Estados Unidos frente a un reto electoral en democracia que envía mensaje equivocado al mundo.

Por Elba García

Estados Unidos siempre ha sido como una especie de guía en lo que respecta a una democracia que tenía muy pocos cuestionamientos antes de que llegara a la Casa Blanca Donald Trump, quien parece estar por encima del bien y del mal.

La regla del juego ha sido tan cambiante en la potencia más poderosa del mundo luego de la llegada al poder del polémico mandatario, que tal vez por primera en esa nación, que se presume con una gran fortaleza institucional, se habla de fraudes en las elecciones e incluso de la no entrega del poder como si se tratara de cualquier país del tercer mundo.

El presidente Trump ha impregnado en la sociedad norteamericana que la politiquería y el presidencialismo está por encima de los supuestos avances institucionales, lo cual pone en tela de juicio todas las teorías que se han creado sobre la unión americana.

Donald Trump se ha encargado de borrar muchos mitos sobre los niveles democráticos de los Estados Unidos, principal imperio del mundo, porque en cierto modo ha jugado con las creencias de que ésta no era una nación que podía ser manejada en función de los intereses particulares de alguien y de acciones que riñen   con la moral y la ética.

Uno de los asuntos que nadie ponía en duda era el puritanismo que vendía la sociedad norteamericana, en la que nadie se atrevía a jugarse con los intereses de la clase gobernante en virtud de que ésta hasta hacía cambiar el curso de la historia para garantizar el respeto a una serie de pruritos que parecen haber desaparecido con la era Trump.

Hay quienes se han atrevido a decir que Donald Trump ha planteado, a propósito de las elecciones de este 3 de noviembre,  lanzar las fuerzas armadas a las calles para impedir que Joe Biden se juramente si sale electo para la presidencia de los Estados Unidos, como si se tratara de una nación del Africa Subsahariana

Esta afirmación antes nadie se arriesgaba a hacerla porque hubiera sido un tremendo contrasentido, pero luego de la época Trump se oye como algo normal y lógico en el marco del esquema que prevalece en los Estados Unidos luego de la llegada al poder del egocéntrico mandatario.

No hay ninguna instancia que haya promovido alguna acción para que los Estados Unidos no pierda en el mundo la credibilidad de nación fuerte y poderoso, no solo desde el punto de vista de su economía, sino también de sus valores cívicos y democráticos y su alto nivel de regulación, fiscalización e institucionalidad.

Los pleitos entre demócratas y republicanos tienen mucha similitud con los que ocurren en una serie de naciones del tercer mundo, donde la politiquería prácticamente se ha tragado la poca institucionalidad y democracia que prevalecen en ellos.

El mundo siempre vio a los Estados Unidos como el mejor ejemplo de lo que es la clase gobernante, la cual no se rige por caprichos de ningún sector y mucho menos de un político que ha sido acusado de cosas tan graves como violaciones sexuales y evasión de impuestos, pero en la época Trump la tolerancia con estos temas los ha convertido en una especie de juego de niños.

Ya nadie se sorprende de las ocurrencias de Trump, quien ha llegado al extremo de decir que los votos por adelantado a través del correo de los Estados Unidos podrían constituirse en un gran fraude y que en consecuencia podría no entregar el poder.

Esa forma de ver las cosas de Trump, antes de su llegada a la Casa Blanca no tenía cabida en la psicología de ningún ciudadano de los Estados Unidos, pero el cambio ha sido tan grande y radical que estas afirmaciones del mandatario están ahora en el marco de lo muy posible.

En ese orden de ideas, el retroceso de los Estados Unidos, no sólo en términos de su imagen de su clase política en el exterior, sino también en la visión de sus grandes mayorías nacionales de que ningún presidente estaba en capacidad de cambiar la fortaleza institucional de una nación que se ha forjado sobre la base del desarrollo de sus fuerzas productivas y de una consecuente conciencia social.

Este 3 de noviembre la sociedad norteamericana está frente a uno de sus más grandes retos, el cual consiste en retomar el camino de la institucionalidad y la cero politiquería en el manejo del Estado o continuar el sendero  hacia una inevitable conversión en un país tercermundista,  sin respeto por las instituciones, la moral y la ética a través del  partidarismo político, causa principal del descrédito de la llamada democracia representativa en el mundo, pero principalmente en la llamada América Morena.