Opinión

Del Primer al Tercer Mundo.

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Por José Cabral

Una de las características de los países altamente desarrollados, situados en el llamado primer mundo, es su alto nivel de institucionalidad, amén de su poder económico y militar.

En este contexto se encuentra los Estados Unidos, una nación que está en la fase superior del capitalismo, que no es más que lo que conocemos como imperialismo.

Nadie ha tenido la audacia de poner en duda que el Estado norteamericano es la expresión más contundente de la existencia en este país de una clase social consciente, muy consciente de su papel, de promover iniciativas que perpetúan el sistema que lo sustenta.

Estados Unidos nació con un Estado netamente capitalista, sin influencias feudales, lo cual explica de que a pesar de que fue una colonia inglesa, no cuenta con reyes o reinas, aunque hay apellidos que se parecen mucho a cualquier familia real.

De esta realidad, demostrada mediante un análisis desde la sociología política hecho por figuras tan respetadas como el ex-presidente Juan Bosch, entre otros, se puede afirmar con toda seguridad de que a partir de esta premisa la clase gobernante norteamericana tiene una alta conciencia social.

Sin embargo, la llegada a la Casa Blanca de Donald Trump nos lleva a dudar de esta teoría fundamentada en la sociología política, dado que la concepción de este hombre sobre la economía y la geopolítica no encaja en la que debe prevalecer en la mente y la conducta de una clase social como la estadounidense.

El nacionalismo y el proteccionismo de Donald Trump constituyen una concepción contraria a la condición de imperio de los Estados Unidos, dado que su influencia en el mundo está determinado de como pueda impactar para fortalecer la llamada democracia representativa, sobre todo en los países del llamado tercer mundo, la cual por promover inequidad social, corrupción y falta de institucionalidad, ha perdido prácticamente toda su credibilidad.

La inmigración procedente, principalmente, de los países sub-desarrollados, incluyendo al África Subsahariana, ha servido de válvula de escape a unas economías débiles y en la que la concentración de las riquezas beneficia a un uno o un dos por ciento de sus poblaciones.

El fenómeno Trump no sólo constituye una amenaza para los países que, sin lugar a dudas, han tenido con la inmigración su mejor exportación y generación de divisas y por qué no decirlo de una relativa estabilidad política, sino también para que los Estados Unidos preserve su liderazgo en el todo el globo terráqueo.

Lo único que todavía permite pensar que la teoría fundamentada en la sociología política sobre la existencia de una clase con una alta conciencia social y que en consecuencia toma las medidas correctas en el campo de la economía y la política para preservar su liderazgo, son las respuestas que recibe el mandatario norteamericano desde la instancia judicial.

La congelación de las órdenes ejecutivas de Donald Trump por parte del poder judicial es una expresión de una lucha entre el Estados Unidos imperial e institucional y la visión chabacana y atrasada del presidente.

De cualquier modo, se trata de una partida de la que el gigante del norte podría quedar muy mal herido y retrotraerse a no menos de 80 ó 100 años de atraso, trasladándolo de golpe y porrazo del primer al tercer mundo, que para reponerse costará muchos esfuerzos y sacrificios.

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