Periodismo Interpretativo

Cuando la historia juega a la amnesia colectiva

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La perfectibilidad y los aciertos de la historia hay que tomarlos por los acontecimientos que ella, en concreto, genera.

No importa qué tan pretéritos sean ni qué tramas personales o particulares del devenir tejieron o qué motivos ocultos o evidentes tuvieron sus protagonistas.

Hay que dilucidar, con rigor, qué consecuencias tuvieron éstos en el decurso de la vida humana, y, minuciosamente, el rango que tuvieron.

La calificación de sus  consecuencias, que es puntual y necesaria, queda al libre albedrío y al examen final de las generaciones.

Ya se sabe el rol decisivo que tienen los detalles y por qué no deben ser excluidos ni discriminados.

Las generaciones le deben respeto a la verdad por encima de los sesgos ideológicos o los intereses motivacionales, subjetivos o no, que estén envueltos

Es cierto que el pasado, para ciertos momentos precisos, ya no importa tanto.

Para otros, más generales, y a los fines de no duplicar los errores, sí es básico el conocimiento pormenorizado del pretérito.

Si no hubiera una ilación que actuara como pista y como coordenada de todo no habría cómo construir y recomponer los destellos de la verdad, única salvable en todo caso, aunque no siempre llega indemne ni pura a la meta.

En ella se inscriben los logros,  los errores y los planes del porvenir.

Cuando se es revolucionario de verdad, hay que hacer constar los desaciertos y las debilidades que pertenecen a la esencia misma del ser evolutivo.

Lo opuesto es acotejo, manipulación, debilidades por doquier sin revisión, sin aprendizaje de las lecciones que ofrece la historia.

Ahora mismo, como antes giró violentamente en torno a Fidel Castro, hay un violento remolino alrededor de la figura de Hugo Chávez.

Un grito aterrador cobra impulso y se rasgan las vestiduras los implicados:

Hay que detener a Hugo Chávez!

Nunca, con excepción del siglo diecinueve que parió tantos patriotas y libertadores, se oyeron parecidas voces para detener invasiones imperiales.

Dicho esto desde una nación que tuvo dos intervenciones militares en menos de medio siglo, para, en principio, imponer una tiranía, la segunda para reafirmar las bases de la primera.

Lo primero que se impone es la idea siguiente ¿cuántas intervenciones militares ha practicado Hugo Chávez en el continente latinoamericano, sembrado de tiranías, organizadas, mantenidas y reafirmadas en Estados Unidos, ha impulsado Chávez?

¿A quién  en América le está imponiendo Chávez por la fuerza el socialismo del siglo XXI?

Cuántas bases militares tiene la República Bolivariana de Venezuela en el exterior?

¿Con qué cuenta el mandatario venezolano, acaso  con la fuerza en solitario de sus discursos o en la de realizaciones concretas que cambien el sentimiento de indefensión que ha triturado las mejores voluntades de los pueblos latinoamericanos?

¿Está actuando como un demagogo populista más?

¿Se está robando el dinero de los venezolanos y engrosando una cuenta personal en Suiza como fue el hábito de los mandatarios y dirigentes que le precedieron?

¿Hubiera sido mejor para Venezuela mantener el juego de quítate tú para ponerme yo, el corrupto de moda, como fue lo usual durante un interminable siglo que decidió el atraso increíble de una país con una riqueza más que extraordinaria? Es  Hugo Chávez un invasor  galáctico de intenciones aviesas o un presidente latinoamericano elegido democráticamente y reconfirmado una y otra vez?

No se necesita llenar todo un espacio de preguntas para obtener las respuestas adecuadas.

Desde el punto de vista de una potencia mundial dominante, la inmensamente rica en el recurso agua y en el recurso petróleo Cuenca del Orinoco bien vale cualquier riesgo que se corra.

De haber sucedido una sola de estas inquietantes puestas en escena, un bochorno espectacular, un secreto develado de acciones indecorosas, Estados Unidos, que tiene informantes entrenados y pagados en el mundo entero, se hubiera enterado a la velocidad del rayo?

A continuación, hubiera logrado desacreditar hace años el proceso revolucionario que tiene lugar en la República Bolivariana de Venezuela.

Del Che, por ejemplo ya se encargaron durante toda una vida y se han pasado exactamente medio siglo realizando investigaciones precisas para ver en qué debilidad vergonzosa pudo haber caído, sin lograr  nada que pudiera avergonzar su figura histórica.

El momento le pertenece ahora a Hugo Chávez: a los fines de una crucifixión ruidosa o callada de la cual se han ensayado todos los pormenores.

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