De invernaderos y otras sustancias nutritivas

Muchas cosas ocurren en este país por efecto de la imitación, no siempre porque se haya meditado detenidamente su efecto mediato e inmediato.

Ahora lo que hay en el campo es invernaderos por un tubo.

Un invernadero, extraídos los elementos que no le pertenecen, no hace más que producir frutos y el manejo político adecuado o no es ya otra orquestación con su bachata política criolla de por medio.

La política es noble si sus fines los son.

El invernadero no tiene que ser una estructura compleja aunque las que llegan a esa categoría resultan caras, pagables en millones de dólares, con un rendimiento extraordinario y un mercado nacional e  internacional óptimo y más o menos asegurado.

El invernadero-una de las ventajas que tiene- se puede levantar en cualquier altitud a condición de que haya consumidores de lo que producen, preferiblemente hoteles o restaurantes, próximos a ellos.

Las plantaciones pueden establecerse en el suelo o en camas inertes.

Sus exigencias son las de una buena gerencia, adecuado manejo financiero y de mercado.

Entre sus beneficios especiales están el escaso consumo de agua, la preservación de la tierra, la ausencia de efectos contaminantes, el retorno de un alto valor agregado, la generación de divisas, el empleo que se deriva de ellos y el uso racional de una estrategia alimentaria calificada.

Como si no fuesen suficientes estas ventajas:

Contrarrestan eficazmente el cambio climático ya que no están supeditados a variaciones atmosféricas no deseadas, pueden participar de ellos una gran cantidad de productores, exigen, si, prácticas cooperativas, que, bien manejadas han demostrado ser eficaces.

Pueden abaratar costos de producción, costos de fletes y ofertar calidad con una frecuencia asegurada. Pero necesitan tener mercado para operar eficientemente.