Los casos en menores de 10 años son cada vez más frecuentes. La psicóloga clínica Lucía Perelló advierte que, si bien la bulimia es un desorden más común en adolescentes, los casos en niños entre 8 y 9 años van aumentando, lo cual debe llamar a preocupación
Un niño puede ser influenciado por un familiar o amigo que constantemente verifique su peso o cuente las calorías de los alimentos que va a ingerir.
La bulimia, cuando afecta a niños pequeños, es siempre el resultado de influencias en su entorno, pautas aprendidas de sus padres, hermanos o amigos cuya preocupación extrema por controlar su peso les lleva a atentar contra su salud.
Provocarse el vómito para evitar subir de peso no es algo que surge de la nada en un niño, sino que ha visto a alguien hacerlo, ya sea un amigo, en la televisión o en su casa. Así lo afirma la psicóloga clínica Lucía Perelló, del Instituto de Desarrollo Educativo y Psicológico, quien señala que, a pesar de que el gran porcentaje de los casos de bulimia se presentan en adolescentes, cada vez se ven más casos de niños pequeños, hasta con 8 años.
La bulimia nerviosa, un desorden alimenticio y psicológico, se caracteriza por ingestas excesivas de comida en un corto tiempo y la búsqueda de métodos para eliminar los alimentos como el vómito, uso de laxantes o ayuno.
“No hay causas específicas, sino muchos factores que influyen a que la bulimia aparezca. Dentro de ellas está el comportamiento de los padres. Una niña que vea a mamá que solamente coma lechuga, ¿qué va a aprender? Que uno tiene que ser flaco para estar bien. Incluso las mamás muchas veces influencian a las niñas con la ropa que les ponen o con comentarios como “estás medio gordita”, “deja de comer dulces que te vas a poner gorda”, “mira a tu amiguita qué flaca es”. Ese tipo de cosas afectan y a veces los padres lo hacemos sin darnos cuenta”, advierte Perelló, especialista en psicopatología del desarrollo infanto-juvenil.
La presión social que promueve cuerpos delgados como sinónimo de éxito y bienestar, las burlas de los amigos o la cercanía con un familiar que se preocupe demasiado por su peso son otros de los factores que contribuyen al desarrollo de bulimia, especialmente si el niño tiene baja autoestima.
“Un niño con baja autoestima es muy vulnerable a lo que los otros le digan y además de la bulimia puede causarle depresión”, añade la psicóloga.
Los hábitos alimenticios deben ser buenos pero no excesivos, recomienda Perelló. A los pequeños se les debe enseñar los beneficios de consumir frutas y vegetales. Pero contar calorías y verificar exageradamente lo que se come tendrá consecuencias más negativas que positivas.
Preste atención
Además de la preocupación excesiva por la dieta, los niños y adolescentes con bulimia presentan signos físicos como hinchazón de los ojos y vasos capilares (consecuencia de los vómitos), descontrol menstrual en las jovencitas, pérdida del pelo o deterioro del esmalte dental. “A nivel emocional pueden estar irritables, deprimidos, con mucha ansiedad, en fin, con cambios notables en su conducta normal”, dice Perelló.
Apoyo
El niño con bulimia necesita atención médica multidisciplinaria y a tiempo. Deben acudir a su pediatra para descartar problemas fisiológicos, a un psicólogo para trabajar su autoestima e imagen, y a un psiquiatra, en caso de que presenten depresión. Pero lo importante es que la familia completa se una y le apoyen. “Culpar a una persona en ese momento lo que hace es empeorar la situación. Hay que permitir que el niño se comunique abiertamente, hablarle mucho, acompañarle en el proceso”, recomienda la especialista.
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