De portada
Donald Trump gana batalla en carrera para eliminar credibilidad de base de sustentación de sociedad norteamericana.
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La sociología política ha establecido históricamente que el Estado norteamericano tenía un comportamiento que era atribuible al hecho de que fue el primero que surge en el mundo netamente capitalista sin influencias feudales, lo cual implica que la politiquería y las violaciones a las leyes no tenían cabida en su sociedad.
Esta creencia se consolidó con el tiempo y ello le dio la facultad a la mayor potencia del mundo de examinar y calificar las demás democracias del planeta, tanto ha sido así que la sociedad estadounidense se apoyaba mucho en unos pruritos morales que liquidaban cualquier candidato presidencial que incurriera en una violación ética, como por ejemplo mantener una relación extramatrimonial.
Sin embargo, la era Trump se encargó de demostrar de que todo se trataba de una pose que no tiene ninguna base de sustentación y que no es verdad que las políticas publicas de los Estados Unidos se fundamentan en un alto nivel de conciencia social como resultado del desarrollo de las fuerzas productivas, porque el ascenso al poder del magnate ha dejado claro que su figura pesa más que las instituciones.
La absolución del ¨´impeachment´´ que se ha producido en favor de Trump lo libera de una acusación muy grave que pesaba en su contra, lo cual legitima sus acciones al margen de la ley y envía el mensaje de que la nación más poderosa del mundo ha caído en las mismas debilidades de los países del llamado tercer mundo, donde la politiquería pesa mucho más que la institucionalidad.
La era Trump se ha encargado de desmentir el mito de que en los Estados Unidos el que la hace la paga, porque su burla en contra del status quo ha sido tan traumático que a esta potencia lo único que le queda como carta de presentación es su fortaleza económica, aunque también débil por su alto endeudamiento, pero no ya su democracia porque la misma no es más que una proyección fundamentada en una mentira que cuestiona todas las tesis científicas que se han levantado sobre esa sociedad.
Donald Trump no sólo ha escapado a una grave sanción por sus actuaciones al margen de la ley, sino que también se ha encargado de demostrar que la sociedad norteamericana tiene un sistema institucional que no merece respeto y que él personalmente está por encima de todo en la unión americana.
La impunidad que beneficia a este personaje que ha hecho rodar por el suelo la imagen de los Estados Unidos de nación con un sistema de justicia inquebrantable ha quedado en el pasado y ahora cualquier cosa puede ocurrir en un país que por lo menos en lo que respecta a sus políticas publicas ha pasado del primer al tercer mundo, donde muy poco importan las medidas para consolidar los valores democráticos.
De ahora en adelante en los Estados Unidos cualquier aberración puede ocurrir porque se ha sentado el precedente de que un presidente tiene más peso que su vida institucional, lo cual constituye una especie de mandato de que la mayor potencia del mundo quiere en otros países lo que no está en capacidad de respetar en su propio territorio.
La era Trump se ha encargado de arruinar el principal referente que existía en el mundo en lo que tiene que ver con la severidad de la ley y la intolerancia con lo mal hecho, porque a partir de lo ocurrido con el exmandatario no hay nada que se pueda pedir a los demás, sobre todo cuando la igualdad ante la normativa jurídica es un principio universal del derecho que no tiene cabida entre los norteamericanos.
La liberación de culpa de Trump ha permitido que este ya haya iniciado su carrera presidencial para el 2024, lo cual quiere decir que la debacle de la democracia de los Estados Unidos sigue su curso con un posible regreso de un exjefe de Estado que no tiene limites para cometer cualquier tipo de tropelías en aras de lograr su propósito.