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El empoderamiento de la comunidad en el exterior a través del voto implica sustanciales mejorías en el país.
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Por Elba Rosa García
Es mucho lo que se ha hablado de la importancia que tiene para la democracia dominicana el empoderamiento de los dominicanos del exterior, ya que han demostrado en demasía de que realmente se preocupan por su país, pese a que no reciben prácticamente nada a cambio.
Sin embargo, hay que reconocer que precisamente esa es la misión de todo Estado en cualquier parte del mundo, pero en los países donde la desigualdad y la pobreza están determinadas por conductas que dañan mucho los valores cívicos y democráticos, la política juega un papel mucho más protagónico.
El dominicano que se va a vivir fuera del país lo hace como casi todo emigrante por razones socio-económicas, pero cuando las políticas publicas equivocadas llegan hasta aquel que se ha ido, entonces se entiende que la participación para cambiar esa situación sea mayor.
Sociológicamente hablando, son múltiples los factores que provocan el activismo político dominicano, pero cuando se pasa balance fácilmente se puede llegar a la conclusión de que los aportes de la comunidad del exterior no son tan valorados por los gobiernos nacionales.
No obstante, la retórica casi siempre es la misma, la cual consiste en un plan que en realidad no existe y a partir de esa perspectiva se puede asegurar que el futuro del dominicano del exterior descansa, principalmente, en estimular a sus miembros a que ejerzan el poder del voto para cambiar ese cuadro de demagogia y engaños provenientes de los partidos políticos que han tenido la posibilidad de alcanzar el poder en el país.
El crecimiento de la población dominicana del exterior seguirá en aumento en la misma medida en que los problemas nacionales se compliquen, sobre todo en el campo de la economía, y ese fenómeno al propio tiempo es un mecanismo para que el empoderamiento en el país de los que viven fuera se convierta en una fuerza tan grande que ya no deje espacios para más engaños y retóricas políticas, pero que al propio tiempo se convierta en un instrumento de cambios sin necesariamente contar con las mañas de los políticos del patio.