En la sociedad dominicana nada sirve de escarmiento.

La República Dominicana adolece de una deficiencia que es consustancial al subdesarrollo.

No hay forma de que tragedias como la ocurrida en la capital dominicana sirva para trabajar desde la función pública con un mayor nivel de planificación.

El problema se repite en todos y cada uno de los aspectos que indican que ciertamente como dominicanos no caminamos correctamente.

El problema del drenaje pluval es un tema de larga data, de interminables discusiones y debates públicos y privados, pero todo se queda en mucho hablar y poco hacer.

El desborde ocurrido en la capital dominicana con las lluvias caídas desde el pasado viernes ha dejado claro que los problemas más elementales de una sociedad civilizada no se han resuelto.

Sin embargo, eso no es lo más grave, sino que luego de ocurrida la tragedia todo vuelve a su estado normal, como si nada hubiera sucedido.

Sólo se vuelve hablar del asunto cuando ocurra otra peor o de igual magnitud, porque no existe un plan a mediano o largo plazo para que se tomen las medidas que corrijan el problema.

La cosa es que nadie puede negar que la peor desgracia del pueblo dominicano es llevar como una cultura nacional el síndrome de la improvisación y la falta de planificación, así como de visión.

Ello seguirá gravitando sobre todos y cada uno de los dominicanos, porque sólo se ve lo que se tiene a simple vista.

No hay forma de mirar más allá de lo que sale a la superficie, lo que hasta los ciegos lo ven.

En realidad, la sociedad dominicana es ciega, sorda y muchas veces mudas cuando se trata de políticas públicas que corrijan asuntos tan elementales como el de drenaje pluvial.