que el papa ingresara a la residencia.
«Lo esperamos con torta y un cafecito. Pero se nos olvidó el dulce de leche», añadió en referencia al dulce preferido de los argentinos.
«Paz», lee un cartel en Varginha, engalanada con fotos de Francisco, banderas, globos blancos y amarillos y dos estatuas naïf de dos metros de altura de la virgen de Aparecida y de Francisco, el «papa pastor», con dos cabras.
Varginha, una favela gris y plana del Complejo de Manguinhos (zona norte), fue por décadas muy violenta hasta que fue reconquistada por la policía de manos de narcotraficantes hace menos de un año.
El narcotráfico continúa aunque de manera más discreta en esta barriada.
Desde el techo de una casa precaria que da al enlodado campo de fútbol de la favela, el papa se dirigirá a unos 25.000 fieles.
Por la mañana, el papa bendijo en la mañana las banderas de los Juegos Olímpicos que Rio organizará en 2016 en una ceremonia en el Palacio de la Ciudad a la que asistieron el exastro del fútbol Zico y el exbasquetbolista Oscar Schmidt, que padece cáncer. Francisco es apasionado por el fútbol e hincha de San Lorenzo.
También recibió las llaves de la ciudad, bendijo a la multitud y les pidió riendo en castellano, «y recen por mí».
El papa Juan Pablo II ya había visitado en 1980 la favela de Vidigal, al borde del Atlántico, donde afirmó entonces que en todo el mundo «la Iglesia desea ser la Iglesia de los pobres» en momentos en que curas brasileños eran acusados de comunistas por defender a los más desposeídos.
Emocionado, Juan Pablo II se sacó su anillo de oro y se lo regaló a los habitantes de Vidigal, que lo guardaron como reliquia junto a la parroquia local. Pero el anillo fue robado años después.
Francisco, llamado también el «papa del pueblo», denunció, cuando era arzobispo de Buenos Aires, la «exclusión» de «grandes masas de la población» debido al neoliberalismo y a la globalización.
El miércoles visitó un centro de rehabilitación de drogadictos en un hospital franciscano al pie de favelas, y el viernes se reunirá con un grupo de presos.
En el hospital San Francisco de Asís, el papa, de 76 años, advirtió contra la «liberalización del consumo de drogas», una idea que suma adeptos en Latinoamérica tras el fracaso de la guerra contra las drogas y sus decenas de miles de muertos. Francisco pidió en vez «afrontar los problemas que están a la base de su uso».
Francisco busca revitalizar la Iglesia que atraviesa una crisis, sacudida por escándalos de corrupción y de pedofilia, así como por una sangría de fieles frente al ascenso de los evangélicos y del laicismo. Varginha, por ejemplo, tiene una sola iglesia católica y cuatro neopentecostales.
Y en su primer encuentro masivo por la Jornada Mundial de la Juventud (JMJ), que se calcula convoque esta tarde a más de un millón de personas en la famosa playa de Copacabana, se espera que transmita un mensaje de renovación.
Ante unos 200.000 fieles reunidos en el mayor santuario católico de Brasil en Aparecida, bajo la lluvia fría que lo persigue desde que llegó a Brasil, el papa alertó el miércoles en su primera gran misa en el país que muchos jóvenes son atraídos por «ídolos que se ponen en el lugar de Dios y parecen dar esperanza: el dinero, el éxito, el poder, el placer».
Al «papa de los pobres», Francisco, lo espera este jueves frío y lluvioso un día de contrastes en Rio de Janeiro: visita la empobrecida favela de Varginha y se encuentra con cientos de miles de jóvenes peregrinos en la emblemática playa de Copacabana.
Varginha, una favela gris y plana del Complejo de Manguinhos (zona norte), fue por décadas muy violenta hasta que fue reconquistada por la policía de manos de narcotraficantes hace menos de un año.
Francisco, el ‘papa de los pobres’, tendrá este jueves en Río de Janeiro un día de contrastes: visitará la empobrecida favela de Varginha y acogerá a cientos de miles de jóvenes peregrinos en la playa de Copacabana, tarjeta postal de la ciudad.