Periodismo Interpretativo

Ciencia, creencia y evolución en la aldea global

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Pese al cúmulo abrumador de argumentos científicos basados en hallazgos demostrativos, cuyas dudas son otras, no lo demostrado, hay algunas creencias, a las que resulta caro el dogma elemental y no admiten la evolución  de la humanidad ni de nada.

Lo que resulta extrovertido en esas posiciones es que sus sustentadores usan fielmente las herramientas de la evolución, con las cuales, precisamente, intentan demostrar la Creación, como argumento singular e incontrastable.

 ¿Se atreverían, en vista de sus convicciones inamovibles, a vivir en las cavernas y a alimentarse de la pesca y de la caza?

Alguien con más sentido del humor que  argumentos insuperables, dijo que el Creador envejeció los huesos de los dinosaurios para confundir a los sabios.

Su idea, basada en la creencia mítica, necesaria a la hora de sermonear con tinte de sentencia inapelable, es que el mundo no tiene más de seis mil miserables años de salido a la luz pública.

NO LE CORRESPONDE

Por cierto que no corresponde a la ciencia demostrar lo opuesto de lo que dicen los textos sagrados y las historias extraordinarias, arquetípicas y   mitológicas sino que su tarea es la de realizar su trabajo con el uso del razonamiento, los instrumentos científicos, las herramientas de la investigación de campo, por ejemplo.

¿Quiénes tienen que demostrar que existe un orden divino? Quienes sustentan esa creencia, no quienes no la tienen por  cierta.

La fe no es para la ciencia, fuerza suficiente.

Su diferencia básica: mientras la fe mueve montañas, la ciencia se busca una pala mecánica.

 La metafísica de las creencias humanas no es su responsabilidad específica.

Ahí, en ese punto crucial, en esa frontera resbalosa, el choque de pareceres se mantendrá por mucho tiempo.

Para el buen aliento de las religiones, sin embargo, hay científicos, incluso eminentes que creen en el poder divino, en la economía de la creación, en la salida al aire por la sola voluntad divina, de los cielos y de la tierra.

Otras posiciones declaran que todo salió de la nada, que no hay destino, que el absurdo de la vida es una deliciosa materia de la filosofía moderna, que San Agustín y Kierkergaar deberían estarse halando las copiosas melenas en algún lugar de lo ignoto.

Mientras tanto, que todo sea para bien y que al menos se permita a quienes no creen no tener que demostrar nada sino dejarle esa emprendedora tarea a quienes sostienen lo contrario porque por algo les pica donde tanto se rascan.

Si usted cree que hay un creador omnipotente y eterno, lo hay, en cuanto su conciencia se lo dice.

Si cree que hay un espectro perturbador que induce al error y a la perdición, también lo hay por la misma causa específica. Pero como no se ha inventado un instrumento científico tan delicado y tan sutil para detectar por medios racionales estas realidades críticas, lo más correcto que le puede suceder es no tener opiniones al respecto.

Además, en cuanto a  las creencias éstas pertenecen a la mente humana cuya fase de exploración está como lo está un niño ante un desmesurado océano.

CIENCIA LIBRE

 La ciencia no se fundamenta en el rechazo a ninguna posibilidad, pero mientras tanto, no tiene facultad sobre aquello que no ha pasado por el  tamiz de la demostración.

Hay, claramente, evolución.

Pero si usted quiere adscribirse a la creación realizada en seis días por un ser todopoderoso que se siente inspirado a dotar de luz el universo, no problem.

 La ciencia no se va a ofender por  telúricas demostraciones de poder, de alto poder.

EJERCICIO LIBRE

Asimismo, pertenecer a una confesión o no, por ejemplo es un ejercicio de libertad que no tiene por qué ser regulado de un modo que afecte el libre albedrío, que tampoco escapó a las previsiones del  Creador que sabía lo complicada que es esta especie.

El asedio  religioso reúne condiciones para ser legislado, penado ya.

  Mas tampoco se va la ciencia a dejar arredrar  o acorralar o reducir a circo por la persistencia, la imperturbabilidad o el empuje de las creencias humanas, legítimas o no.

 No está entre sus premisas crearse un horizonte de acontecimientos fijos, impasibles, desprovisto de movilidad, inalterable.

 Negaría entonces sus principios como generadora de conocimiento, como exploradora de causas y efectos, como racionalizadota de los fenómenos de la naturaleza, como eje de  investigación, como inductora.

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