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Se asoma a R.D. fenómeno desplazamiento del partidarismo tradicional que se observa en Latinoamérica.
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Por Elba García
El fenómeno que no es propio de ningún país en particular, sino de todos los partidos tradicionales de los países latinoamericanos, donde la corrupción es una cultura y que ha significado la principal tragedia de las llamadas naciones en desarrollo, parece no estar muy lejos de la República Dominicana.
Sin embargo, hay que decir que el fenómeno no se comporta de la misma manera en todos los escenarios, porque en algunos países la gente ha estado mucha más dispuesta a producir o por lo menos hacer el esfuerzo con su voto o con el trabajo político para procurar que ese cambio llegue.
La República Dominicana siempre ha sido considerada una de las naciones más politizadas del hemisferio y tal vez del mundo, pero de igual modo es uno de los lugares donde los niveles de alienación son muy altos.
El votante en estos países ha escogido a candidatos que no necesariamente han llegado al poder a través de los partidos tradicionales, pero que a pesar de no venir de ahí y prometer terminar con privilegios irritantes, han cometido los mismos errores y en consecuencia también les han quedado mal a la gente.
La razón de esta realidad en el país no se sabe con exactitud, pero parece tener una explicación que proviene del gran impacto que ha tenido el neoliberalismo en la República Dominicana, cuyos principales frutos consisten en haber destruido los valores de la dominicanidad y a partir de esa situación la gente no hace política sobre la base de una propuesta fundamentada en los intereses del colectivo, sino de particulares.
No obstante, en la República Dominicana se observa un fenómeno que no deja de ser muy interesante, el cual tiene que ver con el hecho de que el ciudadano se ha empoderado y sus reclamos son cada día más intensos e irrenunciables.
Pero la situación política parece que se dirige a que los dominicanos recurran a los recursos a que han apelado los ciudadanos de una serie de países latinoamericanos, los cuales han preferido a un desconocido y desconectado de los intereses de las oligarquías para buscar hacer un cambio democrático, ya que los políticos tradicionales han dejado claro que no tienen ninguna posibilidad de producir cambios profundos en la sociedad.
Las encuestas de los últimos meses, pese a que no tienen una total credibilidad por razones que ya se han explicado anteriormente, envían una señal de que parece que las cosas se encaminan a que ese fenómeno político latinoamericano, que consiste en una inclinación por candidatos prácticamente desconocidos, podría ocurrir en la República Dominicana.
A este respecto habría que decir que hasta el momento no ha aparecido ninguna figura con las condiciones para encantar a todos aquellos dominicanos decepcionados del partidarismo, los cuales son cuantificados en las encuestas en un 23 a un 25 por ciento, por encima de prácticamente todos los partidos tradicionales, sólo superado por el PRM, porque cuenta con los recursos públicos para arrojar resultados diferentes, pero que en realidad no son tan buenos para que se pueda decir que podría ganar fácilmente unas próximas elecciones.
Hay quienes descartan esta posibilidad porque alegan que la Republica Dominicana es un país profundamente conservador, pero tal vez esa no sea la mejor explicación, sino que el neoliberalismo y otros intereses mercantilistas han logrado dañar al dominicano y que por esa razón todo en el país se circunscribe a preguntar ante cualquier iniciativa con perfiles colectivistas, dónde está lo mío.
De cualquier modo, es importante que la crisis de credibilidad que afecta al partidarismo político tradicional pueda derivar en la repetición en el país del fenómeno abordado en este trabajo y que ahora se acaba de concretar con el virtual triunfo del candidato presidencial de Perú, Pedro Castillo.