Opinión
El desafío para 2013 El sistema político sigue destruyendo institucionalidad RD
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“Para el Informe Nacional de Desarrollo Humano la causa principal de la pobreza dominicana y del bajo desarrollo humano relativo no es la falta de financiamiento y de recursos económicos, sino el escaso compromiso con el progreso colectivo del liderazgo nacional político y empresarial durante las últimas décadas y (…) la falta de empoderamiento de los sectores mayoritarios de la sociedad dominicana. (…) Esta situación se ha motorizado por la búsqueda de una rentabilidad económica y dividendos políticos, ambos de corto plazo, depredadores de las instituciones y del ambiente, comprometiendo el futuro.”
En 2007-08, dirigí un segundo informe de desarrollo humano, analizando las condiciones de vida de la gente en sus localidades, llegando a la conclusión de que el “desarrollo humano era una cuestión de poder”. Concluyendo que:
“El nivel de acceso a las oportunidades depende de la zona en la que se viva, la clase social a la que se pertenezca, el sexo o la capacidad de incidencia pública que se posea; y no del Estado de derecho. Históricamente las élites y los partidos políticos han fallado porque no han podido mejorar la equidad y garantizar el acceso a las oportunidades de la gran mayoría de la población, entrando en una lógica perversa: el poder por el poder y la lealtad endogámica. No hay lealtad con la población, ni con la política de Estado ni con el desarrollo. No hay razones para suponer que las instituciones políticas y las relaciones de poder vayan a cambiar de manera espontánea. Si la sociedad no se organiza, se empodera, se moviliza y reestructura las relaciones de poder no habrá desarrollo humano, porque el desarrollo humano es una cuestión de poder”.
En los años 2008-2010 coordiné un amplio estudio (1,200 páginas y 3 tomos) de la situación social del país, concluyendo que el nivel de privación en que vive la población no es porque no existan leyes e instituciones que protejan a la ciudadanía sino porque no se cumplen.
Hoy, el sistema político sigue destruyendo la institucionalidad del país. El sistema de justicia y la política están más corporativizadas que nunca. El Estado no tiene credibilidad. El “borrón y cuenta nueva”, las complicidades con el delito y la impunidad son la norma del oficialismo. Es incontrovertible que la única posibilidad de cambio, de disfrutar del Estado de derechos y de mejores instituciones está en una población empoderada que tome las calles con contundencia pero sin violencia para imponer una sociedad basada en derechos.
Artículo publicado originalmente en el periódico HOY.