Mensajes analizados por ‘The Intercept’ y EL PAÍS revelan que los fiscales tuvieron sospechas de delitos por parte de algunas entidades, pero optaron por la cautela, en una estrategia distinta a la adoptada con las constructoras
“El Banco, en realidad los bancos, ganaron muuuucho dinero con sus movimientos multimillonarios”, escribe el 16 de octubre de 2018 el fiscal Roberson Pozzobon, del equipo de investigación de la Operación Lava Jato —la mayor investigación de corrupción en la historia de Brasil—, en un intercambio de mensajes con otros fiscales. Pozzobon se refiere a los movimientos financieros del banquero y lobista Adir Assad, detenido en agosto de 2016 por blanqueo de dinero y presuntamente implicado en varios escándalos de corrupción. En una conversación a través de la red Telegram, analizada por EL PAÍS a partir de los mensajes filtrados por The Intercept Brasil, los fiscales debatían el caso. Sabían que Assad había abierto una cuenta en la sucursal del banco Bradesco de las Bahamas y la utilizaba para blanquear dinero “a porrillo”. Y que, en 2011, el Departamento de Cumplimiento Normativo, responsable de las normas legales del banco, habría alertado al Bradesco de que algo sucedía con esa cuenta. “¿Y qué hizo el Bradesco?”, preguntó Pozzobon. “Nada”, se responde él mismo, sobre el segundo mayor banco privado de Brasil.
Pasaron por las manos de los fiscales sospechas de delitos graves cometidos por distintos banqueros. Del supuesto silencio sobre transacciones ilícitas hasta el uso de informaciones privilegiadas del Banco Central. Las entidades hacían generosas donaciones a campañas de Gobiernos del Partido de los Trabajadores, según declaró el exministro Antonio Palocci en 2017 en su negociación con los fiscales de Curitiba a cambio de una pena menor. El exministro fue encarcelado un año antes por recibir sobornos de la constructora Odebrecht, implicada en casos de sobornos en toda Latinoamérica. Los fiscales no creyeron a Palocci, aunque él relató las infracciones cometidas por las instituciones bancarias. El banco Safra, por ejemplo, es mencionado 71 veces en las 87 páginas de la propuesta según el exministro. El banco Bradesco aparece otras 32 veces.
Antes de las negociaciones con Palocci, los fiscales suponían que los bancos se lucraban con la corrupción, y preferían el silencio a comunicar a las autoridades movimientos sospechosos de sus clientes, como muestran los mensajes entre los fiscales. Aunque la hipótesis pareciera plausible, el equipo trazó la estrategia de cerrar “acuerdos” con las instituciones financieras acusadas, en lugar de investigar su modus operandi, como hicieron con las constructoras. Es lo que se constata en el archivo “Ideas y Metas FTLJ 2017_2018”, enviado en uno de los chats en 2016, con un resumen de las acciones para cercar a las constructoras, bancos, políticos y lobistas.
En el caso de las constructoras, el objetivo de la investigación era presentar acciones penales para responsabilizar a las empresas. Con los bancos, se buscarían acuerdos “como indemnización por haber blanqueado dinero y no cumplir la normativa”. Justificaban que así se evitaba el riesgo sistémico, que supone un contagio en la economía si un banco importante tiene problemas. Esa precaución no existió con las constructoras. Según el periódico Valor, los beneficios de las constructoras implicadas en la Operación Lava Jato han caído un 85% desde 2015 y se han destruido centenares de miles de empleos.
Hace cuatro años, la operación que investigaba la corrupción en la petrolera estatal Petrobras se consagraba como el mayor exponente de la corrupción de Brasil. Personas poderosas ingresaron en la cárcel, como el multimillonario Marcelo Odebrecht. Faltaba entender la responsabilidad de los bancos en esa trama de sobornos. Días antes del arresto de Odebrecht, en 2015, el coordinador de la Operación Lava Jato, Deltan Dallagnol, envió un mensaje al fiscal Carlos Fernando Lima preguntándole cuáles eran las infracciones más evidentes “de los grandes bancos”. En sus palabras, “denunciar a un banco y pedirle la devolución del dinero blanqueado o, todavía mejor, firmar un acuerdo económico, es algo que nos dejaría muy pero que muy bien”. Parecía que era cuestión de tiempo que la operación de investigación salpicara a los bancos.
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