Periodismo Interpretativo

El juramento hipocrático mantiene sana vigencia

Published

on


Notice: Undefined variable: post in /home/larepublica/public_html/wp-content/themes/zox-news/amp-single.php on line 116

Notice: Trying to get property 'ID' of non-object in /home/larepublica/public_html/wp-content/themes/zox-news/amp-single.php on line 116

 “Que tu comida sea tu medicina, que tu medicina sea tu comida.”

                       -Hipócrates.

Con el claro rapsoda persa, Hipócrates se atrevió a advertir que la vida es breve.

Para agregar después: el arte es largo, la ocasión fugaz, vacilante la experiencia y el juicio difícil.

En una intuitiva previsión de la medicina homeopática, desconocida entonces en Grecia pero muy practicada en China, precisó que las fuerzas naturales de cada uno de nosotros, las que están dentro cada uno, serán las que curarán las enfermedades”.

De ese modo previó lúcidamente que si bien el médico es altamente necesario en la evolución del paciente, no es imprescindible.

Ya ese proceder le va otorgando grandeza de espíritu y dignidad en la memoria de la posteridad.

Declaró también, con belleza cierta que la fiebre de la enfermedad la provoca el cuerpo propio y la del amor, el cuerpo de otro.

En los tiempos en que el médico Hipócrates vivía en la Grecia luminosa del siglo de Pericles sus colegas, además de escasos, carecían de la ardorosa sindicalización profesional, que es un derecho conquistado a precio de sangre

Una de las razones para ello era que no había muchos médicos, no tenían gremios y nunca, porque les hubiera horrorizado hacerlo, como también a la sociedad organizada en que vivieron, tomaron de escudo a sus pacientes para obtener ventajas económicas frente al Estado o a particulares.

Ejercían con una entrega humanística, consagrada y de una elevada sensibilidad como la que tuvieron algunos doctores en esta ciudad  y la capital al término de la tiranía de la que fueron víctimas.

Apenas se puede decir que cobraban por consulta, cumplían más que fielmente su horario en los centros asistenciales públicos y se esmeraban en el tratamiento dedicado a las víctimas de enfermedades y dolencias varias.

Los médicos de la antigüedad no conocían términos como “clientes preferenciales “como tampoco el de paro u otros que han sofisticado bastante el ejercicio moderno.

Esta es una extraordinaria conquista de los tiempos modernos.

Por extraordinario que se lo crea, la misión del médico antes de Hipócrates era  la de curar y matar.

El vio una  más que evidente y lacerante contradicción en ello y  dejó establecida la primera, la de curar, como fundamental en la misión de un doctor.

Pero la historia ni camina sola ni evoluciona de forma completa y global.

Hay, todavía, hay más de una manera de deshacerse de la gente  más vulnerable: dejar de atenderla es una de las más seguras y confiables.

Como para reforzar sus posiciones y el papel del médico, Hipócrates llevó su adhesión a la práctica a la categoría de juramento.

El Juramento Hipocrático coloca en el centro de la atención del facultativo sus más esmeradas posibilidades y destrezas  profesionales.

Ese compromiso funciona- o funcionaba- como un código casi inviolable.

Se trata de una declaración de carácter profesional, un enunciado que acompaña el inicio de la carrera de médico.

Su cumplimiento, sin embargo, y para consternación de muchos, sobre todo de los menos asistidos socialmente,  no es de cumplimiento obligatorio  taxativamente y está sujeto a la conciencia de cada quien.

 En el juramento bajo examen se precisa que el médico debe tener un carácter honesto, calmado, comprensivo y serio.

A ello se somete el profesional precisamente mediante una declaración jurada de carácter que si bien ya no es vinculante, es decir no obligatoria contractualmente ni se usa en su forma original, sus derivados sirven al juramento como “leyes” que definen una noble y óptima práctica facultativa.

De Hipócrates a hoy se ha generalizado la idea de que es el padre de la medicina occidental.

Hay quienes discuten ese protagonismo histórico pero nadie se atreve a colocar bajo cuestionamiento su íntegra formación y su ejercicio apegado a principios completamente éticos

El vivió en el siglo IV, antes de la Era Cristiana, durante el que fuera, con justicia, llamado el Siglo de Pericles, general y líder político que abrió a Grecia a la grandeza filosófica, política, científica, artística.

Nació en las cercanías del año 460 A.C. en la isla de Cos.

Enseñó medicina, además de practicarla.

Sus estudios se basaron en las creencias en Esclepeion (Esculapio), el dios mitológico de la medicina.

Viajó a Egipto para terminar su formación integral.

Compuso unos setenta escritos, recogidos después por sus discípulos en el Corpus hipocraticum.

Redefinió efectivamente el trabajo del médico para situarlo en la labor unánime de sanar como cuestión completamente fundamental y fundacional.

La medicina hipocrática es definida como simple, estéril y apacible, en la medida de lo posible.

Usaba agua limpia para tratar las heridas aunque optaba con más delectación por lo seco.

La práctica de estirar el esqueleto del paciente y oprimir el área afectada se ha considerado correcta en los casos de las heridas que de ese modo se deshacían de las infecciones.

No se conocían los microbios ni la actividad perniciosa de éstos sobre el organismo.

Como si vislumbrara los tiempos que corren en los que la urgencia de tener recursos  incluso abundantes es el móvil de casi todo declaró, con algún lamento que “los jóvenes de hoy no parecen tener respeto alguno por el pasado ni esperanza alguna para el porvenir

Click to comment

Edificio La República: Restauración No. 138, cuarta planta, Santiago, República Dominicana. Teléfono: 809-247-3606. Fax: 809-581-0030.
www.larepublicaonline.com  / Email: periodico@larepublicaonline.com
Copyright © 2021 Blue National Group