EFE
NUEVA YORK. El anunciado cierre de la cárcel neoyorquina de Rikers Island, que a lo largo de 85 años ha sido la peor pesadilla para muchos, ha provocado sorpresas e incredulidad, pero también la esperanza de poner fin a décadas de terror.
El anuncio del cierre de esta prisión fue hecho el pasado 31 de marzo por el alcalde de Nueva York, Bill de Blasio, en un proceso que se extenderá por una década con el fin de trasladar a los reclusos a centros de detención más pequeños que serán construidos.
“Es un buen primer paso” en la dirección correcta para reformar el sistema de justicia criminal y “devolver la dignidad” a las mujeres, hombres y adolescentes que esperan allí por su proceso en los tribunales o para cumplir una sentencia, dijo hoy a Efe Glen Miller.
Miller, que en 2016 lanzó la campaña “cierrenrikers” y fue parte del comité nombrado por el Concejo de la ciudad que recomendó el cierre, sabe perfectamente cómo es “la pesadilla” de estar en Rikers.
Se trata del mayor complejo carcelario del país, compuesto de diez edificios, de los que nueve están en uso y que albergan por separado a hombres, mujeres y adolescentes, una planta eléctrica y una panadería.
“Cuando fui a Rikers (por robo a mano armada) tenía 16 años y una fianza de 1.500 dólares”, dijo Miller, que en su segundo día en la cárcel fue apuñalado en cuatro ocasiones.
“Eso pasa todo el tiempo. Hace 30 años yo tenía 16 años y eso ha pasado durante 30 años”, indicó el ahora activista, que estuvo un año en Rikers y tras cumplir cinco años en una prisión del estado, donde estudió humanidades, salió en el 2000 con la intención de cerrar la nefasta cárcel.
Rikers tiene cerca de 10.000 personas con carencias de servicios básicos y que sufren desde humillaciones hasta brutalidad impactante, según el informe de una comisión que recomendó el cierre del penal.
El 40 % de los reclusos sufre de problemas de salud mental. De todos ellos, el 54,6 % de los detenidos son negros, el 33,7 % son latinos y 7,2 % blancos.
La mayoría pasa todo el día en sus celdas o alrededor de estas, “sin recreación, sin biblioteca, con nada” o en confinamiento solitario durante 23 horas, señaló Miller.
El 85 % de los que están en Rikers han sido acusados de un delito pero en espera de que se inicie su proceso judicial, muchos con una fianza que no pueden pagar, aunque sea baja.
Son muchos los que, como Jairo Pastoressa, han estado durante seis años en Rikers, sin fianza o una fecha para su juicio, lo que en su caso, nunca ocurrió.
Jairo terminó declarándose culpable en 2016 y fue sentenciado a cuatro años de prisión, porque ya había cumplido seis en la isla.
“Una persona que espera seis años por su juicio no sabe cuál será su futuro”, dijo a Efe su madre y ahora activista Anna Pastoressa.
“Lo dejaron en un lugar tan horrible como Rikers, con violencia, corrupción, de todo pasaba allá; todos los días habían peleas, que yo las oía por teléfono cuando me llamaba”, agregó Pastoressa, quien recordó que su hijo fue agredido por otros detenidos.
“Cada dos o tres meses iban a la corte y le decían que no había fecha para juicio. El se deterioró mucho mentalmente, con oficiales que le decían que era malo, que le condenarían a cadena perpetua.
Juegan con la mente de los prisioneros”, afirmó.
Anna aseguró que se quedó “en shock” cuando supo del propuesto cierre de Rikers y que su hijo, ahora en una prisión del estado, no lo podía creer.
Por su parte, Miller destacó que aunque la persona no haya enfrentado un juicio, “pueden mantenerle allí y hacerte ir y venir hasta que decidan lo que quieren hacer”, y mientras tanto “te pueden matar o puedes resultar herido”.
Miller aseguró que el cierre de la cárcel significará una reducción de las 14.000 celdas que en conjunto existen en las diversas instituciones en la ciudad, de las que 5.000 están en Rikers.
“Significará que los jueces no enviarán más gente por crímenes no violentos a la cárcel. En este momento envían a todo el mundo (…), violentos, no violentos, con problemas de salud mental…”, lamentó Miller.
Ruth E. Hernández Beltrán