Cuando se acerca y está a sólo horas la entrada de un nuevo año, se repiten siempre los vaticinios en torno a si habría mejoría en los temas que preocupan a la población.
Sin embargo, todo el que conoce las verdaderas causas de los problemas nacionales sabe muy bien que resulta difícil, por no decir imposible, que se puedan operar cambios profundos en asuntos sistémicos a menos que se produzcan medidas estructurales en el Estado y en la sociedad en sentido general.
Podría cualquier ciudadano ser tan optimista e iluso que pretenda que desaparezca la corrupción, sobre todo, en su vertiente del clientelismo cuando su razón de ser está en los niveles de pobreza y analfabetismo que prevalece en las grandes mayorías nacionales.
De igual modo, podría pensarse que el 2018 va a traer una disminución de la delincuencia, cuando este fenómeno es una consecuencia, principalmente, de la exclusión y las injusticias sociales.
O podría cambiar la política de endeudamiento del País si se toma en cuenta de que la misma busca satisfacer la promoción de un gasto público parasitario dirigido a mantener y enriquecer a grupos vinculados a los sectores empresariales y partidarios de aquellos que tienen el control del Estado.
Así podrían enumerarse decenas de problemas nacionales que sólo mejorarían si desde el Gobierno se implementan políticas públicas que permitan acabar con una serie de deficits institucionales que generan asuntos tan graves como la impunidad y otras deficiencias que marcan negativamente la sociedad.
El año 2018 sólo podrá traer cosas positivas a la sociedad si los gobernantes decidieran poner en ejecución políticas públicas para, sino acabar, por lo menos disminuir, las causas que generan que un año sea malo desde antes de entrar, porque los problemas son un resultado del manejo equivocado y en favor de perversos intereses económicos y políticos.
Sin embargo, tal vez pueda asegurarse de que año 2018 será muy bueno para aquellas naciones que tienen una visión diferente de manejar su economía y sus riquezas nacionales y donde la institucionalidad está muy por encima de intereses grupales, personales e individuales, como pasa en la República Dominicana.
De manera, que no se puede esperar un año 2018 que se pueda considerar bueno en lo que tiene que ver con la mejoría de las condiciones de vida de la población, porque el problema no está en la sabana, sino en el enfermo.