El papa Francisco inauguró ayer domingo una polémica reunión de obispos de todo el mundo sobre cuestiones de la familia, afirmando enérgicamente que el matrimonio es un vínculo indisoluble entre un hombre y una mujer, pero acotó que la Iglesia debe «acercarse y cuidar de las parejas heridas, con el bálsamo de la aceptación y la misericordia».
Francisco se lanzó de frente contra el problema más urgente que afronta la reunión de 270 obispos durante una misa solemne en la Basílica de San Pedro: Cómo pastorear mejor a las familias católicas que sufren de la separación, el divorcio y otros problemas cuando la enseñanza de la Iglesia es que el matrimonio es para siempre.
Insistió en que la Iglesia no se puede «llevar por modas pasajeras o la opinión popular», pero en un reconocimiento de que los matrimonios fracasan, dijo que la iglesia también es una madre, que no señala ni juzga a sus hijos.
«La Iglesia debe acercarse a estas personas, acogerlas y acompañarlas, pues una iglesia con las puertas cerradas se traiciona y a su misión: en lugar de ser un puente se convierte en un obstáculo», afirmó.
Uno de los principales debates en el Sínodo es si los católicos divorciados y vueltos a casar por lo civil pueden recibir la comunión.
Francisco inició el proceso del sínodo hace dos años al enviar un cuestionario de 39 puntos a obispos, parroquias y familias católicas comunes en todo el mundo, preguntándoles cómo comprendían y se adherían a las enseñanzas de la Iglesia en materia de la familia. Sus respuestas mostraron una amplia brecha entre las enseñanzas oficiales católicas y la práctica, sobre todo en el sexo, el matrimonio y la homosexualidad.
Una primera reunión de obispos finalizó en octubre pasado, con un consenso sobre cómo aceptar mejor a los católicos en la iglesia que son gays y a los divorciados que se volvieron a casar pr lo civil. Los conservadores insisten en que la doctrina católica es clara e invariable, mientras los progresistas admiten la doctrina pero han buscado margen de maniobra en la práctica pastoral.
En los siguientes 12 meses, ambas partes se atrincheraron, por lo que se esperan chispas en las siguientes rondas. De hecho, pocas reuniones del Vaticano han tenido tanta polémica como esta. Ha habido acusaciones de manipulación y coerción, reuniones secretas para planear estrategias; y la aprobación de leyes de facto antes del debate.
En la víspera del Sínodo, un monseñor católico que dijo ser gay denunció la homofobia generalizada en la iglesia.
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