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Desde tiempos de la colonia el país vive sumergido en el saqueo, la improvisación y la superficialidad. – La Republica Online

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Desde tiempos de la colonia el país vive sumergido en el saqueo, la improvisación y la superficialidad.

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Las carencias, las improvisaciones y el ascenso a la alcaldía del municipio de Santiago de un político sin ningún merito y sin la formación y las condiciones  suficientes  y necesarias para aspirar a la presidencia de la República, ahora pretende llegar donde nunca debería.

Abel Martínez, quien de cajero de una tienda de Santiago se convirtió en presidente de la Cámara de Diputados durante el Gobierno de Leonel Fernández, cuyo padrino para que este político ejemplo de la superficialidad lo fue el todo famoso de la corrupción Félix Bautista, quien se convirtiera en figura conocida del territorio nacional y desde donde acumuló una fortuna que algunos consideran que está asociada a los sobornos de Odebrecht y al manejo poco transparente del hemiciclo que dirigió.

La proyección hacia fuera de Martínez tiene como soporte una labor de recogida de la basura en el municipio de Santiago y nadie pone en duda que ha logrado cambiar la imagen de la segunda ciudad en importancia del país, pero que una simple visita a la corporación edilicia se convierte como en una especie de desmentido de una supuesta eficiencia que no tiene base de sustentación.

En la gestión de Abel Martínez el ayuntamiento de Santiago es un nido de delincuentes y de tigres barriobajeros que hacen cualquier cosa para cumplir con una gestión que no tiene ningún nivel de eficiencia ni de decencia fuera de la recogida de los desperdicios sólidos.

El otro talón de Aquiles de Abel Martínez es que él parece carecer de una buena formación cultural y su conducta puede muy bien ser vinculada a la farándula, porque exactamente esa es la imagen que este político proyecta, porque lo que más sobresale es su superficialidad y la falta de una visión que lo pueda definir como un futuro estadista.

Sin embargo, aparte de esas debilidades de la figura de Abel Martínez, está el hecho de que nada en aguas revueltas en el seno del Partido de la Liberación Dominicana (PLD), porque no parece fácil que pueda lograr una candidatura presidencial por esa organización, en virtud del control que mantiene la corriente de Danilo Medina en su interior.

Abel Martínez es considerado una quinta columna de la Fuerza del Pueblo (FP), pero dentro del PLD, cuya candidatura presidencial sería como una especie de entrega total del partido morado a las pretensiones del expresidente Leonel Fernández, líder del alcalde del municipio de Santiago.

Ambos factores, primero la superficialidad y la pobre imagen de político formado y preparado para ser un estadista, y segundo el hecho de que todavía está en la mirilla de los peledeístas, que no ven con buenos ojos a Leonel, aleja la posibilidad de que un aspirante con imagen de mozalbete y  que se rodea de jóvenes de los barrios de muy poca reputación alcance una candidatura presidencial por el partido formado por Juan Bosch.

Abel Martínez, sin lugar a dudas, ha logrado proyectar una buena imagen positiva  con la  recogida de basura, pero su otra reputación es de que no le cumple a nadie, de tener poca palabra, sobre todo cuando se trata de asuntos económicos.

Este joven político vive en un mundo de contrastes, sólo habría que visitar algunas oficinas del ayuntamiento de Santiago para observar los deterioradas y el mal aspecto que tienen, pero hacia fuera se habla de orden y de cumplimiento de la ley, así como de las cosas bien hechas.

Abel Martínez es el resultado de una camada de políticos que sin tener ninguna formación ha escalado una serie de posiciones públicas, sobre la base de un aspecto físico que no pasa de eso, pero que cuando se profundiza en su personalidad genera muchas dudas y misterios que los comprometen con una vida de grandes contradicciones, que van desde la corrupción en el manejo de los recursos del Estado y  hasta su confabulación con jóvenes descarriados y de comportamiento violento.

No obstante, se sabe de antemano que en una sociedad de falsos o antivalores cualquier cosa es posible, lo cual es medible por una serie de precedentes de gente que llega a la administración pública sin saber hacia dónde van y cuyos referentes han sido el dinero acumulado mediante una conducta reprochable que consiste en cogerse lo ajeno, sobre todo aquello que no tiene dueño como es el patrimonio nacional.

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