La organización, la disciplina, la creación de una metodología de trabajo no son cualquier cosa, ya que ella es la que puede determinar que los esfuerzos tengan un final con resultados positivos.
Estas virtudes, que están más asociadas, es penoso decirle, a otras culturas, como la angloprotestante, no a las afroantillanas, que están llenas de creencias mágico-religiosas que son el resultado de un mundo imaginario, no necesariamente de la realidad, están muy ausentes en el país.
Vivir en el marco de lo imaginario, más que sobre la base de los hechos, hace que se actúe y camine a partir de lo que no se corresponde con lo objetivo, sino con lo subjetivo.
Peor aun cuando las cosas se hacen desde una perspectiva individualista, personalista y sin espíritu social, lo cual genera que las acciones se queden en el marco de círculos muy cerrados de la sociedad como, por ejemplo, el familiar o el grupal.
Sobre la base de los antivalores de la individualidad, el egoísmo y la carencia de ver más allá de los principios que se fundamentan en intereses personales, es de cuya formación proviene el PRM, fenómeno que es común a toda la organización social dominicana.
No importa que tan duras sean las críticas en su contra, porque es muy difícil que el PRM cambie su comportamiento, ya que para modificar esa conducta habría que hacerlo de nuevo a partir de otros parámetros.
Ese desorden consustancial a la sociedad dominicana, por qué no decirlo, es tal vez el lastre más peligroso para que el país pueda tener un crecimiento y desarrollo real, no de números fríos y de la venta de una percepción que no tiene nada que ver con la realidad.
No se puede negar que en cualquier lugar del mundo, incluidos aquellos países con una cultura de orden y disciplina innegable, existe desorganización y hasta improvisación, pero de manera aislada, parcial, no general como ocurre en la República Dominicana.
Este fenómeno no tiene nada que ver con el tamaño de la población y la extensión territorial de la nación de que se trate, ya que esta debilidad está vinculada con la cultura, con los valores, lo cual no es exclusivo de los que han nacido en territorios específicos del mundo.
El coronavirus no sólo es un ejemplo de lo que puede pasar con la República Dominicana que carece de un Estado con la visión de promover e imponer valores, más que antivalores, entre los que se encuentran todos los mencionados más arriba.
Se impone que el Estado dominicano elabore planes, que tal vez es mucho pedir, para preconizar una nueva cultura a fin de cambiar el comportamiento, la forma de actuar los gobernados y los gobernantes.
A partir de cuando esto ocurra tendremos filas mas ordenadas, disciplina en el manejo del gasto público, respeto por el patrimonio nacional y en consecuencia un radical cambio en la conducta de la clase política nacional.
Tal vez sea mucho pedir.