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Editorial

El sistema de partidos, la corrupción  y otros males de la democracia

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Los operativos desarrollados por el Ministerio Público y los cuales han sido denominados Anti-Pulpo y Coral, sólo ofrecen una pequeña idea del derrotero que ha tomado la nación a este respecto.

Todavía faltan muchas cosas por escuchar y ver, porque la codicia es tan grande que ya muchos dominicanos, incluidos los funcionarios públicos, no se conforman con sumas pequeñas de dinero que vayan a sus cuentas de bancos o a sus bolsillos.

Estos dos operativos del Ministerio Público ofrecen una idea, tal vez superficial, de lo que ocurre con el Estado dominicano, donde todo el que llega a una posición pública tiene la idea de servirse más que de servir.

Es una verdadera desgracia nacional lo que ocurre en la República Dominicana y sólo falta repasar la fortuna acumulada por el grupo apresado en el último operativo, pero todavía están pendientes tantos casos que evidentemente el Ministerio Público no está en capacidad de afrontar.

Sin embargo, hay que reconocer que los magistrados Wilson Camacho y Yeni Berenice Reinoso han mostrado una disposición de meterles manos a todos estos antros de corrupción que se comen el país.

Lo relevante en estos casos es que los protagonistas de todos estos ilícitos penales son los dirigentes de los partidos, quienes han corrompido los tres poderes del Estado, el legislativo, el ejecutivo y el judicial.

Si en algún sector hay que buscar el no funcionamiento de la democracia dominicana, es en los partidos políticos, cuya mayoría de sus dirigentes son verdaderas lacras, depredadores del patrimonio nacional.

Por esta razón no está mal que se autodestruyan por las peleas grupales y por los intereses personales que circundan su entorno, lo cual podría motorizar una profilaxis en la sociedad que comienza con lanzar al cesto de basura a los partidos políticos.

Los partidos en complicidad con el sector privado son los responsables de la corrupción que ya no sólo prácticamente se traga el país, sino también de imponer falsos valores en la sociedad que han provocado que haya desaparecido la cultura del trabajo y que se haya sustituido el chismo por el talento, así como el egoísmo y la envidia por la solidaridad, la reciprocidad y la hermandad.

No es de lamentar que el PLD camine por el sendero de su desaparición, porque la principal beneficiada de que éste no exista es la sociedad, ya que es como extirpar un cáncer que al final le provoca la muerte al paciente, que en este caso se trata del país.

 

 

 

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Editorial

La deuda pública, un arma de doble filo.

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El presidente Luis Abinader ha hecho un gobierno dependiente casi totalmente del endeudamiento público, cuya falta de planificación estratégica lo convierte en una víctima de esta peligrosa vía.

Su desenfrenada política de endeudamiento es una forma de irse por lo más fácil, siempre a partir de los ejemplos de países de la zona que también se apoyan en una opción que si no hay calidad del gasto sumerge la nación en una situación insostenible.

De acuerdo a economistas nacionales que se manejan al margen del partidarismo político, consideran que ya el país tiene comprometido de sus ingresos alrededor de un 72 o 74 por ciento.

Es decir, es una situación de coger más préstamos para cumplir con los ya asumidos, lo cual crea un circulo vicioso en la economía que conlleva grandes sacrificios para los dominicanos.

Ahora mismo el país se encamina a un endeudamiento público, tanto interno como externo, realmente insostenible, pero el peligro no para porque el Poder Ejecutivo sigue con un reforzamiento irracional de esa vía.

El Congreso Nacional no para de aprobar préstamos, lo cual ya ha preocupado hasta a los propios legisladores oficialistas, cuyo último en pronunciarse fue Alfredo Pacheco, presidente de la Cámara de Diputados.

Evidentemente que no se miden las consecuencias de un endeudamiento público insostenible, máxime sin una reforma fiscal integral y que sea más progresiva que regresiva.

Parece que el Gobierno ha armado su propia trampa, la cual no luce que pueda ser superada, porque la escogencia de la vía más fácil del endeudamiento que procurar aumentar la producción nacional y en consecuencia mejorar los niveles de  las exportaciones el país se inclina por lo más peligroso.

El dominicano es bueno que entienda que así como resultada de peligroso un gobierno corrupto, igual ocurre cuando el mismo también es incapaz, porque es un riesgo doble, porque si bien una cosa es mala la otra todavía es peor.

Ojos pelaos.

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Editorial

La reforma fiscal los ha delatado a todos

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Que nadie crea que con la pretendida reforma fiscal sólo ha quedado desenmascarado Luis Abinader y el Partido Revolucionario Moderno, sino toda la clase política nacional.

Porque los que ahora simulan que la rechazan han intentado lo mismo en ocasiones anteriores.

En torno a la propuesta fiscal hay que meter en el mismo saco a todos los actores de la política partidista nacional.

En realidad,  no hay diferencias entre unos y otros, porque peledeístas, perremeístas y los que conforman la Fuerza del Pueblo de Leonel Fernández no tienen ningún tipo de remordimiento cuando se trata de castigar al pueblo dominicano.

Que nadie se llame a engaños de que la flexibilización de los abusos contra la clase media y los más pobres va a cesar en el país.

El dispendio continuará a través de las llamadas «botellas», las cuales, para decir verdad, son difíciles de erradicar.

Pero lo que sí ha quedado demostrado es que si la gente reacciona puede detener los abusos en su contra.

Ahora falta ver cuál será el camino que escogerá el gobierno, pero ojalá que no sea la continuación del desbocado endeudamiento externo para cubrir el déficit y continuar con un gasto público de muy poca calidad

La carga impositiva, sobre todo la informal, sigue ahí vigente, principalmente con la intensificación de los apagones, lo que conlleva dotarse de inversores y plantas eléctricas.

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Editorial

Reforma fiscal o improvisación del Gobierno.

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El Poder Ejecutivo acaba de someter al Congreso Nacional la tan esperada reforma fiscal, la cual parece tener algunas bondades, pero que no queda claro qué se persigue con la misma, porque no alcanza ni para cubrir el déficit fiscal que tiene el país desde hace varias décadas que lo sumerge en un endeudamiento peligroso.

Es como buscarle una solución a media al problema, porque a pesar de que sólo se busca recaudar 122 mil millones de pesos con la misma, nadie sabe cuál es la respuesta ante un déficit fiscal que representa más del doble de esa suma.

El meta-mensaje de la reforma fiscal es que el Gobierno de Luis Abinader parece estar enamorado del endeudamiento externo, porque esa reforma tributaria no conduce a otro camino que a buscar más dinero prestado.

Pero eso no es todo, porque el Gobierno habla de una mayor inversión social con un déficit fiscal que duplica la suma que se busca recaudar.

Lo otro es que no se han eliminado todas las exenciones que atrofia la economía nacional, cuyos principales beneficiarios son sectores que sólo buscan alimentarse personal y empresarialmente de los recursos públicos.

Son preguntas que el presidente Luis Abinader debe responderles a los amplios sectores de la vida nacional que se niegan a someterse a mayores sacrificios con resultados insatisfactorios.

A las actuales autoridades nacionales y también a las pasadas se les enrostra que adolecen de lo que se podría definir como una cultura nacional, que no es otra  cosa que la carencia de planificación estratégica.

Todo es al azar, cuya debilidad ha exhibido el actual Gobierno hasta más no poder y la reforma fiscal, aunque tenga sus bondades o consideraciones hacia el ciudadano, adolece de debilidades que tienen que ser explicadas.

Es importante que esta reforma fiscal se rija por los principios tributarios de legalidad, equidad y transparencia, porque de lo contrario los resultados podrían ser muy dolorosos para la sociedad dominicana.

La suerte está echada y sólo se espera que por lo menos en este caso haya un manejo idóneo y sensato para que no ocurra lo que se produjo en otras ocasiones, que la reforma fiscal  ha significado un profundo dolor de cabeza para todos y cada uno de los dominicanos.

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