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Editorial

El Tiempo Avanza y Nos Ponemos Viejos Sin Solución a los Problemas Nacionales.

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La partidocracia, la cual está conformada por prácticamente todos los partidos que se mueven en el escenario nacional, grandes, pequeños y medianos, de derecha y de izquierda, se trata de un negocio de diferentes dimensiones, porque las organizaciones políticas  no son más que eso.

El fenómeno mantiene atrapado al país entre un problema que tiene implicaciones culturales, ya que se deriva de una herencia histórico-cultural que constituye la principal retranca para un país subdesarrollado.

Sin embargo, se debe decir que muchos otros países latinoamericanos también sufren de fenómenos parecidos al dominicano, como por ejemplo Guatemala, donde la pobreza y la desigualdad tienen niveles espantosos.

Pero lo cierto es que luce distante el despertar general del pueblo dominicano, donde los partidos tradicionales han socavado la poca institucionalidad de que goza el Estado y como consecuencia de ello lo que está mal parece normal y consustancial a un pueblo que no ha parado de sufrir.

La inversión de valores en República Dominicana es de tal nivel que parece llegar el momento de que la gente camine con los pies hacia arriba y la cabeza hacia abajo y muchos dirán que así es que debe caminar el ser humano.

No obstante, hay que reconocer que son muchos los dominicanos que ya han llegado a un hartazgo con la partidocracia, pero que lamentablemente los sectores emergentes no han sido capaces de darse una propuesta que desplace de raíz a los llamados partidos tradicionales.

Es importante destacar que en Guatemala en las elecciones celebradas este domingo 20 de agosto del 2023, la candidata de la derecha tenia ventajas en algunos lugares donde ella como primera dama jugó mucho con clientelismo y asistencialismo a través del Gobierno de su fallecido esposo Alvaro Colón, pero no pudo con el hartazgo del ciudadano de ese país con la forma de hacer política de los viejos intereses.

La gente se volcó en favor del Movimiento Semilla y su candidato Bernardo Arébalo, que tiene una forma de hacer política muy diferente y a partir de una visión ética, cuya propuesta superó con casi un millón de votos a su contrincante Sandra Torres.

Este periódico trae esto a colación en virtud de que en el país no hay forma de que se logre erradicar la politiquería sustentada en la corrupción administrativa y todavía los partidos tradicionales siguen con su fiesta para empobrecer mucho más la nación, a pesar de las grandes potencialidades que tiene.

Ojalá que en el país surja, porque todavía hay tiempo, una propuesta que confronte a la partidocracia para garantizar una vida digna para nuestras niñas, niños y adolescentes, los ancianos, las madres solteras y toda la sociedad dominicana.

Es tiempo de que el país tome de ejemplo a una serie de países hermanos y que se dé la oportunidad de promover y empoderar nuevas propuestas políticas a través del voto antes de que todo esté perdido, es decir, que la República Dominicana se convierta en otro Haití, donde el Estado sólo existe de derecho, pero no de hecho.

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Editorial

La degradación de la política en los Estados Unidos.

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Desde hace mucho tiempo que se escucha decir que los Estados Unidos han iniciado en el campo político un tránsito indetenible hacia el tercer mundo.

Ese convencimiento en muchos lugares del mundo no luce que sea solamente por la carestía del costo de vida y la predominación de empleos de mala calidad, sino, principalmente, por el aparecimiento de una figura que no respeta nada ni a nadie.

Donald Trump ha demostrado la fragilidad del sistema norteamericano con violaciones de la ley civil y penal que lo iguala a lo que ocurre allí con los llamados países del tercer mundo.

Donald Trump ha dejado claro que tiene más poder y fuerza que los instrumentos que tiene el Estado para combatir el crimen y el delito.

Sin embargo, se observa que este personaje parece haber entrado en decadencia con la entrada en escena como candidato presidencial de Kamala Harris.

Aunque, naturalmente, nadie todavía puede cantar victoria, porque Trump se mueve entre altas y bajas, pese a que políticamente se ha beneficiado más de la primera que de la segunda.

Ello así, aunque su discurso es discriminatorio, promotor de violencia y de una serie de irreverencia, pero la mas o  mayor perjudicada es la sociedad norteamericana.

Su agresividad ha sido tan radical que aparte de atacar instituciones sagradas de la vida de los Estados Unidos, ha intentado acabar o eliminar organismos de seguridad como el Buró Federal de Investigaciones (FBI), al cual ha atacado sin piedad.

Ahora se podría decir que la principal amenaza a la permanencia de Trump en la vida pública de los Estados Unidos de América sea su edad, porque de otra manera no habría forma de apartarlo de la política de esa nación.

Las elecciones de noviembre podrían ser el último eslabón de un Donald Trump que no para de ofender y de alguna manera burlarse de la sociedad que dice defender.

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Editorial

Antivalores impuestos por el Estado arropan sociedad dominicana.

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 Los perfiles de la sociedad dominicana indican desde hace muchos años que somos una nación profundamente patológica.

El estudio que sirve de base para esta afirmación y que se publica en la sección De Portada de este periódico, deja claro que la República Dominicana presenta un cuadro que requiere de un tratamiento especial.

Lo malo de esto que lo que se refleja en la investigación en referencia confirma la tesis de que el dominicano ha sido arropado por una serie de antivalores, cuyo principal promotor es el Estado.

La cuestión es que nadie confía en nadie, todo el mundo duda de los demás, es un asunto que impacta de una forma muy severa el desarrollo social, lo cual también daña lo económico.

Pero lo preocupante no es sólo conocer y analizar esa realidad, sino pensar en cómo darle solución a un problema que ha minado los cimientes ético-morales de los dominicanos.

Lo más lamentable de esta realidad es que nadie toma el asunto en serio y cuando alguien expresa su preocupación sobre lo que ocurre es considerado como un desfasado y desadaptado social.

De manera, que se trata de un problema de fondo que no se soluciona con acciones simples y sin consistencia.

La pregunta es cómo enfrentar esa cultura de “dejar hacer y dejar pasar”, cuya sociedad sobrepone lo económico por encima de cualquier valor familiar, moral o social.

Esta encuesta retrata de cuerpo entero una sociedad profundamente enferma y con tendencia a empeorar hasta poner en peligro su propia existencia.

De cada uno de los dominicanos depende que esa realidad cambie, pero para ser realista mientras el Estado no se maneje con un criterio diferente, es decir, promover valores, más que anti valores, muy difícilmente el cuadro se pueda revertir.

 Tenga toda la seguridad de que así es, hermano conciudadano.

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Editorial

Las fortunas, aunque mal habidas, es una garantía de vigencia en el escenario político nacional.

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Cada día se confirma que el discurso de los políticos es sólo un instrumento para mentir y vender una percepción que no tiene nada que ver con la realidad.

Esa forma de ver la vida parece que será la principal causa para que la República Dominicana colapse totalmente.

Tanto es así que el presidente Luis Abinader y el PRM se han encargado de dejar claro que la falta de transparencia y de ética sólo tienen sentido si el personaje involucrada no está con su causa.

Esta conducta de Abinader y el PRM se confirma con la designación de Julio Cesar Valentín en la Superintendencia de Seguros, ya que cuando fue imputado de corrupción en el caso Odebrecht fue causa de satisfacción por parte de los oficialistas, pero hoy celebran y bailan juntos.

Pero esta realidad no se da porque se trata de Valentín, sino de cualquier otro peledeísta imputado de corrupción que se pase al gobierno, porque al ser todos iguales su maldad está determinada por el litoral en que se encuentre el personaje involucrado.

De manera, que unos y otros son pájaros del mismo nido, aunque se proyecten con nombres y colores diferentes.

La gran desgracia de la República Dominicana tiene que ver con la cultura depredadora de su gente, lo cual probablemente es peor que la falta de institucionalidad, de la pobre fiscalización y de los bajos niveles de regulación que impactan al Estado.

Es una carrera en contra del tiempo que parece ser silenciosa, pero que en realidad no lo es, porque el comportamiento de la clase política deja claro que su nivel de interpretación y planteamiento de soluciones no llega más allá de su prioridad que es enriquecerse al precio que sea.

Por eso la preocupación de los que conforman los partidos de turnarse en la repartición del patrimonio nacional, no otra cosa, no deja margen para creer que haya mecanismos eficientes para combatir ese mal.

Es un problema de grandes magnitudes, porque no hay quien pueda dar el primer paso para combatir el principal instrumento de la corrupción y el atraso como son los partidos políticos, los cuales con su irracionalidad y falta de delicadeza, no dejan ninguna vía y mucho menos se ve alguna vocación para erradicar ese mal comportamiento.

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