Cualquiera tira la toalla.

En la República Dominicana son diversas las expresiones populares creadas para describir la tragedia que le ha tocado vivir a los dominicanos.

No hay forma de que algunas acciones sirvan de escarmiento a los que no sacan de sus mentes apropiarse de lo que no es suyo.

En más de una ocasión este periódico ha calificado el mal de la corrupción administrativa como una cultura nacional.

También este periódico ha dicho en reiteradas ocasiones que la primera presión que tiene una persona cuando es designada en la administración pública para que haga lo incorrecto es su propia familia.

De manera, que las tentaciones son muchas, sobre todo cuando son funcionarios que provienen de la más profunda pobreza y que les da vuelta en sus cabezas que tal vez esa sea la única oportunidad de manejar grandes recursos del pueblo dominicano.

Por esta razón se repite regularmente que muchos de los designados en la administración pública lo sacrifiquen todo en favor de sus equivocados caprichos de tener acumulación originaria sobre la base de la corrupción administrativa.

El problema descansa en que los principales promotores de estas conductas son los partidos políticos que son los que reclutan a los funcionarios del presente y del futuro.

La realidad es que no existe en los partidos políticos el interés de formar a sus militantes en valores, en vocación de servicio y de entrega a la causa de la defensa de los intereses de la mayoría de la gente.

Se trata de un problema muy complejo que no parece que tenga solución en el futuro inmediato, porque las cosas se han tornado que parece que habrá que transformarlo todo, absolutamente todo.

Naturalmente, esa transformación va a depender de la propia gente, de que tanto el ciudadano se proponga hacer un cambio sustancial para tener un mejor país.

Sólo queda esperar sin bajar la guardia, para utilizar otra expresión popular de los dominicanos.