Por Julio Tolentino
Si al matrimonio le sacamos las emociones y los sentimientos afectivos, ¿qué queda? queda pues un contrato o acuerdo formal entre dos partes, sí, así es, aunque te suene algo frío, un contrato. De ahí que aunque muchas cláusulas no sean expresadas en forma explícita en el mismo, un contrato o acuerdo entre partes supone condiciones, exigencias, ofertas y demandas de una y de otra parte; de modo que para lo no estipulado en dicho contrato, en lo adelante se deban referir al derecho común de ambos.
Hoy día es, normal, frecuente y común el ver a personas interesadas en encontrar parejas, de ambos sexos, de diversas edades, culturas y modo de vida. Lo interesante es ver que muchas de esas personas se concentran más en sus exigencias y condiciones, con una larga lista de requerimientos y muy pocas bondades para ofrecer. El matrimonio (o bien sea casarte, juntarte, mudarte o irte con alguien) no debe ser visto como un boleto a la lotería, como una solicitud de patrocinio, como un salvavidas o posible solución a los problemas que hemos venido acarreando durante años.
Por supuesto cuando hablamos de condiciones y exigencias no nos limitamos expresamente a lo material o económico, aunque ello sea lo primero que le llega a la mente a muchos, el decidir juntarte o convivir con otra persona, debe ser visto de manera integral, como un todo, ¿qué me puedes ofrecer tú?, pero más importante aún, ¿qué te puedo ofrecer yo? Lo que yo te pueda ofrecer de mi persona es más importante, ya que es lo único seguro que siempre será mío aun cuando nos separemos, mientras que lo que tú me ofrecías se iría contigo.
En un mundo tan frío, veloz y competitivo, las personas tampoco escapamos a ser evaluadas y calificadas, al igual que un producto de supermercado; siendo así, caemos en comparaciones casi de manera natural, cabe entonces preguntarnos: ¿cuáles son mis atributos, mis bondades, mis valores agregados o plus, como persona?, ¿qué estoy haciendo yo para ser mejor producto humano?; ¿qué persona quiero ser yo en 6 meses, 2 o 5 años? y ¿qué debo yo hacer o cambiar para lograrlo? Todo ello desde luego engloba los planos intelectual, social, físico, afectivo, económico, cultural, conductual, y otros tantos más que componen al individuo como ente.
De seguro es mucho más fácil cambiar en nosotros aquellas cualidades con las cuales no nos sentimos cómodos, que salir a buscar a alguien con un listado de exigencias, corremos el riesgo primero de perder nuestra identidad por tratar de agradar, dejando de ser nosotros mismos y en segundo lugar, el riesgo de tener que elegir no a quien más queremos sino a quien termine aceptándonos. Mucho de lo antes expuesto, no se limita a relaciones afectivas de pareja, aplica y es útil además en las relaciones laborales, profesionales, sociales, etc.
Después de todo, no deberíamos necesitar a nadie más para ser felices, lo ideal sería encontrar a alguien con quien compartir la felicidad que ya hemos encontrado en nosotros mismos.
El autor es arquitecto, comunicador y político.