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Sabotaje en Aeropuerto plantea que la sociedad está expuesta por un Estado falto de planificación y de prevención. – La Republica Online

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Sabotaje en Aeropuerto plantea que la sociedad está expuesta por un Estado falto de planificación y de prevención.

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Desde hace muchos años que en la República Dominicana se ha teorizado sobre lo que implica tener un Estado colapsado, cuyas consecuencias son generalmente desastrosas por la falta de visión, de planificación y por le pérdida de la lógica de las cosas, sobre todo cuando se trata de la seguridad nacional.

El problema en realidad es bastante complejo y acarrea a cualquier país grandes problemas y serias dificultades para su crecimiento y desarrollo humano, porque una de las características de un Estado fallido es la falta de planificación hacia el porvenir.

A pesar que es un asunto que está íntimamente ligado a una razón cultural, porque el comportamiento al respecto está explicado en la herencia de los pueblos que fueron colonizados por España, donde se impuso la religión Católica, Apostólica y Romana en la que sus acciones son el resultado de la improvisación.

Los Estados no viables, fallidos o colapsados, como se le quiera llamar, sufren de debilidades institucionales que se vuelven insuperables y llega un momento en que no se le puede pedir peras al olmo, para usar una expresión popular que se acerca a esta explicación sociológica.

Cuando los Estados adolecen de este tipo de problema pierden la capacidad hasta para defender su propio territorio y peor para estar a la ofensiva cuando se trata de proteger su imagen, la cual es la base para el fortalecimiento de su economía, sobre todo si la nación depende, como la dominicana, de un renglón tan vulnerable como el turismo.

De esta manera queda claro lo ocurrido en el Aeropuerto Internacional de las Américas, donde se produjo un robo o sabotaje de los cables que permiten el alumbrado del lugar por donde llegan los vuelos nacionales y extranjeros, lo que provocó que muchos de ellos tuvieran que aterrizar en otros lugares o sencillamente regresar a su lugar de origen.

Esta información ha recorrido el mundo, por lo que se puede suponer el daño turístico y económico que el mismo conlleva, pero todavía no existe la certeza de lo que ocurrió en el Aeropuerto Internacional de las Américas, porque una cosa dice la Dirección de Aeronáutica Civil, otra la división militar que se encarga de la seguridad y una tercera muy diferente ha planteado la vicepresidenta de la República, Raquel Pena.

Sea robo de cables, averías, sabotaje o conspiración es hora de que las autoridades nacionales y la sociedad sepan con certeza qué fue lo que ocurrió en el Aeropuerto Internacional de las Américas, porque la deficiencia al respecto es una forma de confirmar que la República Dominicana tiene un Estado colapsado, donde los gobernantes no saben donde tienen sus cabezas.

En el país se sabe de más que los diferentes cuerpos castrenses, incluida la Policía Nacional, han perdido la mística y su principal propósito es indagar dónde hay dinero envuelto para involucrarse en lo que no se debe, cuya principal demostración de esta afirmación es la Operación Coral, en la que se comprueba hasta donde la pudrición de las instituciones públicas y los peligros que ello implica para la nación.

A propósito de lo ocurrido en el Aeropuerto ha trascendido que los responsables de la seguridad del mismo ignoraron los riesgos para el sistema de vigilancia la salida de servicio de 26 cámaras térmicas del perímetro del mismo.

Tampoco se tomaron medidas cuando en la madrugada del pasado 27 de marzo desaprensivos desmontaron y robaron 20 metros de verja perimetral, lo que provocó lo que muy bien se puede definir como una cacería de brujas para determinar quién filtró la información a los medios de comunicación publicada al respecto.

El supuesto o real robo de los cables eléctricos y tramos de verja sucede con mayor frecuencia tras las autoridades sacar de servicio el sistema de cámaras térmicas, las cuales permitían monitorear todo el perímetro exterior del Aeropuerto Internacional de las Américas que da acceso a la rampa.

De acuerdo a una publicación del periódico acento.com, se trata de 16 dispositivos térmicos de visión nocturna y localización de movimientos, amén de otras 10 cámaras convencionales que fueron desmontadas, sin una explicación clara de las autoridades.

La ocurrencia de estos actos vandálicos, siempre de acuerdo con la publicación de acento.com, obedecieron a que los delincuentes volvieran a burlar los controles y penetraron hasta áreas restringidas de la terminal con generación de un sabotaje con características terroristas en el sistema de luces en pista, lo que provocó el desvío, cancelación y reprogramación de 14 vuelos internacionales.

La cuestión es que ahora el Gobierno sostiene una cosa y el Cuerpo Especializado de Seguridad Aeroportuaria y Aviación Civil plantea otra, que consiste de que todo se debió a un cortocircuito provocado por un apagón en el sistema de luces de las pistas de aterrizajes, lo cual contradice la versión de la vicepresidenta Raquel Pena, algo típico de un Estado que no sabe dónde está parado.

Una fuente sostiene que entre septiembre de 2020 y mayo de este ano se han producido al menos tres sabotajes en las redes eléctricas de suministro a las torres de luces de las pistas de aterrizaje y despegue de aeronaves del Aeropuerto Internacional de las Américas, lo cual confirma el tipo de Estado que existe en la República Dominicana.

Un aeropuerto de cualquier lugar del mundo es un lugar que debe estar revestido de una alta seguridad, porque por él entran y salen los vuelos que vienen del extranjero, pero además es una vía para atentar en contra incluso de la seguridad del Estado.

Sin embargo, se debe decir que el problema del país no sólo se puede encontrar en el Aeropuerto Internacional de las Américas, sino en todos aquellos lugares donde se supone que la presencia del Estado tiene que ser contundente y fuerte.

Lo propio se debe decir con relación a  puntos importantes para la seguridad nacional como la frontera y en otros estamentos públicos, donde no sólo la vigilancia es muy pobre o nula, sino también en una serie de servicios de inteligencia en los que predomina la improvisación y en consecuencia siempre se intenta buscar la solución a un problema después de haberse producido.

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