El personaje que llamó mediocres a quienes, justificadamente, protestan contra la reforma fiscal y la orgía de corrupción peledeísta es un estratega de la corrupción leonelista del que se tiene una historia referencial bastante larga.
Monchi Fadul era un muchacho que en sus días de juventud frecuentaba barrios como La Joya en busca de tragos y de sabor popular.
Sus magros ingresos no le permitían más.
Luego, su partido llegó al poder y su estatus se infló.
En el primer gobierno de Leonel Fernández él, en connivencia con el presidente, manejó la llegada al país de una serie de exoneraciones de vehículos que inició la primera compra de comunicadores, otorgándoles a estos las exenciones con el nombre de facilidades.
Sin embargo, ésto tenía un truco. La mayoría de comunicadores favorecidos no tenían el poder adquisitivo suficiente para llevarse los autos con el mínimo de impuesto que debían pagar en Aduanas.
Para eso estaba Tony Turbí, un violento administrador de moteles, peledeísta, golpeador de mujeres indefensas (incluida una joven comunicadora que tenía de amante en Gurabo) que manejaba, en condición de testaferro, mil millones de pesos en negocios de lavado y que era socio de Fadul en algunos de esos negocios.
El compraba los documentos de exenciones a precios de vacas muertas, por hasta diez mil pesos, para coronar el negocio ilícito que le dejaba un capital a Fadul, a su socio y probablemente a Leonel y otros allegados.
Es esta una de las primeras operaciones rentables del círculo mafioso de Leonel en su primera gestión gubernamental.
Fadul, hoy día es un potentado que, lleno de ira, se atreve a llamar mediocres a quienes protestan sus privilegios y los de otros que han construido fortunas inmensas a costa de la corrupción del Estado.
Es tan potentado el personaje que hoy ocupa el ministerio de Interior y Policía, quien se va, él y su grupo, a un conocido restaurante del centro de Santiago y se gasta sólo en botellas de vino, hasta 45 mil pesos la unidad, bebidas que en el mercado regular cuestan sólo 15 mil pesos. Ya lo dijo Lilís, el dictador, a un ministro suyo: cuando vayas a robarte las gallinas, recuérdate de guardar las plumas.
Esa prepotencia, ese descaro, esa desfachatez con los recursos ajenos, es la que ha hundido moralmente al PLD y lo va a hundir en el porvenir todavía más.