SAN PEDRO DE MACORÍS.– Entre plantaciones de caña de azúcar, a 70 kilómetros al este de Santo Domingo, haitianos y dominicanos afectados por la ancestral pobreza, sobreviven gracias a la ayuda humanitaria que busca revertir este lastre, que afecta a gran parte de la población local.
La República Dominicana, cuya economía no ha parado de crecer desde 2004, tiene un 10,4% de su población viviendo en situación de pobreza extrema y los bateyes (aldeas ubicadas en medio de las plantaciones) son el mejor reflejo de ello.
Un ejemplo de la realidad que se vive, en estas aldeas situadas en las plantaciones de caña, es el del haitiano Narciso Sena, un cortador de caña que reside en el Batey Paraíso II, en la oriental provincia de San Pedro de Macorís, en una humilde vivienda con cuatro de sus hijas, todas menores de edad y todas nacidas en República Dominicana, y que él tiene a su cargo desde que su esposa falleció hace año y medio.
Este hombre es una de las miles de personas beneficiadas de un programa puesto en marcha en 2008 por las organizaciones Save The Children y Mujeres en Desarrollo Dominicana (MUDE)
La humilde vivienda de Sena formaba parte de unos carcomidos barracones a punto de desplomarse que fueron reconstruidos por ambas entidades hasta ser convertidos en «en pequeños apartamentos», como han sido bautizados, un esfuerzo conjunto que se extendió a otros tres bateyes de la misma provincia.
«Antes aquí no se podía vivir. En las noches sentíamos que el techo se desplomaba. Ahora podemos dormir», dice Sena, descalzo y harapiento, pero «con mucha esperanza» como él mismo asegura en declaraciones a Efe.
A un par de casas de la de Sena viven los esposos dominicanos Maribel de la Cruz y Julio Zorrilla, otros de los beneficiados del Proyecto Desarrollo Comunitario en Bateyes, que se ha ejecutado en16 comunidades de las provincias de San Pedro de Macorís y La Altagracia (este) y Bahoruco (suroeste).
Ambos destacan que la asistencia no ha sido solo económica sino educativa, ya que un grupo de mujeres, incluida de la Cruz, se han convertió en promotoras de salud para ayudar a sus vecinos a crear conciencia sobre la importancia de la higiene, la vida saludable y el agua potable, un «lujo» del que gozan desde hace poco.
Antes, narra Zorrilla a Efe, tenían que recorrer varios kilómetros para conseguir unos cuantos litros de agua, muchas veces en el lomo de un burro bajo el inclemente sol del país del Caribe.
Como de la Cruz, su vecina María Eugenia también se integró a estas brigadas de promoción de salud. Quería «crear conciencia entre mis hijos y los vecinos, que al final es lo verdaderamente importante…. es lo que nos queda», dijo a Efe.
En total, el proyecto conjunto de Save The Children y MUDE ha beneficiado en los últimos cuatro años a más de 10.000 personas de zonas deprimidas.
La iniciativa, cuyos resultados fueron presentados recientemente, es financiada por la Agencia de los EE.UU. para el Desarrollo Internacional (Usaid) y procura mejorar las condiciones de vida en los bateyes desde el punto de vista de la salud, educación, agua, saneamiento y mejoramiento de refugios.
El proyecto contó con un presupuesto de diez millones de dólares y permitió realizar «una estrategia integral que ha logrado una clara mejoría en la calidad de vida de los residentes de los bateyes», según sus ejecutores. (EFE)