Panorama electoral copado por la derecha, mientras la izquierda fuera de competencia por falta de visión política.

Por Elba García

El país ha entrado en un proceso de definición de las candidaturas que competirán en las elecciones generales del año 2024, cuyo último partido en definir su aspirante a la silla presidencial lo es el Partido de la Liberación Dominicana (PLD).

La consulta peledeísta no dejó dudas de la falta de escrúpulos para tener el control del Estado, cuya conducta fue muy bien exhibida por algunos de los aspirantes presidenciales de la referida organización, en la que salió triunfante Abel Martínez.

Por su parte, la Fuerza del Pueblo de Leonel Fernández ya de antemano tiene definido su candidato presidencial para la contienda electoral venidera, el cual no es otro que un aspirante eterno como lo es el expresidente de la República.

Otro que si celebra una contienda interna es para legitimar las aspiraciones reeleccionistas del actual presidente Luis Abinader, es el Partido Revolucionario Moderno (PRM), quien, se podría decir, es el seguro contendor de los mencionados anteriormente.

Todos los candidatos prácticamente definidos por ahora pertenecen a la derecha política dominicana, porque la izquierda no lograr salir del amago de lograr una unidad que se ha vuelto una quimera en virtud de que todo parece indicar que incluso los propios recursos que reciben de la Junta Central Electoral (JCE) es un veneno que los ha intoxicado, igual como ocurre con la derecha.

Este cuadro político-electoral indica que los cambios que se pueden operar en el país parecen estar muy lejos, a menos que se articule una propuesta que tome el camino que debe escoger la izquierda, aunque la misma no tenga ningún tipo de vínculo con esta corriente.

Hasta el momento todos los posibles candidatos tienen un compromiso irrenunciable con el neoliberalismo que tanto daño le ha hecho al país y a la mayoría de las naciones del mundo, ya que el mismo sólo está interesado en el desarrollo de los mercados sobre la base de la eliminación de valores morales.

En los actuales momentos esta corriente de la economía es la peor desgracia que afecta a la sociedad, ya que el asunto es que la misma ha logrado robarse hasta la gente, con la imposición de una serie de antivalores como el chisme, el egoísmo y la envidia, así como la avaricia y la codicia.

Estos antivalores han arrasado con valores consustanciales a los países latinoamericanos, incluida, naturalmente, la República Dominicana, donde la política está asociada a una corrupción y una impunidad que complica el panorama nacional y a cuyos intereses responden los candidatos definidos hasta el momento.

La cuestión es que todavía no ha surgido la primera propuesta creíble de la izquierda que pueda contrarrestar candidaturas seriamente comprometidas con la corrupción y los antivalores anteriormente mencionados, pero que se ve como una quimera la estructuración de una respuesta sobre la base de principios, más que de intereses de los grupos económicos.

Esta realidad acerca a la sociedad dominicana a un colapso parecida al haitiano, ya que ninguno de los que aspiran a tener el control del Estado tienen el interés y mucho menos la visión de transformar el aparato estatal para que responde a una mejor administración del patrimonio nacional y para aumentar los niveles de regulación, fiscalización e institucionalidad, lo cual traería consigo una cultura de participación política y de respeto de las riquezas nacionales con inversiones sociales que mejoren las condiciones de vida de la gente.