En la República Dominicana la gente siempre exhibe dotes de tener conocimiento de todo.
Tanto es así que el dominicano se cree médico, por cuya razón se automedica, ingeniero, abogado y capacitado para discutir de los detalles científicos de cualquier profesión.
El dominicano es todólogo.
La polémica generada con el anuncio de la vicepresidenta de la República, Raquel Peña, de que en el país se pondría una tercera dosis del coronavirus, describe muy bien lo afirmado más arriba de que el dominicano es especialista en todo.
La segunda mandataria de la nación no es médico y mucho menos se ha especializado en Covid, pero ella sin que nadie sepa de dónde lo sacó se le ha ocurrido una tercera dosis de la vacuna, lo cual todavía no ha ocurrido en ningún otro país.
De manera, que los dominicanos o somos especialistas en vacunas para combatir esa enfermedad sin fabricar ninguna o sencillamente nos proyectamos en el mundo como personas guiadas por la improvisación y la audacia.
Los primeros en criticar semejante anuncio fueron los especialistas en virus, como los neumólogos y los epidemiólogos, quienes no han considerado acertada la decisión del Gobierno, a partir de que no hay ninguna investigación científica que así lo recomiende.
Tal vez tenga lógica lo dispuesto por las autoridades, pero de todos modos esa decisión es hija de la improvisación y con cosa como la pandemia nadie debe jugar y mucho menos ponerse a inventar.
Imaginemos que las grandes farmacéuticas desautoricen lo dicho por la vicepresidenta, se imagina la gente el papelazo que haría la República Dominicana.
Sobre una tercera dosis ni la Organización Mundial de la Salud (OMS) la ha recomendado, lo cual indica que parece que las autoridades no están muy bien asesoradas.
De hecho, no sería la primera vez que el Gobierno de Luis Abinader actúa sobre la base de la precipitación, la insensatez y con acciones no muy bien pensadas.
Qué otra cosa se puede esperar de las autoridades, si es que realmente son así, hijas de la improvisación.