De portada
Medusa, espejo para medir los partidos políticos y gobernantes de turno protagonistas de corrupción.
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Por Elba García
Causa vergüenza ajena e indignación leer las travesuras de lo que en otro país lleva como nombre ministro de Justicia, cuyos actos delincuenciales generan mucho pesimismo en la gente.
Definitivamente no todo está perdido y hay que asentarse en la idea de que todavía queda país y naturalmente gente que lo ama, pero la magnitud de los hechos de corrupción hacen a veces hasta que cualquiera dude de que cosas iguales hayan ocurrido.
Permitir semejante conducta es, sin a lugar a dudas, un crimen de lesa humanidad que merece el más severo de los castigos.
Sin embargo, hay que ver como los partidos que propician este tipo de cosas se defienden como si fueran inocentes e incluso muchos de sus dirigentes tienen el descaro de ir a la televisión a hablar de que son personas serias y honestas.
Hay otros que también se han constituido en justicadores de la forma como los delincuentes que van al Estado toman para sí lo que no es suyo.
Lo grave del problema es que no se vislumbra ninguna posibilidad que eso pueda cambiar, sobre todo si algunos de los responsables de ese drama que vive la República Dominicana logra imponerse en unas próximas elecciones nacionales.
Lo peor de todo esto es que una desviación recurrente y que se produce cuando menos durante los 12 meses al año, es un fenómeno que está presente permanentemente en la vida nacional, porque en realidad se trata de un asunto profundamente cultural.
La depredación del patrimonio nacional es una meta de muchos, de tanta gente equivocada que guía su existencia por la codicia, la avaricia y por otros anti-valores que consciente o inconscientemente causan un daño que no se repara durante siglos.