Opinión
Con las FARC, ¿y…?
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Por Narciso Isa Conde
Y no les faltaron trucos para presentar la insurgencia como fuerza en “desbandada”, al borde de la muerte. En el curso de las masacres y de las asociaciones delictivas de las Fuerzas Armadas, políticos de derecha y empresarios inescrupulosos con el narcotráfico y el sicariato, el presidente Álvaro Uribe, el ministro de guerra Juan Manuel Santos (hoy presidente), los generales Montoya y Santoyo y el jefe de inteligencia Jorge Noriega, eran presentados como héroes de la democracia y la moralidad.
Tres de ellos están siendo procesados por asociación con masacres, paramilitarismo y narco. Uribe destilando pus procura aglutinar la extrema derecha delincuente, mientras Santos se esfuerza en desdoblarse en un forzado viraje hacia el diálogo con FARC.
De esos personeros del crimen y sus padrinos de Washington provino la acusación contra mí y contra otros/as camaradas latino-caribeños y europeos sindicándonos como “ideólogos” o “promotores” del “narcoterrorismo” de las FARC. En mi caso, en el del camarada venezolano Amílcar Figueroa, y en otros, llegaron a fraguar planes de asesinato.
Pero cuando se gastan las mentiras, la verdad brota como sorpresa. Y eso está pasando cuando el presidente Santos anuncia un acuerdo con FARC para iniciar diálogos de paz.
Por la fuerza de los hechos los guerrilleros y guerrilleras dejaron de ser horribles bandidos y el régimen malvado y sus medios los llaman de nuevo por su nombre.
El propósito de destrucción de la insurgencia armada por la vía militar fracasó, el poder hegemónico está dividido en torno al quehacer, y su facción más astuta se ve forzada a maniobrar. La crisis del capitalismo se profundizó, FARC se fortaleció y la indignación creció.
Nace el Movimiento Marcha Patriótica con la bandera de la paz y la nueva institucionalidad, y se convierte en fuerza potente y atractiva.
Razones compulsivas para que FARC deje de ser considerada entidad “terrorista” y “moribunda” y sea considerada como poderosa contraparte en las conversaciones de paz., mientras al ELN se le llama a la mesa porque es fuerte realidad.
Así los de abajo avanzan y Colombia entra en un nuevo y complejo periodo político.
Artículo publicado originalmente en el periódico El Caribe